Un cambio inesperado | La Infancia de Aquiles | RELATO 📕

in Cervantes4 years ago (edited)

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Desde aquel momento no recuerdo cómo terminé en Casígua el cubo, Estado zulia, un pueblito situado al sur del lago de Maracaibo. Mi Mamá era joven y hermosa, Atraía a muchos hombres y me brindaban dulces, refrescos y galletas. A mamá le compraban cerveza y toda la noche era un festín. Mientras yo jugaba con cualquier niño que encontraba y algunos eran mis primos. Jugábamos al tocaíto y también al fusilao. Nuestro límite de juego era de esquina a esquina, y nuestras bases eran los postes de alumbrado, sobre todo, el que se encontraba en frente de la casa de mi abuelo; una casa grande con paredes azules y techo de Zinc. En frente de la casa y abarcando toda la acera, se sentaban en sillas de mimbre, esas que diseñaba y construía mi abuelo todas las tardes. Bebían cervezas, escuchaban vallenato y algunos de mis tíos y mi abuelo fumaban tabaco. A mi abuela le encantaba celebrar las fechas importantes, y a veces cualquier día. Con su cerveza en la mano bailaba frente a la parrillera de donde brotaba un olor que te despertaba el hambre. Todos reían, chocaban sus botellas y se abrazaban, mientras nosotros los niños jugábamos y éramos felices.

Por la mañana el silencio de la resaca se sintió en toda la cuadra. El vapor del sol se notaba a ras en la calle de asfalto. Mi abuela me llamó, crucé la sala donde mi abuelo se encontraba tejiendo las sillas, pasé frente a la habitación oscura y por el rabillo del ojo miré a María, salí al patio donde estaba mi abuela, sostenía el cuello de una gallina en su mano, Mamá estaba sentada en una silla refrescándose con una cerveza. ꟷpapi mira cómo tu abuela mata a la gallinaꟷ mi abuela me hizo un gesto para que me acercara y así lo hice. pones una mano aquí ꟷdijoꟷ la otra acá, y tuerces. Escuché el crujido y vi como se apagaban las pupilas del pollo. Luego, lo metes en una olla hirviendo... ꟷprosiguióꟷ dándome todas las instrucciones de matar, preparar y comer al animal. Pero no era igual a cómo papá me enseñó una vez a matar un conejo para el almuerzo. Papá solía decir que antes de matar a un animal para comer, primero debemos pedir permiso a los dioses, luego él continuaría. Agarraba al conejo por el cuello y lo miraba unos segundos, sabía que a papá le dolía matar aquello que vio crecer en las jaulas. Murmuraba algo entre los labios y le torcía el cuello, cortaba una línea desde el pecho hasta sus extremidades y con las dos manos agarraba al conejo por las patas, y con un movimiento fuerte por debajo de sus piernas, hacía volar sus tripas haciendo un camino en la tierra. En la mesa comimos mi abuela, mi abuelo, maría y mamá, el pollo que habíamos matado, y me incluyo, porque estuve en la presencia de su muerte. ꟷla otra semana vamos a matar al cochino. ꟷdijo mi abuela y durante la comida conversaron sobre cómo iban a matarlo y a prepararlo.


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María siempre lavaba los platos después de comer; limpiaba el piso, el baño, los retratos de la sala y los escaparates, planchaba y doblaba. María hacía todas las cosas que mi abuela le mandaba a hacer. No recuerdo si maría era parte de la familia, pero vivía con nosotros y no hacia más que limpiar y sentarse en el patio bajo el árbol de níspero. Allí comía, y a veces hablaba sola muy bajito. Era callada, nunca la vi conversar con alguien.


Las personas que entraban en la casa la saludaban, pero nunca hablaban con ella, nunca le preguntaban cómo estaba, o cómo se sentía. María era una sombra en la familia. Una tarde le pregunté a mamá por ella, me dijo que sufría de epilepsias y de algún trastorno. Lo que me hizo entender las veces que mi abuela la bañaba y la vestía. Otras veces la escuchaba pegarle. ꟷ¡Otra vez te has orinado!ꟷ y los gritos de maría retumbaba en las paredes.


