Un odisea espacial | Contenido Original

in Cervantes3 years ago

Luego de meses de entrenamientos y privaciones, está sentado en la punta de una bomba, la máquina más potente jamás creada por el hombre. Con la mente tranquila, aunque el gran estruendo lo estremece, sigue al pie de la letra el protocolo estudiado al detalle.  No hay vuelta atrás, lo inevitable sucederá sin importar lo que haga, tan solo debe seguir el protocolo. 

El habitáculo es estrecho y sin embargo el espacio suficiente para permitirle moverse entre los paneles de control una vez terminen las primeras dos fases. Los segundos son eternos, el silencio radial y la calma es interrumpida por la sensación de empuje sobre el asiento ergonómico diseñado especialmente con base en las proporciones de su cuerpo.


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En posición semi horizontal siente la presión, muy parecida a la experimentada en el simulador, pero en esta ocasión sabe que no hay ningún botón para abortar el movimiento, así que toma una profunda bocanada de aire dentro del casco presurizado. Observa con detenimiento los indicadores digitales y verifica los parámetros de las lecturas, todo parece ir según lo planeado.

Mira por instinto hacia la ventanilla superior, el panorama es monótono y de color pálido, todavía falta tiempo para el oscurecimiento y el fuerte sonido colándose a través de los cubre oídos de protección le corrobora los registros que observa en el monitor de control.

La súbita imagen del Challenger explotando en mil pedazos mezclados con los rostros de su esposa e hijos llenan su mente haciéndole acelerar los latidos del corazón. Cierra los ojos para concentrarse en los recuerdos de su madre cuando lo consolaba justo al despertar de una pesadilla, y se dice así mismo sin emitir una palabra: «¡esto no es una pesadilla, al contrario, es el sueño de mi vida, nada malo va a ocurrir!»


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Nota el cambio de color por la ventanilla, como también la llegada de un profundo silencio acompañado por el cese de las fuertes vibraciones y la desaparición del peso sobre el pecho. Escucha por la radio las risas y vítores, e imagina revivir la experiencia del primer hombre en realizar el vuelo al espacio exterior, tal vez sintió como él, una vorágine de emociones bajo el control de una templada lógica lograda en las arduas sesiones de entrenamientos.

El jefe de control de la misión lo felicita, ya habrá validado los registros de los signos vitales. Piensa, «nada he hecho hasta ahora, solo sigo el protocolo, los procesos son automáticos y en último caso remotos». La conversación es fluida y entre breves bromas, ratifican los valores tanto digitales como los del sistema de respaldo analógico. El astronauta recuerda la acalorada discusión al respecto, en la mesa de trabajo interdisciplinaria, algunos opinaron que tal sistema era un desperdicio en detrimento de la carga útil, pero la opinión del jefe de la misión centrada en la seguridad, prevaleció.


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Tan solo nueve minutos transcurridos desde que la nave despegó de la plataforma y alcanzó la órbita superior, escapando de la fuerza gravitatoria. Ahora, las maniobras estarán en torno al encuentro y acoplamiento con la estación espacial internacional estimada en cinco horas mientras circunnavega el planeta.

El astronauta pensó en el entrenamiento, como en el estudio de los procedimientos ante las posibles fallas de cualquiera de ambos sistemas. En el espacio no hay segundas oportunidades, aunque no era su caso, él contaba con un sistema de respaldo. Además el mayor peligro había sido superado, las catástrofes en el pasado ocurrieron en los despegues o cuando las misiones reingresaron a la atmósfera terrestre. Así que por los momentos, no tenía motivos de por qué preocuparse.

Luego de tres horas en el espacio, acostumbrándose a la sensación de ingravidez, notó un ruido proveniente de la consola de control digital, como también vio un tenue humo azulado saliendo de la misma. De inmediato reportó la situación al comando terrestre, quienes extrañados ratificaron una leve discrepancia en los parámetros con los esperados. La falla podría comprometer el sistema de sostén de vida de la cápsula principal.


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No lo podía creer, la pesadilla era real y ahora dependía no solo de los protocolos, los cuales en su mayoría solo consisten en validar los parámetros de la consola digital, y en caso de anormalidades, como la que padecía, reportar al control terrestre para implementar la solución remota. De tal manera, había cumplido a cabalidad con los mismos. Las luces de alarma están encendidas de manera intermitente, aún faltan cerca de tres horas para el encuentro con la estación espacial, en caso de urgencia, queda la opción de la maniobra de reingreso a la atmósfera terrestre, y el rotundo fracaso de la misión.

Los esfuerzos de los operadores de tierra fueron infructuosos, el astronauta solicitó autorización para poner en funcionamiento el sistema analógico de respaldo, en donde él tomaría el control de la nave. La sensación de inutilidad desapareció de sí, ya no era un pasajero, una carga inerte, ahora, toda la misión depende de la pericia adquirida en las interminables sesiones de simulaciones de fallos de los sistemas.


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El jefe de la misión titubeo, y ante la insistencia del astronauta autorizó el cambio a control manual. Ahora eran espectadores y dependían de los reportes radiales del comandante de la misión y único tripulante. Durante veinte minutos hubo silencio en la radio. En las sofisticadas pantallas de los técnicos de vuelo la nave seguía el curso observando con leves correcciones de rumbo ciñéndose  al planificado.

Por otro lado, los sensores indican la vuelta al rango normal en los parámetros en los sistemas. Solo necesitaban escuchar el reporte del comandante. La tensión y la opresión en el pecho del jefe de la misión era intensa, cuando de nuevo escucharon al comandante informando la reparación del corto circuito en el panel de control digital. Además de un excelente piloto, también era el ingeniero en microelectrónica graduado con la máxima distinción de su cohorte, no en balde él fue elegido entre miles de aspirantes al programa espacial.


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La misión terminó siendo todo un éxito, y la demostración de lo versátil y competente del ser humano cuando se lo propone y trabaja con constancia esperando lo mejor, pero preparado para lo peor.


El relato de ficción recrea la breve odisea espacial con motivo de la celebración del 12 de abril como el Día Internacional de los Vuelos Espaciales Tripulados decretado por la Organización de las Naciones Unidas, y cuyo objetivo, además de conmemorar el primer viaje de Yuri Gagarin al espacio exterior, es también el de promover el uso del espacio ultraterrestre con fines pacíficos.  


Escrito por: @janaveda

Edición e imágenes: @fermionico


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