Me estoy poniendo vieja

in Catarsis2 years ago


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Imagen de mi archivo personal

Me estoy poniendo vieja

No lo quería aceptar, pero debo aceptarlo: me estoy poniendo vieja. Todo comenzó la semana pasada o tal fue el año pasado, cuando por primera vez me enfermé y debí ir al médico. Ya en ese momento el médico puso en el tapete mi edad como motivo de mi enfermedad: “También cuando uno llega a cierta debe cuidarse de no hacer algunos desarreglos, señora”, me dijo con su rostro de veinteañero que tiene todas las primaveras pendientes. En ese momento perdí mucha masa muscular y quedé con una delgadez que ya quisiera una modelo haber tenido. Pero cuando vi al espejo, lejos de agradarme la esbeltez que estaba viendo, observé una piel flácida y mucho hueso que me dejó más deprimida que Adán en el día de las madres.


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Con esa imagen en mi retina empecé a buscar por internet cómo podía aumentar de peso. Pues resulta que después de los 40, en la vida es más fácil perder que ganar, y no solo estoy hablando de amores o de amigos, también de masa muscular. Leí innumerables páginas y todas me decían que debía tomar vitaminas, hacer ejercicios y comer más proteínas. Comencé con esto último: al primer día desayuné, almorcé y cené de acuerdo a las instrucciones de un gurú fistness: pechuga de pollo, avena, cambur, huevos. Al segundo día, la nevera estaba vacía porque las porciones que había comprado para toda la semana, debí comerlas en un día. Imposible que un venezolano, con la crisis que tenemos, pueda hacer esta dieta calórica: mal lugar para envejecer, pensé desesperanzada.

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Sin darme por vencida y buscando el impulso que tiene un enratonado para salir de la cama, me inscribí en un gimnasio y comencé a asistir. El primer día, el entrenador me puso una rutina aparentemente fácil: agacharme varias veces. Cada vez que me agachaba, mis huesos parecían las bisagras oxidadas de una puerta que tenían años sin abrir. A pesar del crujir de mis rodillas y mi pena por semejante ruido, pude completar varias series de sentadillas. El detalle fue después de unos minutos de descanso, como si una gandola llena de sandía me hubiese atropellado, no podía levantarme ni caminar por culpa de un dolor fortísimo en los huesos. El entrenador me recomendó tomar diclofenac y varias vitaminas.

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Entonces, la semana pasada fui a la farmacia a comprar todas esas vitaminas que a mi cuerpo le faltaba. La lista parecía una cartilla, desde la A hasta la Z: vitamina C, B, D, ácido fólico, cloruro de magnesio, colágeno, biotín. Cuando estaba en la fila se me presentó la prueba palpable de que los años no pasan en vano. Frente a mí, estaba una señora de unos 60 años más o menos que volteó y empezó a llamarme señora, no joven, no hija, no muchacha. No. Me llamaba señora, una y otra vez en una perorata de acontecimientos gatunos.

Tal vez el tono con el que he llevado este relato hasta ahora es medio jocoso, pero llegar a la vejez es una cosa seria, especialmente en nuestros países en los que viejo es sinónimo de inservible, estorbo y enfermedad. Es difícil en este país, Venezuela, en el que las unidades de transporte dejan a los ancianos varados en las paradas, en donde una pensión sirve solo para comprar un paquete de harina de maíz, en donde los hijos se van buscando mejor futuro y dejan el nido vacío con padres enfermos. Ha sido triste y difícil envejecer en todas las épocas, pero en esta mucho más. Particularmente quiero, a pesar de las arrugas que ya se van asomando al rostro y algunas canas que ya tiñen mi cabello, mantener este espíritu de 20+20 y este corazón siempre despierto e intranquilo a pesar del dolor de huesos que muerde en estas noches frías. Y dejo esto hasta aquí porque debo irme a tomar las pastillas y no recuerdo para qué.

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HASTA UNA PRÓXIMA OPORTUNIDAD, AMIGOS

Sort:  

Excelente escrito como todos los tuyos mi querida amiga, @nancybriti. No sé si algún día pueda acostumbrarme al envejecimiento, porque los achaques se multiplican sin pausa y pueden limitar muchas actividades. Habrá quien diga que todo está en la mente y quizá sea así. Trato de no dejar que los males del cuerpo me roben los momentos de alegría, pero echo mucho de menos la salud y la energía de otros tiempos. Tómalo con calma amiga mía. Que estés bien. Un fuerte abrazo desde Maracay.

Amigo, tiempo sin saber de ti!! Pues, al igual que tú, trato de mantener ese espíritu que me caracteriza, pero me doy cuenta que, a veces, el cuerpo no acompaña. Jajajaja. Creo que la palabra es aceptación: aceptar que el tiempo pasa y algunas cosas cambian. Debería haber un botón que sirviera para posponer la vejez para cuando uno en realidad se sienta viejo. jajaja. Te abrazo desde esta orilla, amigo!!

Buen relato catártico, recreado con cierta ficción, supongo. El problema no es el envejecimiento, proceso inevitable desde el que nacemos, sino la sobrestimación de la juventud ("puer aeternus", le dicen), que no permite asumir la conciencia de la inexorable declinación. Saludos, @nancybriti.

Jajajaja. Y dime yo que hasta hace poquito me sentía inmortal y renegaba de cualquier pastilla!! Creo que tendré que abandonar ese "yo" juvenil habitual de los que se niegan a aceptar el paso de los años y mantener la sorpresa en la mirada para ver si a sí conjuro el tiempo. Te abrazo fuerte, @josemalavem

Buenas. Su post ha sido propuesto para ser votado a lo largo del día por el witness @cervantes. Un saludo

Encantada y emocionada por ser considerada para vuestro apoyo, amigos!! Desde ya, gracias

Ya lo dijo alguien, querida @nancybriti: no es país para viejos. Hay que envejecer lo mejor que se pueda, pero estoy de acuerdo contigo: envejecer es una lata, para decirlo suave. Todos esos gurús que andan diciendo que la ancianidad es la mejor etapa de la vida hablan bosta de vaca.
Aparte: muy buen texto.
Un abrazo.

Querido mío, tiempo sin verte!! Espero que estés bien y que en cualquier momento podamos ponernos al día sobre los últimos acontecimientos. Nos debemos varios abrazos, uno por aquí para ir adelantándonos!! Abrazos para ti