My entry to the "My first ever HIVE BLOG POST challenge"

in The LIFESTYLE LOUNGE4 years ago (edited)

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I still remember the emotion I felt when I learned that there was a platform like Steemit/Hive that allowed you to share content on any topic that you liked to write about and earn rewards for it. It was really a revelation for me!

I have always liked to travel and write (I'm a journalist), but as a reporter I rarely did articles on those topics that I liked, so Hive became from the beginning the place where I could share my travel experiences, and that was what I did from the beginning of my way here.

At first it was difficult for me to use the necessary elements to make the post look beautiful, but little by little I was learning although I think I still have a long way to go, my posts are still visually simple.

I liked going back to remember my first post here, especially since it is a trip that I consider my favorite. It's great to be able to share it again because at that time almost no one saw it hahaha. Thanks @jaynie for this opportunity!

It's a bit long and in spanish, but here it goes...


My first ever HIVE BLOG POST

Published on November 25, 2018
6 upvotes / 0.00$


Crónica viajera = Roraima - Venezuela: Una excursión de otro mundo

Justo en estos días, hace 4 años, hice un viaje que me impactó la vida en muchos sentidos, por eso quiero compartir con ustedes un artículo sobre esta extraordinaria travesía que ofrece el sur de Venezuela y varias fotos que hice y me hicieron allí. Fue publicado en una revista impresa que no tuvo mucha difusión y tampoco se rodó por medios digitales.

¿Por qué decidiste venir al Roraima? Me preguntó uno de los guías con los que emprendí la aventura hacia la emblemática montaña amesetada o tepuy. “Quería ver algo extraordinario”, le respondí, y él sonrió haciéndome saber que estaba en el lugar correcto.

Hay miles de excursiones que se pueden hacer en el mundo, unas suaves, otras más exigentes, algunas más largas que otras, pero entre todas esas, hay lugares extraordinarios que más que una excursión pasan a ser sitios que nos habitarán para siempre. Así es Roraima.


Nunca había estado en Canaima, ese gigantesco Parque Nacional de tres millones de hectáreas al sureste de Venezuela en el estado Bolívar, famoso por los paisajes de la Gran Sabana y sobre todo por tener tepuyes, esas montañas con cimas planas poseedoras de flora y fauna endémica, que no existe en otra parte del mundo.

Siempre había querido ir, en otro viaje coincidí con una turista sueca y ella dio por sentado que yo como venezolana amante de las excursiones, ya había hecho el trekking del Roraima, cuando le dije que no ella exclamó asombrada: ¡pero si está entre los cinco mejores de Suramérica! Después de sentir vergüenza por no haber ido aún, comencé a planificar seriamente mi encuentro con este tepuy.

Buscando en Internet supe que había muchas agencias que ofrecían la excursión, que dura seis días, y también estaba la opción más económica de contratar guías independientes. Como en ese momento no tenía equipos propios como carpa, aislante o implementos de cocina para acampar, tomé la opción de una agencia que incluía todo eso y era económicamente accesible. Escogí entre las fechas que tenían y me incluyeron en un grupo.

El siguiente paso era ver cómo llegar hasta Santa Elena de Uairén, el poblado más importante de la Gran Sabana, a sólo 15 km de La Línea, punto de control fronterizo entre Venezuela y Brasil, que cuenta con todo tipo de servicios y desde donde comienza el viaje hacia el Roraima.

De la capital del país, Caracas, hasta Santa Elena de Uairén son 1257 km, más de 20 horas de viaje por tierra. Mientras que de Puerto Ordaz, capital del estado Bolívar, son 587 km, aproximadamente ocho horas rodando. Decidí irme en avión hasta Puerto Ordaz a primera hora de la mañana y al llegar 60 minutos después fui al terminal de autobuses que queda muy cerca. Me apresuré a comprar mi pasaje a Santa Elena de Uairén, porque a veces hay mucha gente y se agotan pronto. Listo, mi salida estaba prevista para las siete de la noche de ese mismo día.

Lo malo de viajar de noche es que no se pueden ver los paisajes, pero mientras el autobús avanzaba iba imaginando cómo sería en vivo y directo la Gran Sabana, luego de haberla visto en tantas fotos y algunos programas de televisión. Durante el trayecto nos pararon unas tres veces en puntos de control para ser inspeccionados. En el último lugar en donde nos bajamos para ser revisados, ya amaneciendo, tuve mi primera visión de este lugar único en el mundo, orgullo de Venezuela y decretado por la Unesco en 1994 como Patrimonio Mundial de la Humanidad. Una ligera neblina nos rodeaba, pero a pesar de eso, la sabana infinita ya se desplegaba ante nuestros ojos.

