Mi primer amor | La Infancia de Aquiles | RELATO📗

in Cervantes4 years ago (edited)

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Pasaron muchos días y yo no supe nada de mis primos. Días en donde me quedaba acostado en el suelo de la casa, mirando el reflejo de luz que titilaban las metras que yo hacía rodar. Días de cazar moscas y poner contenta a mi tía por mi talento. Mamá se había ido como siempre a trabajar, y esa tarde cuando marchó, yo ayudaba a mi tía con su biblioteca.
ꟷcolocas los libros de esta forma para que se puedan ver los títulos
Dejó una torre de libros a un lado de la cama y comencé mi trabajo. Ella entró cuando todos los libros posaban en su respectivo espacio en la repisa, excepto uno que se encontraba en mis manos. Era un diccionario idéntico al de la mujer ojos grandes, y recordé las veces que señalé palabras e intentaba leerlas de letra en letra, ella las completaba y respondía su significado. Siempre pensé que dentro de ese libro se escondían las malas palabras que ella gritaba. Incluso llegué a pensar que era un libro de magia negra para invocar caras.
ꟷ¿ya terminaste Aquiles?
Asentí con la cabeza, y se acercó preguntándome si quería buscar alguna palabra en el diccionario. ꟷsiꟷ respondí, y traté de recordar aquella palabra que nunca había escuchado.
ꟷ¿tía, qué significa… pedóxilo… pedósido…?
interrumpiéndome de una forma extrañada dijo que esa palabra no existía. Miró la biblioteca, ꟷexcelente trabajo Aquiles, por tu trabajo de hoy te has ganado cinco bolívares que puedes gastar en lo que quierasꟷ me lo estiróꟷ y, además, como te has portado bien, te doy el permiso de que vayas a jugar con tus primos. Salí de la habitación, crucé la sala para llegar a la reja que daba al patio. ꟷ¡Aquiles! ꟷllamó mi tía y me detuve.
ꟷ¿Dónde escuchaste esa palabra?
la mamá de mi primo Yorfrei se lo dijo a mi tío Edwin ꟷrespondí. Mi tía se quedó en silencio unos segundos y comentó que Yorfrei y Yorman no estaban en su casa.
Fui a donde Zenaida, Quité el seguro de la reja y entré. El silencio que bordeaba los alrededores de su casa me hablaba de sus ausencias. Me adentré en el patio buscando la guarida secreta y la encontré vacía, con tasitas azules que derramaron todo el té imaginario. Salí, me metí por las matas de plátanos y espié por entre las hojas.

Ventanas y puertas cerradas confirmaron que mis otros primos no estaban. Me acerqué a la alberca y con mis dedos desperté al agua que dormía mansamente haciendo un camino hacia la otra orilla, y tomar el atajo que daba hacia el caño, en donde allí pasé la tarde tirándole piedras al rio.

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Los días fueron pasando. Soldados verdes llegaron a la casa e hicieron una guerra. helicópteros de guerra combatieron a los monstros de mil ojos que sobrevolaban la cocina. Días de trabajos en casa y recompensa de bolívares que yo gastaba en el quisco de enfrente. tardes bajo el árbol, curioseando murciélagos que amanecían colgados y sin vida.
ꟷ¿qué hacés tío?
le pregunté, una tarde que lo vi abrir por tercera vez, aquella puerta de la habitación que él llamaba depósito.
ꟷ¿alguna vez manejaste una bicicleta?
me preguntó, y me acordé de Carlitos, y las innumerables veces que subíamos al taller de su padre que se encontraba casi a mitad de la montaña. Nosotros nos lanzábamos a millón con las bicicletas, gritando por toda la bajada empinada, y saltábamos pequeñas montañitas que se asomaban de la tierra, insectos voladores chocaban en nuestros rostros y terminábamos abajo, riéndonos y frenando con nuestras cholas.

