Una audaz travesía por el reencuentro familiar/Historia de inmigrantes

in GEMS3 years ago


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Con la esperanza de un mejor futuro y el anhelo de reencontrarse con sus hijos y seres queridos, dos madres venezolanas emprenden el viaje más difícil de sus vidas, emigrar en tiempos de Covid.

Atravesaron cinco países por vía terrestre en 18 días, desde Venezuela con destino a Buenos Aires- Argentina; sumándole las dificultades de una travesía encubierta o si se quiere clandestina por la pandemia que se vive a nivel mundial, una aventura que sin duda quedará tatuada en sus recuerdos por el resto de sus vidas.

Ambas aseguran que el sacrificio valió la pena, volver a abrazar a sus hijos después de 3 años, y en el caso de una de ellas, conocer a su nieta nacida en tierras australes, fue su mayor motivación para tomar una maleta, empacar toda una vida, dejar todo atrás y transitar hacia lo desconocido.

Salieron de Venezuela el 25 de enero de 2021 con dirección a Colombia, con miedos e inseguridades y con la única certeza de lograr el tan anhelado reencuentro, sabían que cruzar las fronteras que las separaban de los suyos no sería tarea fácil, pero sus expectativas se quedaron cortas.

El primer obstáculo fue incluso antes de salir del país que las vio nacer, lograron sortear de la mejor manera todos los controles viales apostados en la ruta, algo impresionante, ya que para nadie es un secreto la reprochable costumbre de los funcionarios de los organismos de “seguridad”, de sobornar a los viajeros y exigir pago en dólares para dejarlos continuar su camino, no fue el caso de ellas. Algo de suerte y los 74 y 51 años de edad que las precedían, respectivamente, probablemente tuvieron mucho que ver.

“A un muchacho que viajaba solo con pasaporte y no portaba cédula, lo paraban en todos los controles y alcabalas, y en cada uno pagó entre 10 y 15 dólares para que lo dejaran pasar, ellos saben que quienes toman esa ruta por lo general son migrantes y por ende asumen que llevan dólares”.

Adiós Venezuela

Cruzaron el río Arauca en canoas, junto a un grupo de aproximadamente 40 personas, con la guía de un asesor que les indicaría la ruta a seguir, el nerviosismo propio de la situación, se disipó apenas pisaron tierras colombianas.

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La orden fue esperar a que cayera la noche para evadir a migraciones y abordar un autobús en el que viajarían hasta Bogotá. Era la primera vez que ambas transitaban esa ruta, pero la intuición les decía que el camino tomado no era el usual para llegar a la capital colombiana, el trayecto irregular les sugería que se trataba de otra maniobra de los guías para evadir a migraciones.

Así continuaron el itinerario hasta llegar a Ipiales, un pueblo colombiano frontera con Ecuador, allí fueron alojadas en una especie de hotel/refugio donde descansaron y fueron al baño; pero cuando pretendían continuar la travesía, les informaron que no podrían seguir, motivados por la pandemia y todo lo que conlleva esta situación. La angustia y preocupación una vez más las abordó.

La solución encontrada fue atravesar la frontera en moto, una acción que revestía el doble de dificultad, al tratarse de dos abuelas, cargando con bolsos y equipaje. Fue un trayecto irregular, en una ruta de tierra que se prolongó por al menos 30 minutos. “Cuando me bajé de la moto no sentía las piernas”, contó una de ellas.

Una vez en suelo ecuatoriano, fueron recibidas por otro “asesor”, el cual iba cambiando en ciertos puntos del viaje. Allí fueron encaminadas hacia un restaurante, que fungía como una especie de parador, donde se sorprendieron al ver gran cantidad de venezolanos, que al igual que ellas, habían decidido apostar por un mejor porvenir en tierras lejanas.

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A finales de 2020, la cifra estimada por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en relación a la migración venezolana fue de más de 5,4 millones de personas que abandonaron el país caribeño, con expectativas de que, en 2021, superaran los 6 millones; pero aun no hay cifras oficiales del primer trimestre del año.

Otros destinos
Los destinos de las personas que fueron conformando el grupo de viaje eran diversos, algunos se quedaron en Colombia y lo mismo ocurrió en Ecuador, donde una de nuestras protagonistas despidió a una amiga que hizo en el camino, la fraternidad del venezolano siempre estuvo presente.

Siguieron, se adentraron en Ecuador viajando en autobús, la mayoría del tiempo durante las noches. El próximo destino fue Huaquillas, una localidad fronteriza con Perú. Al llegar ahí fueron albergadas en una casa, que era llamada por los guías “La oficina” y donde se encontraron a personas de diferentes nacionalidades, en la misma condición de inmigrantes.

La precariedad de “La oficina” las empujó a ellas y a otro grupo de personas a abandonar el lugar, por lo que decidieron buscar un sitio donde pasar la noche. Llegaron a un hotel, pero como el dinero no era algo que les sobrara, decidieron simplemente pernoctar afuera. Sin embargo, un corazón bondadoso las ayudó. Fue la esposa del dueño del hotel quien les ofreció una habitación para que pudieran dormir, el cupo era limitado, solo cuatro personas podrían acceder, por eso los más jóvenes cedieron el honor a los de más edad, y así la abuela, como cariñosamente la llamaron durante el viaje, pudo dormir en una cama, junto a su compañera de viaje y otras dos personas más.

