Divergente - Relato

in Cervantes2 years ago

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Todo sucedió como si así estuviese planeado que sucediera. Ya no era el muchacho temeroso de entrar en ese lugar frío y gris dónde retenían a una criatura de la que se sabía poco, hasta que el corazón se le calmaba en el pecho. Ahora era uno al que la rutina lo había alcanzado, por lo que ir y venir más allá del bosque se había convertido en lo más normal del mundo.

Eso era lo que había estado haciendo desde que su padre lo había llevado por vez primera a la pequeña instalación, hacía semanas. Al principio no lo tomaban en cuenta a menos que su padre interfieriera, pero poco a poco se acostumbraron a su presencia, dejándolo incluso solo en la habitación con Verde.

Pese a la confianza, no le gustaba quedarse solo con aquel ser que no decía ni hacía nada, y volvía a albergar temor y nervios por los minutos en que esa privacidad se prolongaba.

El problema era que no sabía si debía decir algo o seguir callado, si debía mirar a Verde o a otro lugar, el problema era que no sabía cómo comportarse fuera de una jaula que no lo retenía ni le robaba la libertad. En el fondo se sentía avergonzado, y le daba pena estar presente. Ser partícipe de lo que su padre y los demás se enorgullecían de conocer.

El único consuelo era que recordaba algo que se había dicho hace tiempo, cuando se preparó mentalmente para afrontar lo que su padre quería contarle. «Es mejor formar parte del secreto que de la ignorancia», y debía reconocer que él había formado parte mucho antes, desde que había leído el cuaderno de anotaciones por primera vez. Y como formaba parte del secreto, también tenía derecho a adoptar su propia postura y tomar sus propias decisiones.

Solo que aún no estaba listo para actuar de ninguna manera, y cuando el rato que lo dejaban a solas con Verde se prolongaba, empezaba a creer que iba a enloquecer en cualquier momento. Algunas veces, como esta, cualquier persona lo rescataba irrumpiendo en la habitación.

Roger entró y lo miró con algo parecido al orgullo, pese a no estar haciendo nada más que estar sentado en la mesa con los cuadernos abiertos. Aunque no era por esto que se sentía tan a gusto, sino por estar compartiendo en el mismo lugar de «trabajo».

Más que trabajo, estaba convencido de que era una misión. La existencia de Verde los había hecho sentir a todos importantes, porque eran conocedores de un secreto del que los demás no sabían nada.

El gran problema era que ni siquiera su padre sabía cuál era esa misión. Algunos creían que lo mejor era hacerlo público, ya que un secreto tan interesante no podía mantenerse guardado. ¿A quién le iban a presumir entonces?

Otros opinaban que debían olvidarse del asunto, ya que no había mucho que hacer en esa situación. Cuando se les preguntaba en ese caso qué había que hacer con Verde para poder marcharse y nunca volver a esa instalación, no respondían más que con silencio. No era necesario ser adivino para saber que la idea de la muerte cruzaba entonces por sus cabezas.

Lucian se levantó de la mesa donde hacía garabatos, ya que desde hacía rato había perdido la concentración en la tarea. Desde todo este asunto con Verde su mente vivía en otro lugar, un lugar en el que a veces no quería reconocer haber estado. Era peligroso tener tantos pensamientos e ideas, sobre todo si diferían con las de los demás.

Tomó la mochila y se la colgó del hombro, ya era la hora de marcharse.

—¿Aún sigues yendo a ese sitio? —preguntó su padre. La pregunta denotaba hastío, como si pensara que era una pérdida de tiempo.

Lucian sonrió, algo incómodo, pero sin dar su brazo a torcer. Su padre, el que lo había enseñado a nunca rendirse, le estaba diciendo que se rindiera.

Se despidió de él, y Roger exhaló. Era cierto que en ese lugar no había mucho que hacer, pero era una oportunidad que le había brindado a su hijo para compartir con él.

El problema no era que se ausentara, el problema era la falta de interés que veía en su rostro. Como si no le importara el Secreto, como si le diera igual saberlo. No había ambición ni objetivos respecto a cómo podría beneficiarse de Verde, y eso hacía que el orgullo reflejado en su cara desapareciera reemplazado por las dudas.

Bien hubiese podido darle una brillante idea, algo que los iluminara, pero él prefería perder el tiempo en aquella plaza donde no había nada que hacer más que esperar a una niña malcriada que no quería afrontar la realidad.

Se preguntó qué había hecho mal cómo padre, por qué su hijo no se parecía a él, y se preguntó también, en ese instante, por qué Verde lo siguió con la mirada hasta verlo salir de la habitación. Ahora que Lucian no estaba, había perdido el interés en todo lo demás.

Roger no sabía si había hecho bien al traerlo a este lugar y hacerlo partícipe del Secreto, pero ya que no podía hacer nada por cambiar este hecho, aprovecharía al máximo su presencia. Después de todo, Verde parecía sentir curiosidad únicamente por él. Solo tenía que descubrir cómo aprovecharse de eso.

Pueden encontrar más partes de esta historia en mi blog.

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