La fórmula de los Romances Juveniles para escribir tu propia novela

in #cervantes4 years ago

En los últimos años ha habido una proliferación sin precedentes de historias de amor adolescente. Pudiera decirse que todo comenzó, en medio del boom de las historias catalogadas como Young Adult de Harry Potter y The Hunger Games, con la triste y romántica The fault in our stars; a partir de allí, comenzamos a ver más y más historias que guardan similitudes de forma entre sí. Si te gustan este tipo de historias, te animo a que escribas una siguiendo lo expuesto en este post, pues voy a revelarte los elementos comunes de estos teenage romances.

La iniciación y el amor

La Literatura define como novelas de iniciación o novelas de formación, las historias que retratan la transición de la niñez a la vida adulta, que no es otra cosa que la adolescencia. Por estar justo en medio de abandonar la niñez y con las ansias de enfrentarse al mundo de los adultos, del cual ya se siente parte aunque no se lo reconozcan, el adolescente es el personaje perfecto para la batalla. Es sabido por todos que un joven entre los catorce y los dieciocho años (a veces hasta un poco más) es un ser inconforme con su entorno, rebelde, alguien que busca cambiar la forma en que su vida ha sido conducida hasta entonces por sus padres, maestros, responsables, y quiere a partir de ahora, tomar las riendas de su propia existencia y ser artífice de su destino. Quiere soñar y perseguir sus sueños con determinación, cueste lo que cueste.

Dentro de este proceso de crecimiento, el amor juega un papel fundamental. El descubrimiento de la atracción sexual es propia de la adolescencia y obviamente si estamos hablando de romances juveniles, tiene que haber amor. Logrado o no, correspondido o no, obtenido y vuelto a perder, no importa. Los caminos del amor son intrincados y mientras más dificultades se presenten, mejor para la trama. Que el final sea triste, alegre, o abierto, queda a elección de cada quién, así como el destino de los protagonistas, si quedan juntos o separados. Lo importante es que se cuente una historia de amor, con demostraciones efusivas y locuras cometidas en su nombre.

El road trip y la exaltación de lo "mediocre"

La adolescencia es un viaje y ¿qué mejor manera de representarlo que con un viaje, literalmente hablando? Siempre son mejores los viajes largos y por carretera. Cruzar el país al mejor estilo de Sal Paradise en la novela de Kerouac es una oportunidad para que los personajes entren en contacto consigo mismos y con el mundo en general. Puede ser un viaje con un destino concreto al final, como el que realiza Quentin persiguiendo a Margo en Paper Towns, o pueden ser varias escapadas breves, como las que realizan juntos Violet y Finch en All the bright places, pero viajar es una buena herramienta para ayudar a conseguir esa transición, el destino de ese viaje que es la adolescencia.

Por otro lado, atrás quedaron los héroes y heroínas de antología. Diría que a partir de Madame Bovary, mientras más imperfecto sea un protagonista, más empatía ganará con el público. Por eso, la mayoría de estos romances juveniles no cuentan con estrellas, sino con seres mediocres, marginados, llamados de forma despectiva freaks. Jóvenes conflictivos, con problemas de drogas, impopulares, víctimas de bullying por parte de sus compañeros de secundaria, pero que escondan en su interior algo especial. Es así en The perks of being a wallflower, una de las más exitosas historias del género y el mejor ejemplo para este punto. Lo vital es tomar esa mediocridad, eso que otros han rechazado y darle trascendencia, reforzando el mensaje de que todos somos especiales, no importa si eres un nerd, si no eres un buen atleta, o si vas en contra del canon establecido de popularidad en tu entorno. Eres especial y mereces amar y ser amado.

La sombra de la muerte

Las leyendas orientales dicen que lo que impulsó a Siddhartha Gautama a buscar el camino de la iluminación hasta convertirse en Buda fueron tres encuentros con la vejez, la enfermedad y la muerte. Por lógica, el primer elemento no tiene cabida en estas historias juveniles, pero las otras dos sí pueden aportar mucha fuerza emocional a la trama, sobre todo si deciden fusionarse. La sombra de la muerte eclipsando la vida de alguno de los protagonistas, o de ambos, puede ser provista por un accidente como en el caso de If I stay, película que literalmente refleja ese punto entre la existencia y lo que sea que hay más allá; también puede pertenecer al pasado de los personajes, como en el caso de Violet en All the bright places; o no ser letal, como en el caso de Aimee en The spectacular now que es arrollada después de discutir con su novio Sutter.

Si bien los accidentes pueden cambiar la vida de los protagonistas en un instante, pero hay mucho más drama en una enfermedad letal. The fault in our stars es un claro ejemplo de este elemento que luego explotaron dramas como Now is good con Dakota Fanning, o la más reciente Five feet apart, que no sólo le otorgó condiciones médicas insoportables a ambos protagonistas, sino que los condenó a permanecer separados, a riesgo de provocar la muerte del ser amado con su cercanía, ¿no es este acaso el epítome de un romance trágico?

