Diario literario: Pandemia psicológica/ Trasformaciones

in #cervantes3 years ago (edited)

Pandemia psicológica

Desde el balcón veo la ambulancia: ha aparcado frente al edificio. En otro momento, ni siquiera hubiera reparado en su instalación; un suceso más en el conjunto de cosas vistas y apenas recordadas. Ahora, sin embargo, su permanencia es una perturbación del paisaje. Los dos enfermeros que bajan el equipo médico y la camilla, se vuelven, por la relación subterránea y secreta de todas las cosas, en símbolo de la enfermedad. Enfermedad que, al mismo tiempo, es una faceta de la muerte. La muerte como miedo original a lo desconocido. Desde los demás balcones alcanzó a ver rostros expectantes y alarmados. Para consternación y angustia de todos los presentes, también se podría decir desgracia, la ambulancia se ha detenido el tiempo justo para cargar con su desafortunado pasajero, sin permitirnos un minuto de reconocimiento.

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Un nuevo tiempo se inaugura en la residencia. Los carteles de advertencia y medidas sanitarias aparecen por todas partes. La sombra de una duda velará cada rostro antes conocido, los saludos amables degenerarán en una mirada de soslayo, escéptica, y los espacios de convivencia, convergen en tierra de nadie, tierra hostil. Ahora el otro se trasforma, a causa del miedo, en un ente de desconfianza absoluta. De este modo, nos pertrechamos en familias, en tribus, en nuestro último reducto, nuestro último espacio, un balcón abierto a un mundo completamente trasformado.

Trasformaciones

Los Teques es una ciudad anodina. Sin embargo, es asombroso constatar las trasformaciones que opera el tiempo, incluso en un sitio en apariencia inmutable. No quisiera indicar, aun así, que es completamente aburrido, sin atractivo, sino que sus habitantes pocas veces tienen la ocasión de experimentar expectación por algún evento. Tampoco existe una proliferación de cultura ni espectáculo; no existe ningún cine; subsiste, apenas, una librería; a pesar de todo, los cafés, una ralea de tiendas con cierta elegancia, aún sobreviven. Las costumbres de los ciudadanos, el auge de unos establecimientos en detrimento de otros, los saludos entre conocidos, los distintos matices de las miradas cruzadas en la calle, quiero decir que toda esa idiosincrasia, en conjunto o aislada, es un reflejo de la naturaleza de la ciudad.

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Esta naturaleza no es perpetua, sino que es maleable según los cambios y contingencias, según las épocas, el tiempo, la generación. En mi edad escolar, por ejemplo, el Gran Casino era un hotel modesto y elegante, un signo de modernización. Seguramente fue proyectado y luego construido con la ilusión de albergar visitantes de Caracas, ya que Los Teques era considerado un punto de paso, de relajación, de dormitorio cómodo. En los siguientes reveses y vericuetos del tiempo, el hotel inició un proceso de podredumbre, languideciendo junto con toda la calle donde se ubicaba. La heladería de la esquina, punto de encuentro entre estudiantes, explotó por un descuido en la cocina; las demás tiendas de la avenida fueron cerrando y trasmutándose locales que, al poco tiempo, también se encontraban clausurados. El hotel, entonces, sin mucha resistencia, comenzó a ofertar comestibles y se convirtió en una casa de cambio. Durante la pandemia, debido a sus espacios disponibles y deshabitados, se convirtió en refugio para personas infectadas que, no contando con otro domicilio, temían contagiar a sus familiares.

Muéstrame un edificio, supongo, y te contaré la historia de toda la ciudad.

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Muchas gracias por la lectura y el reconocimiento de mi trabajo :)