Se repiten cada día, aunque no hay dos atardeceres iguales. Siempre hay algo diferente, la luz, las nubes, la perspectiva, los ojos del que mira..... Cada matiz ofrece sutilezas que hacen única cada puesta de sol.
Este día la casualidad quiso me me encontrara en la Cueva de la Hechicera. Desde su entrada pude contemplar como montaña y estrella coincidían de una forma perfecta. El círculo y el triángulo se fundieron lentamente.
Veo esta montaña cada día, a la hora de la puesta de sol. De este modo, fue la primera vez. En un acto de "serendepia" tuve la suerte de estar en el sitio adecuado a la hora idónea. Así pude descubrir una de las puestas de sol más hermosas que he visto.
Salir de la oscuridad de una cueva e inmediatamente visualizar como el astro rey corona la montaña piramidal es mucho más de lo que la foto puede reflejar.
Rindo honor a estos regalos y que ¡sepamos disfrutarlos!
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