El Fumadero - De amores en la calle y de compras en la tienda [Relato].

in #appreciator3 years ago (edited)

De amores en la calle y de compras en la tienda


Soy el que hace las compras de la casa, al menos con regularidad y mucho más ahora que no hay ascensor en el complejo de apartamentos en el que vivo. Vivimos en el piso 21 y mi vieja no puede estar comprometida con semejante viaje, a veces me gustaría quedarme cómodo en cama viendo la existencia pasar, pero disfruto ir, salir y hacer las compras… Gracias a ellas aprendí que sales a la calle no importa para que, debes estar mínimamente presentable, una lección que nunca olvidaré.

Hace una semana (creo yo) estaba en el abasto de enfrente, compraba algunos alimentos y unos cigarrillos, cuando de pronto en uno de los pasillos vi a una muchacha de cabellos larguísimos, su cabello era largo y brillante, traspasaba la frontera de su cintura; aquello me sorprendió sobremanera. Aquella chica (creo yo la verdad no me fijé con claridad) estaba detallando marcas de productos cosméticos, la verdad ni lo recuerdo, lo único que recuerdo es que su mirada se cruzó momentáneamente con la mía a lo que yo respondí dándome la vuelta para que no pudiera ver mi cara, a pesar de que la pandemia nos obliga a andar siempre con tapaboca, no quería arriesgarme a que me viera en esas fachas de alguien que salió de su casa apenas despertar sin siquiera mirarse al espejo para ir a la tienda mas cercana.

Sin embargo, alcancé a detallar parte de su rostro, la única parte que nos permite el tapabocas, era muy linda, su rostro era muy lindo, nada fuera de lo común, pero de esos que puedes ver en la calle y correr el riesgo de quedar embelesado para nunca volver a verlo. Creo que a todos nos pasa, enamorarnos en plena vía publica de alguien que jamás conoceremos y que muy probablemente no volvamos a ver, en mis viajes de mandados a la esquina, a la panadería, al abasto de enfrente; enamorarse ocasionalmente se convierte en un pequeño placer, es como un suspiro de dolor y de vida, una ligera inspiración, algo que hace ameno el recorrido.

Pagué mis cosas y salí de la tienda tan rápido como pude, luego pensé en lo estúpido que fui al no haberla visto unos segundos más, que importaba si me veía como si yo fuese un mamarracho, nunca más volveríamos a cruzar miradas en la vida, y quizás olvidaría su rostro más rápido de lo normal.

Días después, quizás dos o tres días… había quedado con unos amigos para jugar a la pelota, el encuentro sería en la plaza cerca de mi casa, ya que allí hay un espacio propicio para la tarea.

Mi puntualidad como siempre traicionera me obligó a estar sentado en una banca yo solo, esperando por los citados para jugar, llevaba alrededor de treinta minutos esperando cuando de pronto la volví a ver. Era aquella chica del otro día, la vi a lo lejos dirigiéndose a la plaza, esta vez la vi de frente, era muy bella, figura esbelta, no muy alta, usaba lentes de pasta gruesa y el larguísimo cabello suelto, ajustado con una colita solo al final… Traté de verla discretamente para que no se percatase de mi presencia, fijé la vista en el piso como quien expresa su desencanto por la espera, luego de unos minutos cuando subí la mirada, ella se encontraba sentada a pocos metros de mí, en la misma banca.

Fue para mí toda una sorpresa, me gusta pensar que quizás aquel momento en el abasto en que cruzamos miradas ella pensó algo similar a lo que yo pensé cuando la vi… Pasaron cinco o diez minutos y allí estábamos, yo esperando a mis amigos y ella a no sé qué o a quien, quizás esperaba encontrarse con alguna amiga o amigos, a su novio o novia, quien sabe, no le di muchas vueltas a ello. Quería decirle algo, la miraba de reojo mientras ella buscaba con la suya algo o alguien (evidentemente estaba esperando a alguien) o eso era lo que me parecía… En ocasiones sentía como su mirada iba dirigida hacia mi persona, una mirada curiosa, quizás ella sabía que yo también la miraba con discreción, en algunas ocasiones nuestros reflejos se cruzaban; yo quería decirle algo, estuve maquinando en mi mente alguna frase lucida e ingeniosa de esas de galanes de telenovela, pero soy un cobarde para esa y para muchas otras cosas. Nunca pude permitirme esa osadía, y menos en un país como este donde no confiar en nadie y menos aún en la calle es la primera ley de la supervivencia.

Durante la espera ella esbozó un pequeño gesto de molestia de esos que haces cuando piensas en la gente impuntual y yo asentí con un ligero resoplido y la miré, encogiendo los ojos en señal de sonrisa (la sonrisa que sustituye a la convencional por culpa del tapabocas) ella me miró y por un momento pensé que su gesto sería de desaprobación, pero me devolvió la sonrisa, vi en su rostro una sonrisa o quizás era lo que yo quería imaginar y luego me dijo; “Que broma con las personas impuntuales” a lo que yo respondí “son una plaga”. No podía creer que ese pequeño e involuntario acto de rebeldía hacia mi preservación de la discreción diera tal resultado…

Inmediatamente después sentí una palmada en mi hombro, eran mis amigos quienes yo llevaba tiempo esperando, llegando eufóricos para comenzar la actividad deportiva. Le dediqué una última mirada y ella hizo lo mismo, fue casi como una despedida, ella en ese momento vio que tenía un mensaje en su teléfono, me dedicó una última sonrisa con la vista, se levantó de la banca y se fue, siempre reprocharé desde mis adentros a esos cuatro imbéciles por tardar demasiado y por no tarda un poco más, desde ese día para mí son los Cuatro Jinetes del Infortunio.

Hace unos pocos días volví a ver aquella chica, iba de camino como siempre para hacer unas compras, caminábamos por la misma acera, pero en sentidos contrarios. Mientras la veía aproximarse pensaba rápidamente que podría decir y muchas preguntas pasaban por mi mente “¿Debo saludarla?” “¿Se acordará de mí?”, mi cuerpo temblaba en ese momento y cada vez que nos acerábamos se hacía más intenso, ella parecía estar consiente de quien era yo así que hice un pequeño gesto con mi gorra cuando estuvimos lo suficientemente cerca el uno del otro, traté de decir “hola”, solo eso “hola” pero la palabra se quedó trabada en mi garganta a medio camino y solo yo pude escucharla… nos interceptamos y nos alejamos, yo me reprochaba lo tonto que fue todo aquello que hice, seguí caminando cuando escuché su voz diciendo lo mismo que yo pero con más decisión de la que yo poseía; “¡hey hola!” dijo mientras agitaba la mano y se alejaba. Mi cuerpo se puso en piloto automático, hice un gesto ridículo de saludo con la mano mientras seguía alejándome, intenté responder, pero las palabras no podían salir de mi boca y mi cuerpo no paraba de caminar y alejarse, volví mi cara hacia el frente y seguí caminando… pensando en miles de cosas entre ellas porque no pude detenerme y hablarle.

Jamás volví a ver aquella chica luego de eso, en ninguna plaza, en ninguna tienda o abasto, la casualidad me dio tres oportunidades y las desperdicié todas, no puedo reprocharle nada en este momento de generosidad que tuvo conmigo… Siempre me arrepentiré de no haber sido más osado, más valiente, pero cuando la vuelva ver si, esta vez sí lo haré y espero que aún se acuerde del chico desaliñado de la tienda.


fotografía tomada por A_Matskevich


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Muy buena historia ficcional (¿o no?). Los encuentros y desencuentros de o para el amor pueden ser tan indeterminados. Saludos, @risckylu.

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