Mi hermano fue dado de alta hace un mes del COVID-19, gracias a Dios y a las oraciones de cuatro mil peregrinos.
Él estuvo recluido en un centro médico durante dos meses, una experiencia verdaderamente traumática: Se tardó casi una semana en volver a sonreír, aún no camina y necesita estar conectado a una bombona de oxígeno las 24 horas del día.
Mi hermana Conchita dándole comida a Chepeli
Él prefiere no recibir visitas y casi no contesta llamadas o mensajes, pero se agradecen mucho las palabras de apoyo, en algún momento él las va a leer.
Pienso que lo más difícil ya pasó, él se va a recuperar, pero su recuperación es todavía un camino de larga paciencia y fervorosa persistencia.