Relato: Una huida discreta

in GEMS2 years ago

Nota de la autora: El siguiente relato es una secuela de En una noche de invierno.

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Fuente de la imagen: Pexels

El general Henry Wentworth miró sorprendido a Haddock, el mayordomo de su familia, cuando éste le informó que su hija Anne no había llegado en ningún momento a casa. Su esposa Grace y sus hijas Mary y Elizabeth le observaron con expectación. Lucius Rosedale, el prometido de Anne, preguntó entonces si había visto algo fuera de lo común a la joven señora ese mismo día en la mañana. Maddock le respondió que no había visto nada fuera de lo ordinario.

El general, con su característica discreción, dijo entonces que quizás Anne esté en casa de una amiga suya que se encontraba enferma en esos momentos, por lo que era posible que la joven regresara al día siguiente. Rosedale, poco convencido de aquél razonamiento, se limitó a informarles que los visitaría al día siguiente por la tarde.

Cuando el jurista se marchó de la residencia familiar, el general se volvió hacia su familia.

"¡Juro por Dios que esa niña me va a oír cuando regrese!", exclamó muy enojado.

"Podría estar, como bien dices, en casa de los Carroll", dijo Grace. "Quizás la invitaron a quedarse a dormir..."

"De haber sido así, habría avisado", terció Elizabeth. "Anne no es de aquellas que van a algún lado sin avisar".

"Es posible que tenga algún enamorado del que no sepamos nada", añadió Mary.

"¡¿Un enamorado?!", exclamó Grace.

"Coincido con Mary", dijo Elizabeth. "De hecho, creo que por eso últimamente tardaba en sus caminatas más de lo acostumbrado desde antes de que le dijeras que el señor Rosedale había pedido su mano en matrimonio".

"Si es así, la obligaré a que me dé el nombre de ese infeliz y a que termine con su relación de inmediato", declaró el general.

Faltaban tres horas para el amanecer cuando una criada de los Wentworth sacó por la portezuela de servicio una pequeña muda de ropa en una canasta, la cual fue recibida por una joven mujer de cabello oscuro y atavíos grises cubierta con una caperuza roja.

Charlotte Harding lloraba desconsolada cuando Anne le informó, a través de una nota, que se marcharía con Percy al África. Le pidió que le preparara una pequeña muda con la ropa más sencilla posible y todas las monedas de su caja de ahorros cosidos en esa misma muda.

Cuando se la entregó a Anne, la vieja doncella le informó todos los pormenores de lo acontecido tras el regreso de su familia. Le instó a que pensara bien las cosas, pues estaría cometiendo un error imperdonable.

Anne, agradecida por la palabras de quien fuera su nana, le replicó: "Lo sé, nana. Lo sé... Pero la decisión ya está tomada. Si no lo hago ahora, me arrepentiré".

"Se arrepentirá más si se va con el señor Dwinstore. Sé lo que le digo. El amor que usted siente por Percy es pasajero; un día, al despertar, verá que todo se ha extinguido".

"Lo sé... Y lo acepto", murmuró Anne con una sonrisa triste.

Abrazando a Charlotte, añadió: "Adiós, señora Harding... Y gracias por todo".