La de mi tío Rafael era grande. ꟷuna montañeraꟷ describió. Me invitó a subir y toda la tarde pasé de esquina a esquina paseando. Otras tardes me la prestaba de nuevo.
ꟷpero eso sí, debes aprender a subirte solo
confirmé con la cabeza y la saqué. Anduve de aquí para allá, y al final de la calle se asomó la camioneta de mi tío Guillo. Distinguí a lo lejos que ya podía manejar con un solo brazo. Vino a buscarnos. A llevarnos a una feria nueva que llegó en el pueblo.

Nos encontrábamos luego en el camino, y llegamos a la casa de color pollito, allí salió la señora aquella sorprendida, explicando ahora que iba más tarde. Seguimos, la tarde oscurecía abriéndole paso a muchas luces de colores que revelaron la feria. Un terreno gigante totalmente iluminado por variedades de luces que nos bañaban a todos.
ꟷ¡Qué fue compadre! ¡A la verga por fin salís de tu rancho!
un hombre alto, de camisa blanca quien estrechó la mano de mi tío, Ambos se dieron la mano, mi tío presentó a su mujer a otros hombres y mujeres que rodeaban un auto.

Mi tío Rafael quería mucho a Tía Mabi. Se notaba en la forma en la que él colocaba su mano en los hombros de ella. Ella es mi esposa ꟷdecíaꟷ terminando con una caricia en sus hombros. De ellos nunca escuché una palabra fea de sus bocas. Mi tío era un hombre callado y tranquilo, me enseñó que siempre a donde quiera que vaya, debía dar los buenos días, buenas tardes y buenas noches. Nunca lo escuché pelear ni discutir con mi tía Mabi. Cuando se molestaba con ella, él sacaba su bicicleta y paseaba toda la tarde. De vuelta, los dos se encerraban en el cuarto y yo escuchaba sus conversaciones.
ꟷTienes razón Mabi, fui grosero contigo, es que tengo tantas vainas en la cabeza.
ambos se disculpaban y el silencio que dejaban revelaban un abrazo. ꟷpero ya sabés lo que te dijeꟷ dijo mi tía, estirándome un fajo de tikets que me permitían subirme a cualquier juego. Me enseñó el recorrido y la zona donde debía estar, y el camino de regreso. Me paré en el centro de la multitud y miré a los alrededores. Me compré un algodón de azúcar y caminé en busca de una decisión muy difícil; si montarme primero en el trompo, o en la ruleta. En una de esas colas que se hacía para subir a la ruleta, una mano tocó mi hombro de una forma brusca.

Era Yorfrei, nos dimos las manos y chocamos los puños con movimientos coreográficos que habíamos creado. ꟷ¡Yorfrei! ¡A la verga vo, hace días que los estaba buscando!ꟷ dije, seguido de preguntas acerca de Zenaida y Daniel, Yessenia y Yorman.

Me explicó que viven ahora en casa de otro tío, me contó que al muchacho de chaqueta negra le vendaron una pierna, y que Zenaida y Daniel llegaban en un rato. Me explicó también que no verá a su papá por un tiempo, y que su hermana Yessenia se encontraba del otro lado de la feria. Lo seguí, pasamos por entre la gente y llegamos a un grupo de personas. La mujer blanca de ojos azules me vio y se inclinó pidiéndome disculpas por lo sucedido. Llevaba puesto un suéter blanco que le cubría el cuello. Me presentó como hijo de la catirrucia y encontré a la señora sorprendida, que se volvió a sorprender, esta vez, por mi encuentro.
ꟷ¡Aquiles, tengo rato buscando a tus tíos! ¿Dónde están?
Señalé y expliqué, me pidió que la guiara y tomó de la mano aquella niña que estaba su lado. La niña que por timidez se ocultó detrás de la puerta. Nos adentramos por entre la gente hasta emerger de aquellas profundidades de cuerpos y luces. ꟷ¿Y dónde vivís vo?ꟷ me preguntó Julia, mientras bebíamos los refrescos que nos brindó la señora sorprendida.

