Cuando niño le temía a mi padre y no porque me golpeara, que nunca lo hizo, sino por sus sermones qué me llenaban de arrepentimiento, ya grande se invirtieron los miedos, según mi hermano, que le dijo un día a papá, que a mi no me regañaba porque me tenía miedo. Se salvó, porque a papá le dio risa.
Del mar, un poco las espinas al comer pescado.
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