Al poco tiempo nos mudamos a la casa de mi tía Mabí. Se podía ir caminando, pero nos fuimos en un carro con nuestras maletas. Mi tía Mabí y mi tío Rafael se encontraban en frente de la casa con una sonrisa de extremo a extremo. Emocionados por verme, me alzaron y dejaron en mi frente la bendición de un beso. Al rato nos encontrábamos en la mesa, después de haber dejado las maletas en la habitación. Comíamos y charlábamos. ꟷ¿y cómo se está portando Aquiles?ꟷ mamá respondía lo mismo de siempre volteando los ojos arqueadamente ꟷahí va, más o menosꟷ luego reían y charlaban acerca del pescado, y la ensalada, y así siguieron hasta que mamá me mandó a desempacar.


Adentrándome en la nueva habitación que era grande, me detuve y eché una ojeada. Una ventana cerca de la cama, una mesa pequeña con una lámpara azul. Contemplé la vista de la ventana, un enorme patio y la entrada a una casa. Sentí el olor a tierra mojada y recordé el árbol de ciruela. De pronto me quedé mirando las maletas y noté que solo había dos. Mamá entró en la habitación. ꟷpapi, me voy a ir por unas semanas a trabajar, ¡te portas bien Aquiles! no quiero quejas cuando vuelvaꟷ besó mi frente y cruzó la puerta, mis tíos en la entrada levantaban la mano, la vi cruzar la calle, montarse en el auto, lanzarme un beso y arrancar. Cerré la puerta y sentándome en la cama traté de encontrar una respuesta a lo que sucedía, incrusté mi cara en la almohada y lloré.


Eran alrededor de las cuatro cuando mi tía me levantó. ꟷhijo, ¿quieres torta con café con leche? ꟷ se me hizo agua la boca y me levanté. ꟷponte eso hijoꟷ señaló, me vestí y percibí el olor del café con leche entrar en la habitación. Mi tía Mabi hacía las mejores tortas que jamás había probado, las arepas con mantequilla y queso por las mañanas, la sopa junto al plato de arroz con caraotas y carne mechada, y su ensalada de berenjena a un lado, acompañadas de tajadas fritas. Dios, se habían acabado las temporadas del queso cabra, y mi tía venia desde la cocina, con esa sonrisa que transmitía satisfacción por ver a su sobrino comer su deliciosa y única comida. venía con un aire fresco en su rostro y colocaba aquel jugo de los mangos que recogió en el patio ayer. Después del desayuno, ella encendía el equipo de sonido y colocaba aquel disco de Marco Antonio Solís, lo escuchaba junto con mi tío todas las mañanas mientras limpiaban. Mi tío en el patio cortando el monte y cantando las canciones de Marco Antonio, igual mi tía dentro de la casa haciendo quehaceres del hogar.

En ocasiones, me iba a la casa de otro tío que vivía cruzando el patio. Era una casa de ladrillos rojos, detrás tenían una alberca. Mi tío Edwin era negro y corpulento, casi de unos dos metros de altura y su esposa era blanca, catira de ojos azules y cabello amarillo. Tenían tres hijos, mis primos, en una edad progresiva; la mayor Yesenia, luego le sigue Yorfrei, y el menor Yorman. Nos bañábamos en la alberca. A veces jugábamos cartas en un escondite que ellos tenían. ꟷpasa por aquíꟷ señaló Yorfrei, y yo me agaché para atravesar la cerca de alambre. Seguimos un camino cubierto de muchos árboles hasta dar a un lugar sombreado y distinguí una guarida que ellos construyeron, con maderas y cartones, gaveras y otros materiales. ꟷpasa, no tengas miedoꟷ. Adentro estaban otros dos primos; Zenaida y Daniel, quienes eran hermanos, y allí jugábamos a las cartas, policía y ladrón, bajábamos al rio que pasaba por debajo de un puente y lanzábamos piedras hasta deslizarlas sobre el agua. Luego nos devolvíamos cada uno a su casa cuando apenas se escuchaban el grito de nuestros nombres que abarcaban toda la cuadra. Nos despedíamos hasta el día siguiente. Mi tía me esperaba con una arepa rellena con mantequilla y queso, jugo de mango o de lechosa. Por la noche la gente solía sentarse afuera en las aceras a conversar, jugar dominó, comprar pepitos y refrescos, chismes por aquí, chismes por allá.



