El lenguaje como psiquismo y como poder social

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Cuando observamos en autores, el uso de ciertas reflexiones que reflejan la pasión de pasearse por terrenos excepcionales del conocimiento, logrando tan sólo decir sin percatarse “lugares comunes”, nos genera una suerte de mixtura de desconsuelo y rabia.

Con no poca frecuencia vemos cómo escritores de prestigio, suelen decir que en estos tiempos de cambios, cualquier conocimiento importante que nazca hoy, puede mañana (o pasado mañana) estar obsoleto. Lo dicen, lo dicen y lo vuelven a decir. Bueno, es cierto que la naturaleza dialéctica de las cosas y los razonamientos impone ¡siempre! que lo único que no se transforme sea el cambio mismo, pero no es verdad que revoluciones fundamentales en el mundo del conocimiento filosófico y científico, sea lo cotidiano. Probablemente los lapsos entre un cambio radical y otro, en la medida en la cual transcurre la historia, sean más cortos cada vez; pero realmente el posicionamiento de ideas que revolucionen la filosofía y la ciencia, suceden sólo de vez en cuando.

Entre el posicionamiento de la concepción newtoniana (que sostenía que el espacio y el tiempo “son absolutos”) y la concepción einsteniana (que sostiene que tales instancias son relativas; dependen de la velocidad del flanco espacial o temporal desde el cual se observen), llevó sin duda un lapso importante. También un tiempo considerable hay entre el posicionamiento de la noción “clásica” de la vieja economía, respecto al salario (en tanto “pago al trabajo”) y el posicionamiento de la ley económico-política de producción de plusvalía (la cual denota a ese asunto del salario como pago a la fuerza de trabajo, ¡mas no al trabajo!).

En el medio de disciplinas teóricas como la psicología (la cual hace tortuosa vida en el medio científico, aun con los déficits epistemológicos que comporta) y otras típicamente filosóficas (gnoseología, epistemología), es común ver que connotan, por un lado, que la materia prima del objeto “psíquico” ha de ser: el conocimiento; y por otro, que el carácter del objeto “cognitivo” ha de ser “psíquico”. Con ese pesado cadáver a cuestas, viene cargando por siglos, la academia.

A principios del siglo XX, en la naciente URSS, aflora de las entrañas del medio académico un planteamiento sobre el asunto de la relación lenguaje-pensamiento-realidad, el cual viene pujando sin cesar por posicionarse en el rol de revolucionar, no sólo esas vetustas y miopes psicología (que premia lo cognitivo) y filosofía del conocimiento (que premia lo psíquico), sino toda la tradición filosófico-científica. Puja, por lo demás, llena de esfuerzos profundos, de dinámicas en zigzag, de tragedias, en fin. Esta calificadísima gestión viene siendo liderada por el lingüista ruso Valentín Voloshinov (1895-?), cuya vida, por cierto, está impregnada de misterios (sobre todo, en lo que se refiere a su nombre real y a las circunstancias en las cuales se da su obra teórica, y su muerte misma). Pero el claroscuro unido a Voloshinov no se agota en el misterio las circunstancias de su vida y de su extraordinaria obra semiológica, sino que se expresa en el interés porque la revolución teórica que vive en la urdimbre de su planteamiento, no suelte las amarras.

Ni el psiquismo está constituido por ideas, ni las ideas tienen existencia (abstracta) autónoma. La materia prima del psiquismo es el signo, el lenguaje, la palabra, el gesto significativo. Ese material semiótico está impregnado por ideología (lo cual no es asunto distinto, a poder social). He ahí el eje central del planteamiento de Voloshinov. El psiquismo –nos dice en su obra central Markslzm i Filosofiia Lazka- “se alimenta de signos; de ellos obtiene su crecimiento; refleja su lógica y leyes. Si le privamos su contenido semiótico e ideológico, absolutamente nada quedaría. Fuera de esta raigambre, quedaría el puro acto fisiológico, sin que la luz de los signos hayan dado su integral significado a tal mundo psíquico”.

El conocimiento, la idea, así, tiene necesariamente que –tomando la bella y por lo demás aguda expresión de Voloshinov- hospedarse en el signo para tomar existencia.

Entonces, si el psiquismo (la conciencia individual, la mente, el mundo cognitivo) es una entidad esencialmente semiótica e ideológica, y si el conocimiento solo se sienta en el teatro si allí halla una butaca semiótica donde sentarse, entonces, tanto la psicología como la gnoseología, tendrían que asumir buena parte del objeto lingüístico.

Decimos hoy. La condición fundamental para la cual la adolescente disciplina comúnmente llamada psicología, pueda eventualmente transformarse en ciencia, está asociada a advertir la materialidad de su objeto; vale decir: la naturaleza semiótica del psiquismo. “Todo signo ideológico es no sólo un reflejo, una sombra de la realidad, sino un segmento material de esa misma realidad”. Seguir transitando por el pantanoso camino de connotar al psiquismo como un objeto abstracto, eidético, cognitivo, es eternizar su condición de vulgar ideología. El hábitat del hacer científico es la materia. Desde la elementalidad de la física, hasta la complejidad de lo semiótico.

También decimos hoy. La condición fundamental para la cual las diferentes manifestaciones de la miopemente llamada “filosofía del conocimiento”, puedan ser racionalmente toleradas por la tradición científica, está asociada a la asunción de que sin hospedaje lingüístico, ¡no hay pensamiento!


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