26-11-19 y 31-10-19

in #cervantes4 years ago (edited)
En el último tiempo me ha costado escribir. Escribir en serio. Al menos ya no puedo hacerlo con la misma sensación de antes; la de la caída. Una vibración y vació unisonó que me dejaba exhausto y satisfecho. Estas son notas que recogí esta semana. Pienso hacer una un relato con ellas.

26-11-19

Héctor me condujo a través del corredor con los pasamanos y las columnas adornados con flores amarillas y negras hasta el apartamento de la gitana. Estaba tendida en la azulada penumbra de la última habitación. Acostada en un camastro angosto, lo que me pareció una caja de fosforo, envuelta en un mantel blanco con las puntas amarillas, las manos arrugadas cruzadas temblando en el regazo, sonrió. Héctor, en el umbral, se mecía las manos y movía el pie con impaciencia. Siéntate, hermano, dijo al notar mi mirada, haciendo un gesto que envolvió la estancia; minúscula. Los muebles estaban brillantes por el uso. Había un gran espejo rodeado de figuras de santos de cerámica. La mesa de noche estaba desordenada; retratos oscuros con fotografías consumidas al tiempo, cabos de vela y frascos de medicina vaciados. Una luz pulsante, como un corazón agonizante. Hacía calor. Me senté en una butaca cerca de la cabecera. No he podido conseguir más medicina, hermano, tienes que venir a verla. Le tome la mano a la anciana. Aun sonreía. No pude decir nada. Murmuro algo y la saliva le corrió por el mentón. Que dice, le pregunte a Héctor. Que si la ves, dijo. Claro que te veo, gitana, aquí estoy. Sonreía. Volvió intentar hablar y se ahogo. Al final negó suavemente. Tomé sus manos entre las mías para calmarla. La habitación olía a fármacos y a esa humedad pegajosa que siempre es el aliento de lo peor.

Claro que te recuerdo, gitana. Supongo que el club, mi relación con la gitana y la presión de las clases pertenecen al pasado. Un instante. Podría ser solo eso; sin embargo, me parece ver algo más allá en aquel tiempo. Algo más en aquella sala de esperanzados que encontré en tu casa, gitana. Hay épocas que se mantienen inalterables. Sin que la fuerza destructora del tiempo pueda irrumpir. Sin alterar nada de su estado original. Una piedra, una única y solitaria piedra, en un rio.

Todo comienza con la historia de Marlena; la historia de Marlena a su vez, es muy corta: Estaba terriblemente enamorada. Marlena creía en el pasado. Si consultaba a la gitana no era para prever su futuro o ilusionarse con las promesas del porvenir. Al contrario, era para que le contaran la historia de su pasado y poder oírla como quien decide emprender un viaje en autobús por un camino largo, y disfrutar con el paisaje visto por la ventana. Le gustaba recorrer la piel de su historia como contemplar su cuerpo en el espejo. Inquiría a la gitana que hubiera ocurrido de no haber hecho un acto, no como un hecho que trajera consecuencias en su presente, sino, como ordenando su casa, cambiando los recuerdos de sitio para verlos mejor.

Ella me llevo por primera vez.
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Fuente:https://pixabay.com/es/illustrations/habitaci%C3%B3n-muebles-sof%C3%A1-apartamento-2066402/

31-10-19:
Al final de la mesa del comedor, en el otro extremo de la cabecera, fijado a la pared en un marco viejo, está un cuadro sobre una acogedora casa rodeada de abedules, con un camino de tierra y una laguna. Es una pintura muy antigua. Desde mi infancia ha estado allí. Nunca había llamado mi atención. En el último tiempo, no obstante, mi mirada se ha visto atrapada en la contemplación del bosque, calmado y tranquilo, alrededor de la casa. No lo hacía de manera consciente, sino con ese mirar lento y arrastrado propio del aburrimiento. Entre las comidas o en las pausas de una conversación me sumergía por completo en la imagen, casi respirando el aroma de hojas marchitas y agua estancada. Hasta darme cuenta que quería escapar. Mi vagar por el bosque y la silenciosa paz de la casa, como la imagen de un bello sueño, eran signos de malestar y desesperación. Buscaba extraviarme como los ludópatas en el torbellino del juego o como los desorientados que andan hasta olvidar sus pasos por las calles. Recordé entonces a mi padre hacer comentarios en varias comidas familiares acerca del cuadro. Mientras comíamos se quedaba viendo la casa hasta que alguien llamaba su atención o hacia un comentario, y volvía sonriendo, con un ligero suspiro. Una vez mi madre, al quedarnos todos en silencio, le pregunto que tenía. Nada, respondió, estaba pensando que las personas que viven allí deben sufrir mucho.

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Fuente: https://pixabay.com/es/photos/png-marco-dorado-oro-cuadro-dorado-2663750/
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Muchas gracias por la atención a mi texto, y por su apoyo.

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Se te escaparon unos errorcitos en el párrafo de presentación.

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