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En sus ojos reflejaban un color verde opaco, y el vestido azul que cargaba, combinaba con sus sandalias. En su mirada había algo que me hacía sentir tonto, tanto, que me dieron ganas de regalarle todos mis tikets. Nos montamos en la ruleta, en el trompo, en los carritos chocones, corrimos, jugamos la ere y comimos algodones de azúcar. Después estábamos todos juntos. ꟷ¡piedra, papel o tijera!ꟷ yo siempre perdía. Por lo tanto, me correspondía a contar primero.

Entonces me apoyé sobre el tronco de una palmera grande y conté, echando miradas furtivas que descubrieron los escondites de Zenaida y Daniel. Seguí contando, y mirando de reojo para observar a Yorfrei que se escondió detrás de un carro rojo, y Julia detrás de un Jeep. Me adentré en la multitud, semejante a un tigre en busca de su presa, los olfateé, seguí los rastros y encontré a Zenaida y a Daniel molestos porque según ellos, yo hacía trampa. Luego encontré a Yorfrei que se asustó y se asombró por mi sigilo. Y por último no encontré a Julia, quien se burló astutamente de mis estrategias.

Indagué la fila de autos del otro extremo, en donde noté sus sandalias por debajo de una camioneta grande, me acerqué por detrás para sorprenderla, pero ella, ya me había visto, rodeó la camioneta e hizo que mi entrada triunfal fuese un fracaso. me sorprendió a mis espaldas de tal manera que me asusté. Carcajeó, yo también y juntos nos privamos de la risa. ꟷ¡Tenías que ver tu cara!ꟷ imitando el gesto que hice al asustarme y descubrí en sus cachetes dos hoyitos que se formaban cuando reía.

Algo me sucedía con ella que no lograba comprender. Sentí subir desde las vísceras un cosquilleo, parecido aquel que sentí, cuando llegué solo, por primera vez a la cima de la montaña. ꟷajá, te toca retar Zenaidaꟷ que había ganado la primera partida de cartas. Zenaida siempre fue la más cizañera, era la más pila de todos, a ella le gustaban los juegos, solo si había un reto, un riesgo, o algo con un poco de adrenalina. Le gustaba cruzar los límites. ꟷ¡esperáte vo, que estoy pensando!ꟷ lo decía con un tono malicioso, y una mirada que intercambiaba con julia, que de cierto modo denotaba el secreto entre ellas. ꟷ¡Julia, te reto a que le des un beso en la boca a Aquiles!ꟷ todos intercambiaron miradas con risas, y una bulla que hacía ponerme la piel de otro color.


Julia permaneció callada y sonriente, apenada por la situación, pero decidida en el momento se acercó y llevó sus labios a los míos, un piquito y retrocedió apenada, revelando sus dos hoyitos enrojecidos.
ꟷ¡otro! ¡otro! ¡otro!
Zenaida detuvo el coro y explicó que las reglas del juego no lo permitían, y seguimos jugando a las cartas. La noche pasó tranquila, jugábamos y nos divertíamos, gastamos todos los tikets en todos los juegos que tenía la feria.

En varias ocasiones la mano de julia rozó mi mano y yo comenzaba a sudar misteriosamente. Hablamos de cosas que nos gustan. A ella le gustaba el color amarillo, y yo supuse que, por eso, su casa estaba pintada de ese color. Pero me explicó que esa no era su casa, y que, al día siguiente, al final de la tarde se marchaba a una ciudad en donde ella vivía. Nos marchamos a mitad de la noche, todos detrás en la camioneta de mi tío Guillo. Durante el camino de regreso, Julia y yo nos mirábamos como si fuese la última vez.

De vez en cuando ella sonreía, Y sus ojos delataban palabras no dichas. La vi bajarse de la camioneta, con ayuda de la señora sorprendida, quien se acercó a la puerta buscando las llaves, levantó la mano y arrancamos. Yo me quedé mirándola, mientras la señora abría la puerta y Julia permanecía aún en la acera.
ꟷ¡Julia entra!
Alcancé a escuchar, cuando Julia se hacía pequeña y el color amarillo de las paredes desaparecían poco a poco. De pronto, me sentí como el día que vi a Rancés en el portón, atravesando su hocico a través de las rejas que fueron desapareciendo en el camino.