Llegué Santa Elena de Uairén y me dirigí a la posada donde funciona la agencia con la que iría al Roraima y donde pasaría esa noche. En la tarde habría una reunión con todo el grupo en la que el guía nos daría detalles de la excursión que emprenderíamos a la mañana siguiente.

Nuestro guía Marcos, de la etnia pemón, tiene varios años llevando a la gente a conocer las maravillas del Roraima y habla varios idiomas. Nos explicó cómo era el itinerario, el menú y cómo debíamos empacar, para lo cual nos entregó a cada uno una bolsa de plástico grueso en la que debíamos introducir todo, cerrarla bien y luego meterla en la mochila, esto para evitar que se nos mojaran las cosas en los cruces de río o si llovía. La humedad en la Gran Sabana es alta, por lo que no es fácil que la ropa o zapatos se sequen con facilidad.

El grupo estaba variado, de las 21 personas que haríamos la excursión, siete éramos venezolanos, dos brasileños, un estadounidense y el resto de países distantes como Japón, Corea del Sur, Rusia, Austria, Inglaterra, Italia y Alemania. La fama del Roraima es mundial, vienen de todas partes para ascenderlo.

A la mañana siguiente llegaron los jeeps en los que nos distribuimos y salimos rumbo a Paraitepui, haciendo una parada antes en la comunidad indígena de San Francisco de Yuruani, por si alguien quería comprar algo de última hora.

Aproximadamente hora y media después llegamos a Paraitepui, un pequeño poblado de indígenas pemón, último lugar accesible en rústicos y punto más cercano al monte Roraima (22 Km). Desde aquí parten todas las excursiones hacia el tepuy, está el punto de control de Inparques (Instituto Nacional de Parques) donde hay que registrarse y también se pueden contratar guías y porteadores si no se viene ya con una agencia y el permiso para subir tramitado. Está prohibido emprender la ruta hacia el Roraima sin un guía.

Agarramos nuestras mochilas y nos tomamos fotos teniendo de fondo nuestra meta, el Roraima, acompañado por su meseta hermana, el Kukenan tepuy. Luego de que nuestro guía organizara al grupo de porteadores, quienes se encargan de cargar los implementos de cocina, alimentos, carpas y el baño portátil, estábamos listos para iniciar la fascinante aventura.

Caminando hacia otro mundo

Comenzamos el primer día de la excursión como a las once de la mañana, según la normativa de Inparques sólo se deja pasar hasta las dos de la tarde, para evitar que la noche agarre a la gente en la ruta. Hasta Río Tök, primer sitio donde acamparíamos, la distancia es de unos 14 Km. La vista se nos iba llenando con la imponente sabana abierta, mientras el sol se intensificaba, por eso es imprescindible llevar gorra o sombrero, protector solar e hidratarse constantemente, hay riachuelos donde se puede recargar agua.

Nuestro guía iba adelante y cada integrante del grupo andaba a su ritmo, no hay posibilidad de perderse, el sendero está bien marcado.

Estábamos pisando parte del llamado Escudo Guayanés, considerado la formación de rocas metamórficas más antiguas de la tierra, cuya edad se calcula entre los 1500 y 2100 millones de años.

El clima estaba fresco con abundante nubosidad, por lo que la caminata, que tiene pocas subidas y bajadas en este tramo, no fue de mayor dificultad. Por el camino comimos alguna cosa ligera como galletas y frutas y antes de las cuatro de la tarde ya estábamos llegando a nuestra área de campamento: Río Tök, una amplia zona donde acampan el primer día los grupos de excursionistas que van llegando. Nuestro equipo montó las carpas y dejamos nuestras cosas guardadas adentro. El que quería podía llegar hasta el río cercano tanto para abastecerse de agua como también para bañarse, es importante usar jabón biodegradable y tener en cuenta que allí nos esperaban ansiosos los “puri-puri”, unos mosquitos diminutos muy fastidiosos que se te pegan al cuerpo a comer un poco de tu sangre, el repelente no es muy efectivo con ellos.

Ya con la frescura en el cuerpo y el cambio de ropa, las conversaciones entre el grupo surgían sin importar los idiomas de cada uno, siendo el tema principal la increíble belleza y serenidad del paisaje que nos rodeaba y el hambre que ya comenzábamos a sentir todos. En eso nuestro guía Marcos nos avisa que más o menos a las siete de la noche nos servirían la cena, en unos mesones de madera ubicados en unas casitas hechas con adobe y techos de paja. Mientras tanto, nos explicaron cómo había que usar el baño portátil, una carpa especial que contiene una poceta de plástico a la que se le colocan bolsas negras al momento de usarla, luego de hacer lo nuestro se le echa cal, se le hace un nudo y se coloca en el suelo. Su uso es indispensable para mantener el lugar, dado que las heces fecales no deben dejarse allí porque afectan el entorno. Los porteadores se encargan de recoger las bolsas de todos los puntos donde se acampa, hasta de la cima del tepuy y llevarlos de vuelta para ser desechados en los contenedores de basura dispuestos en Paraitepuy. Para orinar sí se puede hacer directamente por ahí.

