¡No me dejes aquí!
Cuando tenía como 7 años, mis padres me inscribieron en un centro de aventuras para que pasara mis vacaciones allí. La idea era que estuviera una semana en aquel centro jugando, haciendo amigos y riendo. Desde que llegué, hice amistad con un niño de mi edad y que a partir de ese instante me acompañó para todas partes.
Aunque muchas veces el supervisor nos dijo para que participáramos en los juegos, nosotros preferíamos jugar en el jardín o simplemente jugar en las habitaciones que normalmente estaban vacías. Al igual que a mí, a él también le gustaba leer por lo que podíamos pasar horas y horas leyendo.
El día que todos los niños teníamos que irnos, encontré a mi amigo en un rincón de la habitación, llorando. Le pregunté qué tenía y él me dijo que no quería quedar solo, que quería irse conmigo, ya que a él no irían a buscarlo. A esa edad no se me ocurrió nada mejor que prometerle que hablaría con mis padres.
Cuando mis padres fueron a recogerme, primero pasaron por la oficina del supervisor y cuando salieron de allí, salieron con cara de preocupados. Mientras íbamos a casa, mis padres me dijeron: "Nos informó el supervisor que no hiciste amigos y que permaneciste toda esta semana solo." Le respondí que no y que sí había hecho un amigo que justamente se quería ir a vivir con nosotros. Mis padres no me creyeron, pero tampoco me volvieron a llevar a aquel centro.
Aunque muchas veces el supervisor nos dijo para que participáramos en los juegos, nosotros preferíamos jugar en el jardín o simplemente jugar en las habitaciones que normalmente estaban vacías. Al igual que a mí, a él también le gustaba leer por lo que podíamos pasar horas y horas leyendo.
El día que todos los niños teníamos que irnos, encontré a mi amigo en un rincón de la habitación, llorando. Le pregunté qué tenía y él me dijo que no quería quedar solo, que quería irse conmigo, ya que a él no irían a buscarlo. A esa edad no se me ocurrió nada mejor que prometerle que hablaría con mis padres.
Cuando mis padres fueron a recogerme, primero pasaron por la oficina del supervisor y cuando salieron de allí, salieron con cara de preocupados. Mientras íbamos a casa, mis padres me dijeron: "Nos informó el supervisor que no hiciste amigos y que permaneciste toda esta semana solo." Le respondí que no y que sí había hecho un amigo que justamente se quería ir a vivir con nosotros. Mis padres no me creyeron, pero tampoco me volvieron a llevar a aquel centro.
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Un buen relato, son experiencias de niños que callamos precisamente porque no nos creen.
Pregunto: ¿que piensas ahora de adulto en relación a esa experiencia?
Saludos, no me dejes sin respuesta, ja ja ja
Jajajaja. Creo que sigo pensando como niña: hay muchos mundos que desconozco, que pueden ser buenos o malos, pero que existen y que cada tanto, se nos presentan. De nosotros, como adultos, depende abrirnos a ellos o cerrarles la puerta. Gracias por tan inteligente comentario, @mercmarg!! Un mundo maravilloso para ti.
Gracias por responder.
Vivimos momentos en que todo puede ocurrir, es como dices abrirnos a ellos o cerrar las puertas.
Abrazos
Los enigmas de la infancia nos acompañan quizás durante toda la vida. ¡Muy buen relato, @nancybriti! Abrazos.
Ese mundo maravilloso que se nos presenta cuando niño, sigue ahí, solo que nos volvemos ciego. Abrazos para ti, @josemalavem
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Hola, me gusto tu relato. La verdad es que conozco mucho de casos como este, me han pasado desde niña. Ahora que tengo una hija, si me llegara a comentar algo así, le creería, porque sé que pasan cosas que uno no puede explicar.
Hola amiga, a veces los padre los equivocamos y le damosmas valor a lo que otras personas dicen que a lo que dicen nuestros propios hijos, es por ello que nuestros hijos quedan expuestos ante terceros.