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Comencé a sentirme raro. Una sensación de hastío me invadió al día siguiente, me mataron las ganas de salir. ꟷ¡Aquiles!ꟷ llamaba mi tía, que se acercaba a la puerta de la habitación y yo me hacía el dormido. Escuchaba a lo lejos el mensaje que le llevaba a mis primos. ꟷ¡está dormido, vengan más tarde!ꟷ y yo me acomodaba a un lado de la cama, sintiendo el calor del sol entrar por la ventana.

Toda la tarde estuve acostado, estrujándome en imágenes que revoloteaban por mi mente hasta quedarme dormido. Me paré en el centro de la sala, quitándome las lagañas de los ojos. La luz del día me informó que estaba atardeciendo y terminé en la bicicleta de mi tío. Anduve de aquí para allá, respetando los límites que puso mi Tío Rafael. Pero al encontrarme con aquella esquina, donde algunos días se asomaba la camioneta blanca de mi tío Guillo, una tentación se apoderó de mí. Y pedalee a la velocidad de una bala, mirando de reojo para percatar que mi tío no se diera cuenta.

Seguí pedaleando, tan rápido que casi levitaba. Crucé calles, esquinas, bajadas, y poco a poco se fue abriendo paso aquella plaza y al doblar en la esquina me encontré con aquella pared de color pollito.
ꟷ¿Aquiles, que hacés por aquí a estas horas?
Preguntó la señora sorprendida, que se sorprendió por tercera vez.
ꟷ¿Se encuentra Julia?
Pregunté, después de que casi me caía de la bicicleta al bajarme. Por la expresión de su rostro supe que ya se había marchado e intuí su respuesta.
ꟷay, mi vida, ella se fue hace ratico
Me monté dificultosamente en la bicicleta, agradecí la información, dije buenas noches y me marché.

Algo se vino conmigo de regreso, que me hizo pedalear con menos fuerza. Ese algo, me hacía olvidar lo límites establecidos por mi tío, y no me importó en absoluto haber roto las reglas. En el camino observé la última luz que se apagó en el cielo, dejando oscuro toda la inmensidad, como la inmensidad que yo llevaba por dentro. Manejé despacio, sin desviar los charcos que la lluvia diurna dejó. Me fui como quien va en el aire, y crucé la esquina ya vacía de cualquier tentación. Mi tío Rafael nunca se enteró. Y mi tía preocupada porque creía que yo estaba enfermo.
ꟷ¿Te sientes bien Aquiles? llevas todo el día acostado.
Sentándose en la cama, tocando mi frente, tanteándome para detectar alguna fiebre. Pero yo no tenía fiebre. ni tos, ni dolor de cabeza, estaba enfermo de algo que se arrimaba dentro de mí, ese algo que me hacía quedarme en el patio, en silencio, observando todo con más detalle; a las hormigas, a las hojas de los árboles, a mi tía picando los aliños, y a mi tío Rafael cortando el monte. Ese algo, que volví a sentir, nuevamente detrás de la camioneta de mi tío, levantando la mano junto con mamá y despidiendo a mis tíos, primos y amigos parados en frente de la casa. me quedé pensando en todos ellos. pensando si volveré a verlos algún día.


Si no leíste los capítulos anteriores:


Capitulo 1:

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Capitulo 2:

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Capitulo 3:

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Capitulo 4:

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Capitulo 5:

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Capitulo 6:

https://hive.blog/hive-133872/@sevalo13/un-cambio-inesperado-or-la-infancia-de-aquiles-or-relato

Capitulo 7:

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Capitulo : 8

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Muy bueno hermano

Muy bueno hermano

gracias por leer hermano! saludos

Muy buena tu narración, interesante historia