Comenzaba a anochecer cuando nos sentamos a comer una rica pasta con salsa y atún o carne, según se escogiera, y al terminar de cenar fuimos testigos del impresionante cielo estrellado que se puede observar en La Gran Sabana, los que saben de constelaciones se dan banquete y los que no igual se maravillan con este espectáculo de astronomía. Generalmente se duerme temprano en los campamentos porque a la mañana siguiente hay que levantarse a la par del amanecer (que además no hay que perderse en este lugar), desayunar unas ricas arepas con café que nos van preparando, recoger todo y continuar camino.

Nuestra meta del segundo día de excursión es llegar al Campamento Base, que queda a unos 9 km de donde estamos, para eso al inicio del recorrido debemos cruzar dos pasos de río, primero el Tök y más adelante el Kukenan. El guía junto a sus ayudantes nos dice que debemos quitarnos los zapatos y cruzar el río con las medias puestas, esto porque se tiene mejor agarre en las piedras con ellas. Como no está muy crecido, no nos cuesta mucho trabajo cruzar el río Tök.

Afortunadamente nadie se resbaló ni cayó, todos pasamos bien por aquí. Seguimos por una loma y divisamos a un lado una pequeña iglesia y un rato después viene una bajada abrupta que nos conduce hasta el cruce del río Kukenan, este es un poco más caudaloso y tiene una cuerda para el que quiera agarrarse y caminar con más seguridad, aquí el agua nos llega a los muslos, yo opto por la mano del guía que me ayuda poco a poco a pasar sin contratiempos.

Al llegar al otro lado nos ponemos medias secas, las botas y seguimos camino. El paisaje sigue siendo el típico del piedemonte tepuyano, con sabanas abiertas, uno que otro arbusto y algunas rocas desprendidas de la montaña hace millones de años. En este tramo hay más subidas, pero siempre ligeramente inclinadas.

El calor nos acompaña a medida que vamos avanzando y no hay lugares con sombra para reposar, de manera que lo mejor es seguir, aunque sea a ritmo lento, para llegar a descansar y comer en el Campamento Base. Cuando nos faltan pocos metros, una ligera llovizna nos refresca y avistamos las chozas levantadas con troncos de madera. Marcos, nuestro guía, ha llegado antes que nosotros y nos va indicando dónde ubicarnos mientras nos preparan la comida. Dejo mi mochila y doy una vuelta por el lugar, tengo las botas algo embarradas, pregunto por el río y me dirijo hacia allá a lavarlas un poco, en ese camino mi mirada choca con algo enorme: la pared del Roraima está ahí mismo, la emoción se dispara. Lavé mis zapatos y también me di un baño en una poza que formaba el río, esa agua congelada renueva a cualquiera, pero dormí poco esa noche, la ansiedad por ascender el tepuy al día siguiente era grande.

Una cumbre más allá de la imaginación

Salí de la carpa antes de las cinco de la mañana, tenía ganas de orinar, el amanecer de colores morados y naranjas era como un tapiz sobre el que se posaba la pared del Roraima, parecía una pintura, algo mágico. Los cocineros del grupo ya estaban preparándonos el desayuno, hoy finalmente era el día del ascenso, así que nuevamente había que recoger todo temprano para llegar a la cima del tepuy al mediodía. Desayunamos con arepas, café y frutas y cada integrante del grupo se dispuso a arreglar su mochila para arrancar juntos.

El guía nos indicó el camino de entrada a la llamada “Rampa”, una hendidura natural en la pared del tepuy que sirve de camino para llegar hasta arriba. Al inicio está una subida bastante inclinada de tierra, que para pasarla hay que hacer uso de manos y piernas, luego de esto la mayor parte del ascenso se hace a través de restos de roca, por lo que es importante estar atentos al suelo para evitar resbalones porque hay partes húmedas.

Los 2,5 km hasta la cima transcurren entre un bosque húmedo tropical con exhuberante vegetación, parte de ella endémica. Un poco antes de llegar a la cima está el llamado “Paso de las Lágrimas”, quizás el único tramo realmente peligroso del ascenso, por ser una ladera muy inclinada con grava y rocas por donde hay que subir mientras se atraviesa una caída de agua semi-permanente. Luego seguimos subiendo hasta divisar entre la neblina unas enormes piedras negras con extrañas formas, plantas raras y un suelo de arena rosada, ¡hemos hecho cumbre!.

