“El último reportaje”
A medida que se van acercando el calor aumenta. El aire está muy denso, el avión envuelto en llamas. Emilio hacía lo imposible por filmar a pesar del ambiente de confusión y la represión de la que estaban siendo víctimas a merced de los militares.
En ese instante, todo sucedió tan rápido. Un escuadrón de cinco aviones de guerra estaba sobre ellos. John y Emilio se miraron las caras y en ese momento las aeronaves abrieron fuego. Emilio sin saber qué hacer, se arrojó al suelo; mirando a su alrededor se dio cuenta que un soldado pedía ayuda a pocos metros de donde se encontraba. John por instinto se puso de pie y se dirigió rápidamente hacia aquel lugar. Emilio se percató de ello y le gritaba que se lanzara al suelo.
En este momento, el ruido de las balas y explosiones era ensordecedor, imposible escuchar alguna palabra; hasta que justo en ese instante, John Miller quedó totalmente paralizado. Su expresión en el rostro era elocuente. Emilio al ver la actitud de John supuso lo que estaba sucediendo y comenzó a gritarle que se quedara quieto, en medio de aquel infierno de balas y explosiones, pero a estas alturas todo lo que sucedía en el entorno de ambos ya no importaba.
John, invadido por el terror más grande que siquiera haya imaginado, en su mente veía pasar toda su vida en fracciones de segundos. Solamente bastó un clic para cambiarlo todo, un pequeño ruido para poner en jaque su existencia. Con solo 29 años, aquel reportero a quienes todos admiraban por su valentía, hoy no sabía si volvería a casa con vida. Se preguntaba sí había valido la pena arriesgarlo todo por cumplir con su trabajo, arriesgarlo todo por salvar a un desconocido que segundos atrás los agredía vilmente. Se preguntaba si volvería recibir un beso en la frente de su madre luego de la reprimenda acostumbrada por no hacerle caso en buscar un trabajo menos peligroso; o sí volvería a recibir aquel fuerte abrazo de su padre antes de invitarlo a tomar un par de cervezas como lo hacían desde que había cumplido los dieciséis años.
John, absorto en sus pensamientos y casi en shock, había logrado mantener la calma; hasta que una última duda llegó a su mente. Se preguntó si volvería a acariciar el vientre de su esposa, a quien tan solo unos días antes, al cumplir seis meses de embarazo de su primer hijo, le había prometido que al nacer su primogénito dejaría la corresponsalía de guerra. El pánico regresó de inmediato, lo que ocasionó que retirara abruptamente el pie para echar a correr. Era una mina lo que había pisado John, y no había dado el segundo paso cuando se escuchó el estallido.
Emilio que hasta ese momento por instinto había seguido filmando, al escuchar la explosión enseguida pensó en John. Ya el ataque había cesado, pero había mucho humo en el aire. Emilio inútilmente seguía gritando el nombre de su compañero de trabajo y amigo durante los últimos quince años de su vida; hasta que por fin en medio de la neblina lo pudo ver. Dejando la cámara en el piso, se acercó apresuradamente para ayudar a su futuro compadre pues iba a ser el padrino de bautizo del niño por nacer, al igual que fue el padrino de su boda. Así se lo había pedido la noche antes mientras fumaban un cigarrillo y recordaban viejas anécdotas de sus tiempos como universitarios.
El trayecto era apenas de unos metros pero a Emilio le pareció una eternidad. Era como si el tiempo se hubiese detenido, algo que habría sido mil veces mejor. A su amigo, aquel hermano que no le dieron sus padres pero que la vida le regaló después, hoy el cruel destino se lo arrebataba. Verlo mientras yacía agonizante con parte de los miembros del lado derecho de su cuerpo amputados por la explosión y el rostro cubierto de sangre, sería una imagen que lo atormentaría por el resto de su vida.
Tantas palabras de aliento que sirviesen de apoyo a su amigo en sus últimos segundos de vida que hubiese podido pronunciar Emilio, pero de su boca no pudo salir ningún sonido. Solo alcanzo a apretarle su mano izquierda, la única que aún quedaba adherida a su cuerpo.
Tantas palabras de despedida que hubiese podido decir un joven de veintinueve años, con dos padres que esperaban a su único hijo tan sólo una semana más tarde para celebrar sus tres décadas de vida; y con el amor de su adolescencia esperándolo para ir a escoger la cuna del bebé que en tan sólo tres meses miraría a los ojos.
Y en ese momento, cara a cara, con un esfuerzo supremo fue que John Miller, mientras trataba de no ahogarse con su propia sangre, y con el último aliento de vida, pronunció las siguientes palabras: “Emilio, ¿lo grabaste todo?”.
Muchas gracias por leerme.
Excelente relato, @faeljimx. Aparte de una historia de sumo interés vinculada al periodismo gráfico de guerra, logras una atmósfera psicológica, por la perspectiva del personaje-narrador, que interesa al lector gracias a la tensión que atraviesa la narración, con un componente emotivo resaltante y un uso casi cinematográfico de aquella. Saludos.
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