Fuente
Parece un mal sueño. La casa, esa casa. Las corrientes de aire aparecidas de la nada, soplando en contra, siempre en contra, trayendo el frío que corrompe las extremidades y que no desaparece tras ninguna calidez.
En el medio de la nada, no hay fuegos en los que arroparse.
Era inquietante la ausencia de ruidos, y entre más silencio, más ensordecedor eran los sonidos. Los pequeños sonidos que repercutían en cuatro diminutas paredes, yendo y viniendo, rompiendo y transpasando, muriendo y renaciendo, el tormento puntual.
La celda, el exilio intencional, el riesgos de no volver jamás, la nada...
Encontrando el vacío, siempre el vacío, tocando las ausencias, riendo sin gracia, bailando sin alma, llorando en la nada, llorando, llorando. Convenciendo a la muñeca de que sus ropas están intactas y no llenas de agujeros, por los que se cuelan los demonios.
La soledad tras la puerta. La soledad y demasiadas respuestas. Castigando, condenando, hiriendo, la soledad. Dormir, despertar, siguiendo los segundos cuando resbalan de las paredes, para que no se escapen, para tener el control.
El tiempo que arrastra y rapta a otro mundo, que distancia la mente del exterior y la sumerge en una cascada que fluye impetuosa. Al volver, nada, no ha ocurrido nada. Han transcurrido pocos minutos y la inmovilidad sigue intacta, el cuerpo tumbado en la cama.
Un relato de una aguzada carga desoladora, que se transmitea través de esa conciencia / mirada distanciada (como si se tratara del monólogo dramático de un personaje) y nos confronta con la nada en ese espacio casa-celda, sin aparente salida. ¡Bueno! Saludos, @mariart1.
Gracias 🤗
Esta publicación ha recibido el voto de Literatos, la comunidad de literatura en español en Hive y ha sido compartido en el blog de nuestra cuenta.
¿Quieres contribuir a engrandecer este proyecto? ¡Haz clic aquí y entérate cómo!