Saludos, Hivers. Luego de un tiempo, decidí culminar con esta saga sobre las aventuras de Pietro Petrocelli y continuar con ella en el futuro. Por ahora, quiero dedicarme a otras facetas de escritura y compartirla con ustedes. Como siempre, la versión en inglés podrán apreciarla al final de su versión original en Español.
¡Bendiciones para todos!
Greetings, Hivers. After a while, I decided to culminate with this saga about the adventures of Pietro Petrocelli and continue with it in the future. For now, I want to dedicate myself to other facets of writing and share it with you. As always, the English version can be seen at the end of its original Spanish version.
Blessings for all
Versión en Español/Spanish Version
Pietro llegó al hospital José María Vargas junto al profesor Romero. A Francisquito lo habían introducido a quirófano para salvarle la vida. El comisario no tuvo otra opción que proseguir con la investigación; Era lo correcto por Cárdenas, fuera cual fuera su destino. Uno de los doctores que atendía el caso de Francisco; el facultativo Jacinto Flores, les indicó que la operación era delicada, pero realizable. Eso les brindó un pequeño respiro al profesor y al funcionario veterano.
—Doctor ¿Tiene noticias de un tal Luis Castelló?— Preguntó el comisario, con gesto apremiante. El médico enarcó ambas cejas, pero no escatimó en responder.
—Sí, recibimos a ese hombre en el hospital, lo tenemos en una habitación apartado a solicitud de los policías municipales. Ahora mismo dos de ellos están resguardándolo. Se encontraba inconsciente, sin daño alguno. ¿Son ustedes quienes lo trasladarán?—
Pietro frunció el ceño marcadamente. Si un médico confirmaba que Castelló estaba ileso, solo quedaban dos opciones: Que sí, su puntería había fallado y que el disparo no había matado sino rozado al sospechoso o bien que la brujería satánica funcionó y le salvó la vida al malnacido. Pietro prefería, sinceramente, que su infalible vista de águila no hubiese sido tan efectiva esa vez.
—En efecto, somos nosotros doctor Flores— Respondió el comisario—¿Sabe si está despierto?—
—Ahora mismo no lo sé, comisario— Repuso el galeno—Pero si no lo está no tardará en despertar. Salvo por algunas raspaduras, no hay motivos para preocuparse por su salud—
—No me preocupo por su salud: Si por mí fuera, lo picaría en pedacitos—Graznó el comisario. El doctor, se limitó a hacer un gesto e indicó a una de las enfermeras que llevara al comisario y su acompañante a la habitación donde tenían a Castelló y volvió al quirófano.
A medida que se acercaban, el profesor se veía cada vez más y más nervioso. Pietro tuvo que detenerse a pocos metros de la puerta y tomarle del hombro.
—Ese carajo no tiene poder aquí. El que tiene bolas de torero soy yo y a mí me cuida la virgen del valle— El profesor se armó de valor y asintió, más confiado.
Delante de la puerta estaban los dos policías municipales. Cuando vieron a Pietro le dejaron paso. En el interior se encontraba semidesnudo el principal sospechoso del caso del pastor y el responsable de la secta.
Era un hombre de unos veintitantos, atractivo. Probablemente cualquier muchacha del país se habría fijado en él por sus rasgos claramente europeos. Castelló le dedicó una sonrisa exageradamente agradable al comisario.
—Me alegra conocerlo, comisario Petrocelli—
Pietro se sorprendió. ¿Cómo demonios sabía su nombre? Inmediatamente la lógica respondió por él: Seguramente habría visto su nombre en las noticias o en las redes sociales, pues era quien estaba investigando el caso. Pietro se acercó y le profirió un puñetazo en el estómago, sacándole el aire. El español quedó tendido en la camilla, tosiendo y acariciándose el abdomen.
—Agradece que estamos en el hospital todavía, maricón—Farfulló Pietro—Cuando te saque de aquí vas a ver lo que es bueno…—
Castelló se echó a reír, tras tomar algo de aire.
—Lamento decepcionarlo, comisario…— Respondió con arrogancia— Pero he visto demasiadas cosas como para sorprenderme de un hombre como usted. Usted está acostumbrado al poder y a la fuerza. Seguramente se siente con autoridad por la placa y su revólver. Sin embargo, es un simple instrumento; Uno del poder, pero poco más que un peón en el tablero de gente mucho más poderosa que usted, que obedece a seres más poderosos que ellos a su vez…—
Pietro volvió a golpearle en la boca del estómago, interrumpiéndolo. Lo esposó a la fuerza y le tapó la cabeza con la camiseta que llevaba puesta, sacándolo a trompicones de la habitación del hospital.
El profesor Romero se alivió un poco al percatarse que el español no podía verlo. Sin embargo, aún estaba nervioso. En las afueras del hospital una furgoneta del CICPC esperaba pacientemente que el comisario saliera.
