“La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene”
Jorge Luis Borges
Abrió sus ojos y una luz blanca sobre su cabeza la encandiló dejándola confundida sin saber dónde estaba. Al acostumbrarse sus ojos a la luz supo que estaba en el quirófano y que por fin le extraerían el tumor que le causaba grandes dolores.
Llevaba más de un año desde que le habían detectado un tumor en la zona parafaríngea de su cabeza. Había sido difícil detectarlo y mucho más difícil era operarla. Pero su larga e infructuosa travesía por todas especialidades médicas había concluido, quedando en manos del mejor cirujano oncólogo de cabeza y cuello, único en el país con experiencia en ese raro tipo de lesiones. Solo faltaba terminar de reunir el dinero para internarse en la clínica, lo cual había sido extremadamente difícil, tratándose de una ciudadana promedio de un país en crisis.
Su fuerte apego a Dios, la Virgen de Coromoto y el Dr. José Gregorio Hernández había dado su fruto y ahora estaba a minutos de ser operada. Una mezcla de sentimientos embargaba su ser por lo delicado de la intervención; estaba feliz porque cesaría su dolor, pero moría de miedo de pensar que no saldría con vida de aquella sala de operaciones, o que quizá quedaría deforme o con una parálisis irreversible.
Los segundos se convertían horas, mientras las enfermeras instrumentistas preparaban los implementos quirúrgicos, y el movimiento en esa sala comenzó a incrementarse. De pronto se abrieron las dos hojas de las puertas del pabellón y apareció el cirujano; su aspecto era radiante, casi sobrenatural. Inmediatamente sus ojos se posaron sobre él mientras el resto de la habitación salió de su campo visual, pero notó que detrás del médico había un hombre vestido totalmente de negro con un sombrero de ala que le cubría el rostro. Más que un hombre parecía una sombra espectral.
Casualmente ese era el día de los muertos y su mente entró en pánico. Al acercarse el médico, la sombra avanzó con él y, mientras un frío gélido recorría su piel, se sentó en la camilla y comenzó a gritar desesperadamente.
La muerte está aquí, la muerte está aquí. Yo no me quiero morir… Protégeme Dios mío.
Sentada en su cama, llorando y empapada en un sudor frío, despertó sobresaltada de esa pesadilla.
Al día siguiente, asustada aún, le contó detalladamente el sueño a su devota abuela, quien sin dudarlo le dijo:
Mi niña, ayer no era el día de los muertos sino el día de todos los santos. Quien acompañaba al médico no era la muerte sino el doctor José Gregorio Hernández. Él hará el milagro que todos estamos esperando.
Cuarenta y dos días después se llevó a cabo la intervención quirúrgica, resultando exitosa la extracción del tumor sin dejar ningún tipo de secuelas y devolviendo la vida a esa joven mujer.
veac140721
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Cuando se hacen intervenciones quirúrgicas, confluyen muchas entidades espirituales. Esto se debe a que el cuerpo físico queda vulnerable, y se manifiestan los protectores y detractor del paciente, también se pueden acercar espíritus de alta luz a proteger, y en ocasiones entidades oscuras también, que se quieren adherir o entrar al vehículo físico. Sin duda la persona de esta historia ha podido ver a cualquiera de estos, afortunadamente fue al Dr. José Gregorio Hernández, quien apoyó el desarrollo de la operación. Gracias por compartir esta historia. Saludos y bendiciones.
Excelente historia @eliezerfloyd, con suspenso y todo, con final feliz.
Saludos
Gracias @mercmarg por tu comentario y apreciación.