Este relato tiene un inicio en La señora Amanda
Amigos
Mudarse era horrible. Mateo y yo adiábamos mudarnos, odiábamos el trabajo de papá que siempre nos hacía tomar nuestras cosas una noche y mudarnos e irnos, como si nada, por la mañana. Fue un miércoles en la tarde cuando mamá nos advirtió que posiblemente tendríamos que mudarnos de nuevo. Me lo dijo solo a mí, porque si se lo decíamos a Mateo sabríamos no hablaría en mucho tiempo. Era una cosa que sucedía desde la primera vez. Para él era más fácil hacer amigos que para mí, y dejarlos lo ponía mal. Por eso nos dejaba de hablar a todos cuando nuestros padres nos anunciaban que nos teníamos que volver a mudar.
Para mí es distinto, no se trata de amigos, se trata de la casa, de la seguridad. Es que la escuela era un infierno. Entre los hombres los grupos no son tan cerrados como nosotros las niñas. Hacer una amiga significaba hacer un examen completo de esa persona, desde la forma en la que camina hasta cómo levanta la ceja para hacer alguna expresión. Y es más difícil si estás en esos colegios privados, donde todas las niñas quieren ser dominadoras del mundo. Creo que eso fue lo que me unió con Teresa. Nuestro odio mutuo por esas niñas ricas que se creen que son mejores que todo el mundo. Porque de otra manera no habríamos sido amigas. Porque míranos. Ella es catira de ojos azules y verde, y yo soy morena, soy de color. A ella le gusta todo lo que tiene que ver con números y yo en cambio prefiero las letras. Ella tocas el violín, yo el piano. Ella es derecha, yo zurda. Ella es alta, yo bajita. Ella cree en un Dios, yo no creo en nada. Somos polos opuestos. Aun así, su casa es el único lugar donde encontré cierta seguridad.
Todo fue culpa mía. Fui la que rompió la ventana de la casa de la señora Amanda. La que tenía la inmensa curiosidad de saber si realmente era una bruja, y contantemente buscaba como entrar a su casa. Fui yo la culpable de todo.
Nos íbamos a devolver a la casa cuando comenzó a llover, pero algo sucedía allí dentro. Yo estaba observando los la ventana de la sala a la señora Amanda con otra persona. Esa persona estaba fumando y cantando una cosa con una voz muy gruesa y oscura. El vidrio vibraba con la pronunciación de las notas más largas. Teresa, Marcos y Mateo vinieron a por mí, pero yo estaba como hipnotizada en lo que pasaba dentro. Y ya estaba totalmente empapada por la lluvia que caí por toneladas a cada respiro. No podía despegarme de la ventana. Escuchaba sus voces muy lejos, que me llamaban, y sentía que alguien me jalaba por el brazo, pero yo era incapaz de moverme.
El hombre terminó el ritual, me vio fijamente por un instante, y desapareció dentro de la casa. Fue cuando me di cuenta de que esta sola. Fui hasta la entrada y la puerta estaba abierta. Las bicicletas estaban junto a la puerta, y en un acto inconsciente, entré. Llamé a Mateo primero, luego a Teresa, y por último a Marcos. No sé que fue lo que me hizo pensar que estaban allí dentro. Pero eso era lo que creía. El temor se apoderó de mí, y por una extraña razón me persigné como me enseñó Teresa. Hasta hice una oración muy breve. Sentí que alguien venía y me encondí bajo la escalera. Tenía una especie de puerta que era un estante de libros. Allí me quedé hasta que escuché las sirenas. Nunca me fijé que la habitación era más grande de lo que creía. Fue la oscuridad. No vi los cuerpos, no sentí la muerte a mis espaldas.
Saludos muy bueno... desarrolla mas hay madera... y que nunca se pierda el punto en concreto... imaginate que hubieses editado tu primer libro y se olvida indicar que hay una segunda parte... degastes de vender la segunda edicion... gracias...
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