¡Hola, apreciada comunidad! Me acerco a este espacio para compartirles una experiencia que considero reveladora respecto a la función de arte y a su impacto en nuestro espíritu. Mi nombre es Nelson García (aunque me hago llamar Prometeo. Pienso que este personaje responde bien al arquetipo del maestro: nosotros somos portadores de la luz del “saber”, y al menos en Latinoamérica, perdemos a diario las entrañas). Lo cierto es que soy docente especialista en artes plásticas y artes escénicas. Actualmente trabajo la Universidad Experimental Nacional de las Artes (Caracas – Venezuela) y en una asociación de artistas llamada ArbarCaracas (@artbrccs), donde dicto clases de pintura a domicilio.
Gracias a estos espacios laborales he aprendido mucho acerca el mundo sensible. Siempre he pensado que el arte es el camino más corto hacia nosotros mismos. Y es precisamente esta premisa la que me motiva a seguir en el maravilloso mundo de la educación artística. ¿No es educar el arte supremo, cuyo material de trabajo es el hombre y sus anhelos? Cada vez me convenzo más de que el proceso enseñanza – aprendizaje es mucho más efectivo cuando usamos como herramientas un pincel o un vestuario, cuando la poesía interviene. Crear nos mantenemos vivos, cuerdos, arraigados a lo que somos.
De lo anterior puede dar fe una de mis estudiantes. Ella se llama Carmela. Es una amable señora que tiene 78 años de edad cuya vida transcurrió bajo el abrigo de la opulencia. No sé si por herencia, u otros factores, Carmela sufre de Alzheimer (fue diagnosticada hace dos años). Recuerdo que las primeras clases de pintura en la que sus familiares la obligaban a participar, se mostraba reacia y presentaba fuertes problemas de concentración. No era capaz de estar sentada por más de 15 minutos y su actitud frente al lienzo era temerosa y pesimista. Bastaba un solo trazo para que dijera: “¡Me va a quedar horrible!”. Sin embargo, no tenía escapatoria, su familia utilizaba mi servicio para mantenerla ocupada y descansar de sus olvidos por un rato.
Pero el tiempo transcurrió y las pinceladas surtieron efecto. A los pocos meses Carmela era otra. Su actitud ya no era adversa, sino curiosa, positiva. Actualmente puede pasar varias horas sentada frente al cuadro sin problemas. De hecho, descubrí que es una mujer muy talentosa. Me atrevo a decir que es la más talentosa del grupo que atiendo en ese lugar. De hecho, su familia se siente muy agradecida con mi labor, y hasta le apartaron unas horas extras para que siguiera jugando frente al lienzo. Lo último que trabajamos fue una versión de uno de los cuadros de Romero Brito. A continuación les adjunto algunas fotografías del proceso.
No me canso de repetirlo: “el arte nos salva y nos mantiene vivos”. La luz en los ojos de Carmela me lo confirma.
Genial su publicación, concuerdo con sus palabras, maestro. A mí el arte me ha ayudado muchísimo con los problemas de la depresión. Excelente la labor que hacen.
@filosbonus1, me alegra mucho saber que el arte te ha servido para sentirte mejor. No abandones, sigue creando. Estoy seguro que no te arrepentirás. ¡Te mando un fuerte abrazo!
Esto es sencillamente ¡hermoso! Me encanta que des un ejemplo tangible de cómo el arte nos salva, nos sana, nos hace libres y felices. Debes ser un hombre muy muy paciente, por lo cual te felicito. Tu amor, dedicación y compasión han tenido un efecto increíble en esta señora. Bendiciones para tí y sigue ayudando a la humanidad a través del arte.
Gracias por tus palabras, @tarot911