Mientras va llegando todo el grupo, contemplamos este paisaje de otro planeta que nos ofrece la cima del Roraima, la montaña más alta de la región guayanesa con 2.723 metros y 34,8 km cuadrados de superficie. Nuestro guía nos lleva ahora a uno de los nueve “hoteles” que posee el tepuy, que no es más que una caverna natural en donde se instala el campamento. Quedamos justo frente al “Carro” o “Maverick”, el punto más alto del lugar y que desde lejos tiene forma de automóvil.

Es apenas mediodía, así que almorzamos y luego salimos a hacer nuestra primera excursión por la superficie de este tepuy. Marcos, el guía, nos dice que debemos evitar gritar porque esto provoca que los espíritus se molesten y empiece a nublarse y llover. El itinerario del día nos lleva primero a lo que se conoce como el “Valle de los Cristales”, un increíble paisaje en el que resaltan sobre rocas negras, pedazos de cuarzo blanco, que nos advierten no debemos llevarnos. Por allí nos topamos también con un curioso habitante del Roraima: la diminuta ranita negra Oreophrynella, endémica del lugar.

El segundo recorrido es hacia un mirador conocido como El Abismo, tenemos suerte de que esté despejado y desde allí observamos eufóricos una grandiosa panorámica de las paredes verticales del Roraima y también de los bosques altimontanos bajos de la Gran Sabana, siempre verdes gracias a que las precipitaciones anuales van de 1.800 a 2.000 milímetros.

Al volver a nuestro campamento por la tarde, comenzamos a sentir la baja temperatura que nos advirtieron hace en la cima del tepuy cuando empieza a caer la noche, la cual puede llegar a unos 5ºC, además durante esa noche llovió muchísimo. Antes de ir a descansar a nuestras carpas, nos pusimos de acuerdo para levantarnos al día siguiente a las cinco de la mañana y ver un amanecer tepuyero, no nos decepcionó, el sol fue apareciendo y opacando el color rosa y azulado del cielo, haciendo brillar las húmedas rocas negras de la montaña.

En este segundo día sobre la cima del tepuy, nos fuimos bien temprano hacia el mirador conocido como La Ventana a Kukenán, la meseta hermana del Roraima desde donde se desprende la segunda caída de agua más alta del mundo luego del Kerepakupai-Vená o Salto Ángel. En medio de este extraordinario paisaje de vértigo y tomándonos fotos al borde del precipicio, nos prepararon el desayuno y creo que esas panquecas con queso nadie de este grupo de viajeros las olvidará jamás.

Además, el guía nos explicó que los diferentes saltos o cascadas que vimos desde allí, aunque no son permanentes alcanzan impresionantes alturas y son las fuentes de los ríos Arabopo, Cotíngo, Waruma y Paikwa, que a su vez alimentan respectivamente a los ríos Orinoco, Amazonas y Esequibo, por esta razón los indígenas pemones llaman al Roraima “la madre de todas las aguas”.

Las sorpresas seguirían y el próximo punto a conocer eran los famosos Jacuzzis, pequeños pozos de escasa profundidad con bellísimos fondos de cristales de cuarzo, eso sí, los que se sumergieron aguantaron lo helado de sus aguas. En esa vía nos topamos además con Heliamphora nutans, una planta carnívora que atrapa insectos y es parte de ese 33% de las especies en la cumbre del tepuy que son endémicas.

Regresamos a nuestro campamento a almorzar y en la tarde nos fuimos a conocer unas grietas impresionantes, que en algunas partes se podía dar un salto entre ellas para pasar al otro lado y ver pequeñas lagunas formadas entre las rocas.

La última excursión en la cima del tepuy nos llevó al Maverick, el punto más alto del Roraima, desde donde se puede tener una vista increíble de todo el camino emprendido para llegar a esta maravilla natural de Venezuela.

Otras rutas que se pueden hacer pero quedándose más días son La Proa, El Laberinto, El lago Gladys, las cuevas altotepuyanas Ojos de Cristal o Sistema Sur de Roraima y el Punto Triple, frontera entre Venezuela, Brasil y la Guayana Esequiba.

Al sexto día ya teníamos que bajar de este “Gran Verde Azulado”, como también se le conoce al Roraima según los nativos. El camino que de ida se recorre en dos días, al regreso se hace en sólo uno para volver de nuevo al campamento Río Tök, dormir allí y a la mañana siguiente caminar hasta Paraitepui. Aunque es más duro el retorno, nadie se queja, la energía que transmite este antiguo pedazo de tierra es muy poderosa, cuerpo y espíritu agradecen la travesía.

Texto y fotos propias
Artículo publicado originalmente en la revista impresa: Venezuela
Editada por Mintur / Junio 2017

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