Al día siguiente continuaron el itinerario, la intención sería cruzar hacia Perú, los asesores les advirtieron que, si los llegaban a parar la policía, aseguraran que no se conocían entre sí.

En un punto de la ruta, descendieron del vehículo en el que se trasladaban y les indicaron que debían seguir a pie un trayecto del camino, era una zona solitaria por lo que el grupo de al menos 60 personas no pasó desapercibido. “Cuando íbamos caminando yo vi que una camioneta se proparó, redujo la velocidad al vernos y al poco tiempo alguien nos advirtió que venía la policía y que debíamos escondernos”.

La única opción fue ocultarse en un baño o algo parecido que encontraron en la ruta, era una estructura demasiado pequeña para tan numeroso grupo de personas. Adultos mayores, mujeres embarazadas y niños conformaban el conglomerado de los ahora fugitivos, que soportaron por algunos minutos que se volvieron eternos el calor sofocante y la incomodidad del hacinamiento.

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Cuando todo se calmó, fueron trasladados en camiones, cual ganado, a un galpón donde permanecerían ocultos, aguardando el mejor momento para continuar el viaje. Aunque el espacio era mayor, el calor seguía siendo insoportable y los quebrantos de salud no se hicieron esperar.

Sorteando obstáculos

En contra de todo pronóstico lograron pasar a Perú, cruzando la frontera a través de un río en canoas que trasladaban a 7 personas aproximadamente por viaje. En el inhóspito lugar, ascendieron una pequeña colina o cerro y fueron albergados en un “ranchito”, una precaria vivienda donde debieron esperar al menos 4 horas para ser trasladados.

En varios autos, fueron trasladados a un hotel donde podían tomar un baño y cambiarse, para continuar el trayecto con destino a Lima.

Les habían advertido que el viaje sería hasta la capital peruana y que de allí no podrían avanzar por los estrictos controles desencadenados a raíz de la pandemia, por lo que les sugirieron contactar a algún familiar o conocido que las recibieran.

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Entre tanto, sus familiares en Argentina iban tratando de monitorear el viaje en lo posible, fueron noches de desvelo y angustia, cuando la falta de señal o conexión a internet impedían la comunicación, la preocupación por desconocer si esas dos mujeres entradas en edad podrían soportar las inclemencias de una travesía de tal magnitud, estuvo latente durante todo el camino.

La solidaridad de compatriotas no se hizo esperar. Contactados por lo familiares en Buenos Aires, una familia de amigos y paisanos venezolanos las recibieron en Lima y les brindaron comida típica del país de la arepa, que les devolvió el alma al cuerpo y les dio energía para continuar.

Contrario a lo esperado, lograron salir de Lima rumbo a la frontera con Bolivia, allí también se evidenció el cobro de vacunas por parte de militares, quienes en un control vial detuvieron el vehículo colectivo y les cobraron a algunos para poderlos dejar continuar. Fue un trayecto nocturno y largo, en el que se vieron obligadas a hacer sus necesidades en envases de plástico, pues el baño del autobús estaba en muy malas condiciones y la oscuridad les dificultaba llegar hasta él.

Al llegar a la frontera, nuevamente cruzaron de un país a otro atravesando una corriente de agua, esta vez fue de noche y en cierto punto, quienes conducían las lanchas les indicaron que debían agacharse para evitar ser vistos, durante al menos 18 minutos su temple y fortaleza fueron otra vez puestos a prueba.

Descendieron en un paraje ignoto, con muchas piedras, barro y monte que dificultaba su paso, muchos caían y se volvían a poner de pie para continuar, la oscuridad y la carga de equipaje dificultaba el desplazamiento, pero de esa también salieron airosas y siguieron la travesía.

“En Bolivia viajamos de noche y en una parte nos quedamos dormidas, cuando despertamos nos dimos cuenta que habíamos pasado de largo, ya que ellos seguirían hacia Chile y nosotras veníamos a Argentina”. El inconveniente las obligó a tomar un bus de regreso a Oruro que les tomó al menos 4 horas y media de viaje, allí las esperaría un guía que les indicaría los siguientes pasos a seguir.

Continuará...




Esta es una historia real, fiel testimonio de lo que viven nuestros hermanos venezolanos obligados por una crisis social sin precedentes.



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Nos presentas más que una travesía, una "odisea". Es verdaderamente propio del amor y el coraje de nuestra madres decidirse a emprender tan riesgoso periplo, por reencontrarse con los seres queridos (hijos y nietos) que emigraron a otras tierras muy lejanas. Es un modo muy loable de dar a conocer al mundo el drama que vive la gran mayoría de las familias venezolanas. Gracias y saludos, @crisalayon.

Por aquí pasó El Comentador

@josemalavem


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Muchas gracias, ciertamente es una de las tantas historias que lamentablemente les ha tocado vivir a muchas familias venezolanas.

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Toda una aventura @crisalayon!
No quiero imaginar toda la angustia y sufrimiento de esas dos valientes mujeres, es absolutamente increible que en pleno siglo XXI en Latinoamérica ocurran estas cosas.

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Si, increíble pero cierto y este es solo un caso más de los miles que en la actualidad se registran.