Ahora bien, si quieren hacer un estudio retrospectivo sobre estas historias de amor y enfermedades mortales, el gran éxito de John Green no fue, ni de cerca, pionera en su uso. Previa a The fault in our stars, tenemos la japonesa Crying out loud in the center of the world de 2004, o la más conocida y cariñosamente recordada A walk to remember, con Mandy Moore del año 2002; ambas muy recientes si se comparan con Love Story, la famosa película de 1970 con Ali MacGraw y Ryan O'Neal, poseedora del perfecto e irrepetible título para un drama como estos.

Agua y aceite

La mención de Love Story trajo a mi mente un penúltimo elemento muy importante y también común en muchas de estas historias: la aparente incompatibilidad de los protagonistas. En ese drama de 1970, Oliver y Jenny pertenecen a diferentes clases sociales y esa diferencia condiciona y amenaza su relación, tanto como la enemistad familiar entre los Montesco y los Capuleto en el drama de Shakespeare. Pero la diferencia se puede presentar de otra forma: el chico malo y la niña buena, como ocurre en las ya mencionadas The spectacular now, Five feet apart y A walk to remember; el chico algo soso y la chica rebelde como en The perks of being a wallflower; la estudiante destacada y rubia y el freak afroamericano, como en All the bright places.

Pero también puede ser una diferencia de estilos en el mismo gusto, como la música clásica de Mia y la banda de Rock de Adam en If I stay; lo cierto es que la marcada diferencia entre las condiciones de los protagonistas es atractiva porque genera las bases para que ambos salgan de su zona de confort en nombre del amor. No es lo mismo que un chico romántico lleve un ramo de flores a su amada, a que el motorizado drogadicto que nunca tiene un gesto con nadie, aparezca un día con una única flor, robada de algún jardín probablemente, para entregarla como una ofrenda que lo deja en evidencia. En este caso es mucho más significativo porque el ser rudo se vuelve vulnerable al exponerse, como cuando Landon le construye el telescopio a Jamie, o le cumple el sueño de estar en dos lugares a la vez en A walk to remember.

Literatura y pseudo literatura

Todas las historias que han sido mencionadas en este post han pasado del papel a la gran pantalla. Con la excepción de la novela japonesa de Kioychi Katayama, todas las demás obras son novelas de género y no Literatura, con mayúscula. Y es así porque sus autores no perseguían un logro literario sino comercial y de amplio alcance. No estaban sólo escribiendo, sino creando un producto para el consumo masivo. Sin embargo, algunos de ellos se apoyan en pilares de la Literatura universal. Finch es lector asiduo de Virginia Woolf en All the bright places, por ejemplo; y en ese punto, John Green es un experto: Paper Towns hace referencias a Walt Whitman; Looking for Alaska, desde el epígrafe menciona El general en su laberinto de Gabriel García Márquez y la misma The fault in our stars tiene una referencia literaria en el ficticio autor favorito de Hazel Grace y en el diario de Ana Frank que se materializa en su casa-museo. Aunque muchos pudieran criticar este apoyo de lo no-literario sobre lo Literario, no debe criticarse duramente ya que muchos jóvenes salen del cine a comprar estas novelas y por ellas entran en contacto con nombres como Whitman o Woolf, cosa que hay que agradecer.

Finalmente, un toque extra

Resumiendo, tenemos: protagonistas adolescentes enamorados, marginado al menos uno de ellos y en preferencia opuestos; la carretera, como motivo o como apoyo; la exaltación de lo mediocre, lo diferente; la sombra de la muerte, presente en un accidente, duelo, o una enfermedad, mientras más grave y rebuscada, mejor; y el apoyo en algún titán literario. Claro está que no necesariamente hay que hacer uso de todos estos elementos en una misma historia; basta con algunos. Pero hay que agregar algo más, añadir un toque extra. Una idea puede ser trabajar una historia homosexual, o emplear el arte. Alguno de los protagonistas puede escribir, bailar, pintar o dibujar. El arte agrega sensibilidad a los personajes, aún cuando no la demuestren a los demás. Otra idea puede ser dar un giro distinto a la trama. Me before you no es un romance entre adolescentes, pero la trama tiene muchas de las características que hemos descrito y Lou tiene el encanto de una teenager; además, la historia da un giro especial a la aparente incompatibilidad entre ella y Will, ya que él está postrado de por vida en una silla de ruedas.
Entonces, repasa los elementos de la fórmula, escoge algunos y agrega un toque único. Es todo lo que necesitas para escribir un romance juvenil y quién sabe, quizás algún día Netflix compre tu novela y la transforme en película. A escribir, entonces.

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