Las órdenes que habían recibido eran claras: Escoltar a Petrocelli y llevar al prisionero hasta Caracas, para que la investigación continuara su curso. No tardarían en desenmarañar todo el entramado y descubrir a los autores intelectuales del asesinato del pastor. Cuando Pietro salió del hospital y metió al prisionero en la furgoneta, una enfermera lo alcanzó: Francisquito sobrevivió a la operación, pero su estado aún era crítico.
Debía llamar a la esposa del muchacho. Pero decirle esa noticia era mejor que cumplir con el penoso deber de notificarle su muerte. Ahora venía lo realmente difícil: Derrotar los escollos de la política y el poder económico para, de ser posible, atrapar a los verdaderos responsables.
English Version
Pietro arrived at the José María Vargas hospital with Professor Romero. Francisquito had been put into the operating room to save his life. The commissioner had no choice but to continue with the investigation; It was the right thing to do for Cárdenas, whatever his destiny. One of the doctors who took care of Francisco's case; the doctor Jacinto Flores, told them that the operation was delicate, but feasible. That gave the professor and the veteran civil servant a little respite.
"Doctor, do you have news of a certain Luis Castelló?" The commissioner asked, with an urgent gesture. The doctor raised both eyebrows, but did not skimp on answering.
—Yes, we received that man at the hospital, we have him in a secluded room at the request of the municipal police. Right now two of them are guarding it. He was unconscious, unharmed. Are you the ones who will transfer it? -
Pietro frowned sharply. If a doctor confirmed that Castelló was unharmed, there were only two options: Yes, his aim had failed and that the shot had not killed but grazed the suspect or that the satanic witchcraft worked and saved the life of the bastard. Pietro sincerely preferred that his unerring eagle sight had not been so effective this time.
"Indeed, we are Dr. Flores," replied the commissioner. "Do you know if he is awake?"
"I don't know right now, Commissioner," said the doctor. "But if he's not, he'll wake up soon." Except for a few scrapes, there is no reason to worry about his health—
"I'm not worried about his health: if it were up to me, I'd chop him to bits," the commissioner croaked. The doctor just made a gesture and told one of the nurses to take the commissioner and his companion to the room where they had Castelló and returned to the operating room.
As they got closer, the professor looked more and more nervous. Pietro had to stop a few feet from the door and take him by the shoulder.
"That fuck has no power here." The one with the bullfighting balls is me and the virgin of the valley takes care of me— The professor steeled himself and nodded, more confident.
In front of the door were the two municipal policemen. When they saw Pietro they let him pass. Inside, the main suspect in the pastor's case and the head of the sect were half naked.
He was a man in his twenties, handsome. Probably any girl in the country would have noticed him for his distinctly European features. Castelló gave the commissioner an exaggeratedly pleasant smile.
—I am glad to meet you, Commissioner Petrocelli—
Pietro was surprised. How the hell did he know her name? Immediately logic answered for him: He would have surely seen his name in the news or on social networks, since he was the one who was investigating the case. Pietro walked over and punched him in the stomach, knocking the air out of him. The Spaniard was lying on the gurney, coughing and stroking his abdomen.
"Be grateful that we're still in the hospital, fagot," Pietro muttered. "When I get you out of here you'll see what's good ... -
Castelló laughed, after taking some air.
"I'm sorry to disappoint you, Commissioner ..." He replied arrogantly. "But I've seen too much to be surprised by a man like you." You are used to power and force. He surely feels authoritative about the badge and his revolver. However, it is a simple instrument; One of power, but little more than a pawn on the board of people much more powerful than you, who obey beings more powerful than them in turn ... -
Pietro hit him in the pit of the stomach again, cutting him off. She forcibly handcuffed him and covered his head with the T-shirt he was wearing, stumbling out of the hospital room.
Professor Romero was relieved a little when he realized that the Spaniard could not see him. However, he was still nervous. Outside the hospital, a CICPC van waited patiently for the commissioner to leave.
The orders they had received were clear: Escort Petrocelli and take the prisoner to Caracas, so that the investigation could continue its course. It would not take long for them to unravel the whole network and discover the intellectual authors of the murder of the pastor. When Pietro left the hospital and put the prisoner in the van, a nurse caught up with him: Francisquito survived the operation, but his condition was still critical.
He should call the boy's wife. But telling him that news was better than fulfilling the painful duty of notifying him of his death. Now came the really difficult thing: to defeat the pitfalls of politics and economic power to, if possible, catch those who were truly responsible.
Buenisimooo! @pablojosemusic me encanto tu historia!
Lograste ese enganche desde el principio.
Excelente
Excelente! Que bueno que te gustó. Un abrazo fuerte