Esa noche llegó un carro y se estacionó en frente de la casa. Se asomaron dos zapatos negros y un cuerpo obeso se alzó del asiento. Se abrió otra puerta y se bajó una mujer. Mis tíos se levantaron con aire de emoción y abrazaron a la mujer y al hombre obeso que estaba de pie con las maletas. ¿Ese es Aquiles? ꟷescuchéꟷ ¡oh! ¡qué grandísimo está, por Dios! Alargando todas las vocales mientras se acercaba para besar mis cachetes. Comprendí que eran sus hijos, por lo tanto, mis primos. Pero al tiempo se convirtieron en tíos y hasta la bendición les pedía. Alex era la persona obesa que se encargaba ahora de la comida, cocinaba muy bien, casi mejor que mi tía. Tenía un aire de buena persona. A veces escuchaba a mi tía molesta regañándolo, no sé por qué, y el bajaba la cabeza de una forma sutil y mansa.


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En cambio, Zoraida, era una mujer muy inteligente, trabajadora y bonita, podía sentir incluso que era la favorita de mi tía. Se notaba la diferencia en los ojos cuando la miraba a ella y cuando miraba a Alex. Una madrugada, en la que no pude dormir por el ardor que sentía en mi miembro, me levanté y me dirigí hacia el baño, abrí la puerta, me saqué el miembro y lo deslicé con mis dos dedos, ardía y me dolía al orinar. De pronto, la puerta se abrió y entró Alex ꟷ¿Todo bien Aquiles?ꟷ susurró. ꟷMe arde mucho y no puedo dormir.¿Qué cosa Aquiles?ꟷ cerró la puerta. ꟷAquí, señalé.ꟷ Se acercóꟷ te puedo ayudar con eso, pero debes prometer que no dirás nada. ꟷpermanecí en silencioꟷ tratando de comprender lo que me dijo y me asusté. Se acercó haciéndome señas que no hiciera ruido y colocó su mano en mis partes, deslizó lentamente y me ardió, se acercó y llevó su boca a mi extremidad.

Por fragmentos recordé a la mujer ojos grandes y retrocedí bruscamente. ꟷ¿Te sientes mejor?ꟷ preguntó. Sin decir nada salí del baño, entré en la habitación y cerré con seguro. No dormí el resto de la madrugada pensando en eso, pensando que tal vez, también él escondía caras en su armario. Me retorcí en la cama de pensamientos que invadieron mi mente toda la noche. Por la mañana siguiente, se veía nervioso en la cocina preparando el desayuno, yo seguía con el ardor y me senté en la mesa. Él se acercó y colocó la tasa de café sobre la mesa mirándome. ꟷ¿Hijo, todavía te duele? ꟷpreguntó mi tíaꟷ sí, mi tío Alex me ayudó anoche. ꟷrespondí, y en ese momento, Alex estaba en el baño cuando lo dije, mi tía me tomó del brazo y me llevó a su habitación. ꟷ¿¡cómo qué te ayudó!?ꟷ preguntó, con un tono de preocupación relleno con rabia y un toque eléctrico en su mirada. ꟷsí, entró al baño y dijo que me ayudaría, me agarró así, y así, luego hizo asíꟷ me interrumpió y se irguió de inmediato, sacó cinco bolívares de su bolsillo y me lo estiró. ꟷsal, cómprate un helado para ti y para tus primos, hasta la siete tienes permiso, ve a jugar. Tomé el dinero y me marché, en la puerta me detuve y miré por encima el hombro, mi tía atravesaba la sala con un caminar que daba miedo, abrió la puerta del baño y entró, y allí se escucharon golpes y gritos.



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Capitulo 1:

https://hive.blog/hive-133872/@sevalo13/elcomienzo-la-infancia-de-aquiles-relato

Capitulo 2:

https://hive.blog/hive-133872/@sevalo13/la-herida-la-infancia-de-aquiles-relato

Capitulo 3:

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Capitulo 4:

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Capitulo 5:

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Hola. Estaba leyendo tu historia y pensando, oh en Maracaibo escuchan vallenato! y continué leyendo la historia con ese pensamiento. Pero, nunca imaginé que la historia desenlazaría así en este post, quedé sorprendida.

jeje.. gracias por leer @angegar. :)