Muchas veces recibimos regalos de otras personas y no los valoramos, porque nos parecen sencillos, con poco valor, o sencillamente porque no los necesitamos, pero pocas veces nos detenemos a pensar el precio que tuvo que pagar esa persona para poder hacernos ese regalo.
Cuando niños, recibimos regalos de nuestros padres, tíos, abuelos y otras personas, bien adultos o no. Para nosotros solo era algo que llegaba a nuestra manos sin tener que pagar un precio: Un bocadillo, una prenda de vestir o un juguete, a lo que apenas respondíamos “gracias”.
En algunos casos, las personas se acostumbraron a recibir regalos, y al dejar de recibirlos, simplemente se apartaron de aquellos que ya no les regalaban. Común prueba de ingratitud y de soberbia al creer que merecemos recibir obsequios constantemente.
Son pocas las personas que se acercan a aquellos que un día les regalaron, pero ya no lo hacen, a preguntar sobre su estado de ánimo, situación financiera, o simplemente a recompensarle los gestos anteriores.
En la biblia encontramos un caso de una viuda que tenía solo un puñado de harina y un poco de aceite para preparar un pan para ella y su hijo. Su esperanza era comer ese día y morir de hambre al siguiente, pero tuvo un encuentro con un hombre que le dio un mensaje que levantó su ánimo y fue cuando ocurrió el milagro. El nombre de ese hombre era Elías, y fue tan agradecido con la viuda que lo alimentó, aun teniendo casi nada, que cuando el hijo de la viuda murió, él rogó al Señor para que lo reviviera, obteniendo una respuesta positiva.
El milagro en la vida de la viuda resultó tal que nunca le faltó harina ni aceite desde el día que compartió su alimento con Elías. Tal vez por eso nuestros abuelos siempre tenían un buen bocado de comida para compartir con nosotros. Ellos no pensaban que se iban a quedar sin alimento, simplemente querían darnos algo para comer.
Con este mensaje, deseo que tengamos dos puntos de vista:
Primero, el de la viuda, compartiendo el pan con el hambriento, sin pensar que mañana moriremos de hambre, porque quien nos ha provisto hasta ahora, lo seguirá haciendo, y tomo la palabra del Señor cuando dice: Las aves del cielo no siembran ni cosechan, pero nunca sufren hambre.
El segundo, el de Elías, el ser agradecido con esa persona que, conociéndote o no, se desprende de lo que tiene para ayudarte a satisfacer una necesidad, o simplemente porque siente gozo en compartir contigo lo que tiene. Eso es amor, es bondad, es fruto del Espíritu de Dios, recibe ese regalo como si el Señor mismo lo estuviera poniendo en tus manos, porque todo dádiva y todo don perfecto descienden de Él.
No pensemos mal de las personas que no nos regalan, o que no nos regalan lo que deseamos, porque no conocemos sus necesidades. Si ves a alguien que no tiene para hacer un obsequio, hazle uno, alegra una vida, enseña con el ejemplo, siembra amor. Tal vez estés salvando una vida.
No hay regalo más valioso que aquel que representa todo para una persona: Su tiempo, su amor, su atención, y si fuere posible, algún obsequio material, porque con cada cosa que te bendice, está entregándote una parte de su ser. Aprendamos a ser agradecidos, y si esa persona ya no está en este mundo, honra su memoria copiando sus buenos gestos, para que mañana alguien copie los tuyos.
Si te gusto este mensaje, puedes compartirlo en tus redes. Es posible que el mundo aprenda a ser más agradecido.
Many times we receive gifts from other people and we do not value them, because they seem simple, with little value, or simply because we do not need them, but we rarely stop to think about the price that person had to pay to be able to give us that gift.
As children, we received gifts from our parents, uncles, aunts, uncles, grandparents and other people, adults or not. For us it was just something that came into our hands without having to pay a price: A snack, a piece of clothing or a toy, to which we barely responded "thank you".
In some cases, people became accustomed to receiving gifts, and when they stopped receiving them, they simply turned away from those who no longer gave them gifts. Common proof of ingratitude and pride in believing that we deserve to receive gifts constantly.
Few people approach those who once gave them gifts, but no longer do so, to inquire about their mood, financial situation, or simply to **reimburse them for previous gestures.
In the bible we find a case of a widow who had only a handful of flour and a little oil to prepare a loaf of bread for herself and her son. Her hope was to eat that day and starve the next, but she had an encounter with a man who gave her a message that lifted her spirits and that is when the miracle happened. The man's name was Elijah, and he was so grateful to the widow who fed him, even though he had almost nothing, that when the widow's son died, he prayed to the Lord to revive him, getting a positive answer.
The miracle in the widow's life was such that she never lacked flour or oil from the day she shared her food with Elijah. Perhaps that is why our grandparents always had a good morsel of food to share with us. They didn't think they were going to run out of food, they just wanted to give us something to eat.
With this message, I want us to have two points of view:
First, that of the widow, sharing bread with the hungry, without thinking that tomorrow we will die of hunger, because he who has provided for us until now, will continue to do so, and I take the word of the Lord when he says: **_The birds of the air neither sow nor reap, but they never suffer hunger.
The second, that of Elijah, being grateful to that person who, whether he knows you or not, gives up what he has to help you meet a need, or simply because he feels joy in sharing with you what he has. That is love, that is kindness, that is the fruit of the Spirit of God, receive that gift as if the Lord Himself were placing it in your hands, because every gift and every perfect gift descends from Him.
Let us not think badly of people who do not give us gifts, or who do not give us what we desire, because we do not know their needs. If you see someone who doesn't have the means to give a gift, give them one, brighten a life, teach by example, sow love. You may be saving a life..
There is no gift more valuable than the one that represents everything for a person: his time, his love, his attention, and if possible, some material gift, because with each thing that blesses you, he is giving you a part of his being. Let's learn to be grateful, and if that person is no longer in this world, honor his memory by copying his good gestures, so that tomorrow someone else will copy yours.
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