La mudanza
Mis padres, preocupados por mi educación y por mi futuro, tomaron sus pocas cosas y compraron una pequeña casa en un barrio nuevo con aceras y carreteras por todos lados. Con la inocencia de todo niño, más que tristeza veía aquel cambio de espacio con una euforia insultante, sin ver lo que estaba dejando atrás: los lugares conocidos de la niñez.
Mientras nos instalábamos en nuestra nueva casa, mi júbilo era evidente. Nunca había visto una casita tan bonita, blanquita, perfectamente acomodada. Pero el regocijo me duró poco. Inmediatamente empecé a extrañar los olores, sonidos, colores de nuestra antigua casa. Ya no más animales a los que alimentar, ya no más el olor eterno del rocío, el de la leña quemada, el del verde recién cortado.
Debido a la inseguridad y los peligros propios de las ciudades, pasaba los días encerrada, con el mínimo contacto con la naturaleza y así crecí. Después de muchos años, no sé por qué, volví a mi antigua casa. Aquel espacio que en mis sueños añoraba, seguía intacto. Al acercarme a la casita vi como era rodeada de animalitos, flores silvestres y el gran árbol. Me dio una contentura enorme y me sonreí: aunque hacía mucho que me había mudado, mi alma seguía allí.
muy bien
a mi me encantan los relatos
que tengas buen dia