El fuego de los recuerdos - Relato

in Cervanteslast year

Para Isabel no había flor más bonita que la cayena, pero es que aparte de admirarla por su belleza, le profesaba una fe desbordante; la adoraba como a una diosa. En casa cultivaba de varios colores y distintas variedades, pero su favorita era la roja. De ese vibrante color tenia un buen sembradío, un corte, como decía ella.

Vivía sola, pues a sus 48 no había podido encontrar el amor. Los hombres habían pasado por su vida sin intención de quedarse y aunque había uno que volvía constantemente, al final no se quedaba demasiado. Eso no la mortificaba, es más, le gustaba la libertad y el silencio. El sonido del viento en sus plantas que le susurraban canciones. Patricia, su vecina y amiga se reía cuando la encontraba embelesada entre cayenas.

—¡Cuidas más de las plantas que de ti misma!— la regañaba su amiga por enésima vez.

—Ellas también cuidan de mí— respondía Isabel sirviendole una infusión de cayenas con limón—.

Ese día después que se fuera Patricia, se preparó una infusión con triple ración de cayenas. Llevaba varios días sin dormir a pesar de que se sentía muy cansada. Durante años las cayenas siempre la habían ayudado a conciliar el sueño y alejar las pesadillas y ahora no estaba funcionando. Se sentía asustada y desprotegida. ¿Qué iba a ser de ella si sus flores la habían abandonado? La aterrorizaba la idea.

**

La pequeña Isabel se tapaba los oídos sentada en un rincón de la casa, no quería escuchar los gritos. Su padre estaba fuera de sí nuevamente y su madre tenía sangre en el rostro. Cerró los ojos muy fuerte, pero los gritos aun perforaban sus oídos. Escuchó una voz infantil diciendo su nombre y sintió una mano tomando la suya, apretandola con fuerza mientras una fuerza mayor intentaba separarlas. Abrió los ojos y su madre estaba tirada en el suelo llena de sangre. El miedo, el dolor y la confusión la golpearon con fuerza. Aun paralizada buscó a su hermana con la mirada, pero ya no estaba.

**

Entre lagrimas y miedo la Isabel adulta despierta de su pesadilla. Con las manos temblorosas abraza su cuerpo, como intentando juntar sus pedazos. La marca de su pasado quemando con fuego en su alma, se sentía muy fresca a pesar de los años. Durante gran parte de su juventud las pesadillas la habían martirizado. Aquel hombre, que las malas lenguas decían que no era su padre, pero que fue el único padre que tuvo, acabó con la vida de su madre aquella noche y la había separado para siempre de su hermana. Había pasado toda la vida intentando enterrar aquellos recuerdos y hoy sus benditas flores le habían fallado, habían dejado sueltos sus demonios.

Las lagrimas de miedo y dolor se juntaron con la decepción y todo eso se fue transformando en rabia. La habían traicionado... su padre, su madre, sus flores...

Para cuando salió el sol y Patricia se asomo a su ventana, no quedaba una sola planta de cayena en casa de Isabel, en cambio había una enorme pira ardiendo y una Isabel con la cara, la ropa y las manos llenas de lodo; con las uñas destrozadas y una tristeza en los ojos que habría conmovido a cualquiera.


Imágenes de mi autoría tomadas con teléfono Redmi 9a

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Fabuloso relato @isauris
me atrapaste tu fascinante amor las cayenas.

Gracias por ser feliz.

Gracias, @hiramdo. Me sigo esforzando por mejorar mis relatos, los comentarios como el tuyo me animan a seguir. Un abrazo

Isabel ha tenido que soportar un dolor terrible durante todos esos años. Lástima que lo evadía para seguir viviendo, eso no conlleva a nada bueno; aunque no debe ser fácil lidiar con tanto. Triste y duro relato, @isauris. Saludos.

Trabajar y sanar ese tipo de heridas no es nada fácil, Isabel lo hizo lo mejor que supo, tal y como hacemos todos.... vivimos lo mejor que podemos. Gracias por tu comentario @juniorgomez. 🌺