¿Es esta la paz que buscaba? // relato

in Cervantes2 years ago


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Antes de tirar la colilla, dio una última calada, inhaló profundamente con los ojos cerrados, buscando quizás un sentido a su existencia, una razón digna que le permitiera entender por qué tenía que lidiar con tanto dolor. Mientras reflexionaba, el humo caliente y acre llenó sus dañados pulmones, desatando una horrible tos que le hizo orinarse encima y escupir sangre.

El paisaje que le rodeaba era inmenso, oscuro y parecía no terminar nunca, aquel joven de 18 años se sentía extraño, ajeno a este plano terrenal, y reflexionar en medio de la nada era peligroso, porque aparentemente ya no importaba nada, únicamente estaba cansado de luchar.

Tenía que seguir caminando, aún le quedaba un largo camino por recorrer, aunque su casa seguía allí donde la había dejado cerca de la plaza Bolívar y después de las escaleras que tantas veces había subido de niño detrás de su abuela. Pero ahora esos recuerdos comenzaban a desvanecerse y empezaba a ignorar el pasado feliz de su infancia, para centrarse directamente en el presente y el futuro. Cuando Steve llegó a su casa, se detuvo a mirar la vieja fachada, era consciente de que dentro había gente que quería y que también sufría por él, todos se habían convertido en esclavos de su dolor y eso le afectaba más que el cansancio y el sufrimiento que llevaba, ver a sus padres, tía y hermanos llorando y preocupándose por él le partía el alma y solamente por ellos había tomado una decisión.

Unos pasos más y llegó a la puerta, buscó en su bolsillo las llaves doradas con el llavero de colores que le había regalado Camila, una chica de la que estaba enamorado desde el jardín de infantes, pero debido a su situación nunca se atrevió a pedirle que fuera su novio y solo mantenían una relación amistosa aunque la química y conexión cuando estaban juntos era impresionante.

La llave pequeña abrió el portón principal sin dificultad, así que sigilosamente giró la segunda, y finalmente pudo entrar. Caminó en silencio para no despertar a los demás, ya que había salido sin que nadie se diera cuenta y lo que menos quería era despertarlos y darles explicaciones a esas horas de la madrugada. A medida que avanzaba observaba todo inmerso en la oscuridad como si se fuera a desmoronar frente a sus ojos, cuando llegó a su habitación dejó sus pertenencias en el sofá, abrió la ventana y la luz del poste eléctrico que estaba frente a la casa de la familia Molina lo cegó por unos segundos, Steve se volteó y se frotó los ojos por un momento sintió ganas de llorar, pero recordó que estaba cansado de derramar lágrimas y que debía concentrarse en lo que tenía que hacer antes del amanecer.

Al cabo de una hora Steve tenía todo listo, pero el miedo le hizo dudar un poco, volvió a mirar a su alrededor y tuvo la impresión de que sobre cada objeto de su habitación caía un velo transparente e impasible que le hacía ver todo borroso, aunque todo parecía igual que antes de... por un momento tuvo la absurda sensación, la estúpida esperanza de que podía haber otra solución, de que todo podía mejorar, de que él seguía representando a aquel joven guerrero que superaba todas las adversidades y nunca se rendía, optimista y fuerte.

De repente, aparecieron sus padres y lo más extraño fue ver a su abuela, que llevaba cuatro años muerta, ella también estaba allí, con el mismo delantal rosa que le gustaba llevar cuando cocinaba aquellos deliciosos platos que hacían que Steve se chupara los dedos. Pero un dolor sordo y rítmico le golpeó las sienes y lo hizo caer al suelo desmayado. Cuando se despertó descubrió que no había nadie, era un espejismo de su mente o quizás del miedo y la duda que sentía por lo que había planeado hacer.

Entonces, Steve colocó las tres cartas encima de su consola PlayStation 5 dirigidas a su hermano menor, a sus padres y a la chica de la que siempre había estado enamorado. Luego encendió la radio y puso a un volumen moderado el último disco de su artista favorito, comenzó a moverse lentamente al ritmo triste de la melodía y cuando se sintió completamente calmado la tos estalló de nuevo, para no despertar a los demás tomó la almohada y apretó su cara contra ella mientras controlaba su ataque de asma, cuando Steve se sintió mejor retiró la almohada y notó que había manchado la tela con sangre negra.

Sus lágrimas corrían por sus mejillas, Steve se acercó a la cama y sacó algo de debajo de ella, luego se dirigió a la ventana y trepó alcanzando el árbol que estaba cerca, desenrolló una cuerda y la ató a una de las ramas, Steve respiró profundamente y se ató el cuello también, Buscó en su bolsillo, sacó un cigarrillo y lo encendió, inhalando el humo acre que ardía en su interior, sus pulmones ya estaban agotados por el cáncer, ¿qué más da? Seguir destruyéndolos fumando un segundo cigarrillo para calmar los nervios, pensó él.

Antes de expulsar la colilla, Steve se lanzó y su cuerpo se agitó en el aire, sintió que su cabeza se iba a desprender de su cuello y poco a poco el dolor comenzó a desaparecer, así como su vida que se desvanecía con el paso de los segundos...

Ya no siento dolor, no hay nada, ¿es esta la paz que buscaba?


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