El 25 de julio de 1905 nació uno de los pensadores más agudos en el tratamiento del asunto del poder y su relación con la gente. Hablo de Elías Canetti, escritor de origen búlgaro que asumió el ensayo (filosófico, sociológico y psicológico) y la narrativa como sus principales géneros. Hace tres años publiqué un post sobre él en inglés en una comunidad casi inexistente. Como no hubo publicación al español, lo presento hoy con ligeras modificaciones.
A propósito de situaciones difíciles que marcan los últimos tiempos en varios países latinoamericanos y otras latitudes, bien conviene revisitar la obra de ciertos autores capitales del pensamiento occidental contemporáneo.
Desde que me acerqué a la obra de Elías Canetti, hace un buen tiempo, siempre me lo imaginé ataviado gravemente con su abrigo oscuro, arropado por su neblina kafkiana y su poco hablar, esquivo y abrumado por su memoria ancestral judía. Canetti, quien en 1981 recibiera el Premio Nobel de Literatura, por muchos y largos años había forjado una escritura en la que la densidad y la lucidez se convertían en relato del pensamiento, o donde la narración daba paso a la reflexión memoriosa y prevenida. Un hilo autobiográfico, casi proustiano, urdía su escritura, fuese esta de ficción, ensayística o de investigación.
La inocencia y crueldad de la infancia, la presencia amenazante de la muerte, el "amor y terror de las palabras" (para decirlo con la frase del venezolano Briceño Guerrero), las voces dispersas de la conciencia colectiva configuraron el fermento y hálito de obras como Las voces de Marrakesh (1968) o La lengua absuelta (1977), esta última inicia su autobiografía que consta de cuatro volúmenes. Unido a ello el testimonio del sufrimiento que experimentó casi en carne propia, al ser testigo de las “grandes” tragedias de este siglo –las dos guerras mundiales y los holocaustos de la humanidad generados por los aberrantes productos de ella misma (nazismo y estalinismo); o de las "pequeñas" tragedias que forman la vida del yo moderno y civilizado.
No es casual su vuelta a Kafka y la asunción de la influencia de este outsider de la literatura; de allí su extraordinario libro El otro proceso de Kafka (1969), ensayo en el que, a partir de las cartas del escritor checo, contrasta la figura del poder representada por el padre y la conciencia de las limitaciones del propio individuo. También, más distanciada, esa obra maestra titulada Auto de fe (1935), única novela escrita por el autor, en la que presenta ficcionalmente su obsesiva reflexión vital sobre el "corazón de las tinieblas" que habita al ser humano, esa oscura presencia del poder y el mal.
La conciencia del miedo y la destrucción que comporta el poder es, precisamente, una de las constantes que permea la obra de Canetti. Un relato del poder que bordea muchas veces el delirio y el sueño, que se construye sobre una tensión moral y casi metafísica, y en la que el poder es visto como un mal que corroe la naturaleza humana. De esa profunda conciencia es resultado su libro Masa y poder, obra capital de la producción de Canetti, concebida como la misión de su vida, iniciada en 1925 y terminada en 1960. En dicho libro, con su característica lucidez interpretativa y narrativa, hurga en las entrañas somáticas, antropológicas y patológicas del poder como fenómeno individual y social.
Al abrir Masa y poder somos sorprendidos por una frase aguijoneante: "Nada teme más el hombre que ser tocado por lo desconocido". Canetti, el hombre que vivió en la extrañeza, inaugura con esta aseveración su exploración acuciosa en la geografía oculta del poder, por lo que este supone como pulsiones frente a lo otro: temor, indiferencia, parálisis, agresión… Por eso dirá: "Sólo inmerso en la masa puede el hombre redimirse de este temor al contacto". La masa es indiferenciada, y en esa trampa o ilusión de igualdad, se siente a gusto.
Cuando aborda el caso de Hitler (y el nacionalsocialismo), que se apoyó en el sentimiento de masa de los alemanes de entonces y logró, a su vez, hacer de los judíos una masa:
Primero se los atacó como malos y peligrosos, como enemigos; luego se los desvalorizó más y más; (…); al final eran considerados literalmente como bichos a los que podía exterminarse por millones. Aún hoy se encuentra uno estupefacto de que los alemanes hayan ido tan lejos, de que hayan realizado, tolerado o ignorado un crimen de tales proporciones.
Si bien la meditación e interpretación del poder que expone Canetti en esta obra no se inscriben en las concepciones que sobre esta cuestión se pusieron en boga en los años 80 y 90, desarrolladas por autores como Michel Foucault o Jean Baudrillard, su visión se adentra en zonas poco abordadas de la conducta humana, constituyendo lo que podría llamarse una "arqueología fenomenológica del poder".
Leamos una cita extensa de este libro:
Quien ha trepado demasiado rápidamente a la cumbre, o quien ha logrado de otra manera apropiarse del mando supremo sobre tal sistema, por la naturaleza de su posición vive agobiado por el miedo de mandar y debe intentar liberarse de él. La continuada amenaza, de la que se vale y que constituye la esencia propiamente dicha de este sistema, se vuelve finalmente contra él mismo.
Descubrir en el relato mitológico, histórico y clínico las claves veladas de las experiencias tradicionales de dominación, su comportamiento simbólico, los arquetipos de sus avatares, es indudablemente un aporte fundamental que nuestra reflexión actual no puede desconocer. Una expresión como la siguiente referida a nuestro tiempo: "El poder es mayor, pero también es más fugaz que nunca", lo acercan, sin proponérselo, a las tesis más radicales de finales del siglo XX.
Canetti, el sefardí-búlgaro-británico, "discípulo" de Franz Kafka y Karl Krauss, nos ha legado una obra y una conciencia que recobra para nuestra sensibilidad la fuerza nutricia de la memoria y alienta nuestra disidencia frente al poder.
Referencias:
Canetti, Elías (1977). Masa y poder. España: Muchnik Editores.
Canetti, Elías (2005). Las voces de Marrakech / El testigo Oidor. España: Debolsillo.
https://es.wikipedia.org/wiki/Elias_Canetti
Gracias por su lectura.
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Excelente trabajo @josemalavem ; saludos.
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Publicado en 1935...
Sí, fue un error de tipeo y cansancio.
Yo apenas me estoy acercando a Canetti. Leí La lengua absuelta y ahora estoy leyendo Auto de fe. Pero veo que su obra es más densa, que merece ser leída y estudiada con más consideración. Y he sentido lo kafkiano en su escritura, y agradezco que se señalara ese punto, porque me parece que es un buen discípulo de Kafka. En su novela se puede observar esas situaciones absurdas y hasta caóticas que ocurren en la vida del personaje, a la manera de Kafka.
Gracias por leer mi post y tu atento comentario. Qué bueno que estás leyendo a Canetti. Su obra es cautivante, aunque difícil. Es un brillante heredero de Kafka. Saludos, @edujo.