Galletas de avena // Cuento

in #cervantes4 years ago (edited)

Cada tarde, cerca de las 4:30, suelo sentarme a tomar mi taza de café, fumarme un cigarrillo y comer galletas de avena, mis favoritas. Ya es una rutina que muchos de mis conocidos saben, ritual que intento cumplir fielmente. Mi esposo solía pasar por aquí para sentarse a tomar el café conmigo, claro, cuanto usted se lo permitía oficial. ¿Sabía usted eso? Porque supuestamente usted sabe muchas cosas de mucha gente, cosas que no quieren que nadie sepa. Mi esposo solía hablar de usted cuando comenzaron a trabajar como policías. Decía muchas maravillas de usted. Y recuerdo que usted solía venir mucho a nuestra casa a cenar o almorzar hasta que perdí a mi bebé. Alfredo era una persona muy entregada a su deber, siempre queriendo proteger a los demás, no me extraña que lo hayan matado por eso. ¿O no fue así? ¡Por favor, cuénteme cómo fue!

La verdad, no debería. Todo está en investigaciones todavía. ¡Sabe usted muy bien como son las cosas en la oficina! Y si se enteran que le conté lo que pasó me puede caer la de San Quintín.

¿Pero no es usted su propio jefe en la oficina? Usted es el dueño de la ciudad ahora ¿Qué puede pasarnos al hablar de mi marido? Además, nadie nos está escuchando más que mis flores. Ya he perdido todo qué más puedo perder.

Simplemente no puedo, y no lo haré. Respetaré la investigación como estoy seguro que lo haría su Alfredo. Y solo quiero aclararle que no soy dueño de nada. El alcalde me está poniendo a cargo de un equipo importante que va a estar encargado de ciertas cosas que tampoco puedo conversar con nadie, nisiquiera con mi propia esposa. Muchas de las cosas que ahora sé no puedo conversarlas con nadie y no solamente porque puedo perder mi trabajo, sino porque puede traer muchos conflictos en otros aspectos. Quiero decirle que sus flores están muy hermosas, me imagino que sigue abonándolas con la borra de café y las conchas de cambur.

Fuente

Entiendo. Sí, esta mañana las aboné. Una lástima que ahora llueva tanto, hacía años que no llovía de esta manera. De seguro mis flores se vería más radiantes. Ojalá, pudiésemos hablar de cómo murió mi esposo, porque así pudiese contarme cómo fue que planeo todo para que fuera asesinado por uno de sus protegidos. Yo lo sé Armando, yo lo sé. Sé que usted es el hombre que han puesto a cargo del nuevo contrabando de gasolina, que usted es la persona que está encargada de llevar la fiesta en paz con los altos cargos de militares de la ciudad. Y no lo niegue por favor. ¿Creía que nadie se da cuenta de la nueva casa que compró? ¿El carro? ¿Cree que Ana no me ha contado de las fiestas que ha tenido que hacer? Yo también tengo mis contactos, no solo su esposa. Tranquilo, no va a tener que matarla como con Alfredo. No intente sacar su arma ni llamar a nadie, no podrá. Se acuerda de el muchacho que le dicen Mañiña o, bueno, le decían, porque esta mañana apareció muerto por el gimnasio. Que para su información su nombre era William Eduardo. Que es el mismo al que usted le pagó para que le disparara a Alfredo. Él me contó todo, yo lo conocí antes que usted. Sé que le tendió una trampa cuando le dijo que iban a buscar a un muchacho que han estado buscando por tráfico de droga. Pero al entrar al callejón comenzó una falsa balacera y allí William le disparó tres veces por la espalda. Espalda que usted debió estar cuidando. Lo dejó solo. Eso fue lo que pasó. Sé que Alfredo estaba recolectando información para destapar lo del contrabando de la gasolina con personas más importantes que el gobernador y el alcalde. La secretaría del gobernador, ¿sabe quién es?, es misma mujer que usted violó hace unos meses en una de las fiestas que hizo para el alto mando militar donde llegó con niñas como regalo, y recalco, como regalo; esa misma secretaría que hasta hace unas horas estaba bien y para mañana será una persona desaparecida, como yo dentro de dos días, esa misma secretaría había estado ayudando a Alfredo. Pero no se preocupe, que no podrán evitarlo. Ya no importo si yo muero, la muerte de Alfredo, la muerte de la secretaría. Y si se trata de usted mucho menos importa, porque morirá con todos nosotros, ahora, en un momento. ¿Disfrutó el café? ¿Le gustaron mis galletas de avena?