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Después de una semana, finalmente pude terminar de calificar tareas y exámenes de tres grupos de alumnos, y entregarles sus calificaciones, no sin una que otra polémica de por medio, como es usual, y casi siempre inevitable.
Y pareciera que al terminar se me cayó una especie de venda de los ojos, y miré mi entorno como está realmente después de un semana en que prácticamente interrumpí mi vida y me sumergí en un mar de papeles y documentos académicos.
Me encontré con un bote de basura lleno de empaques de la comida a domicilio que fue parte importante de mi dieta en estos días. Pisos llenos de polvo, muebles que empiezan a ser hogar de una que otra telaraña, ropa tirada aquí y allá, una cama que ya extraña no estar "patas pa' arriba", y en general, caos.
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Salgo por primera vez en días a la terraza de la casa, que uso también como estacionamiento para mi auto, y está incluso peor. No he regado mi jardín y mis macetas en una semana, el auto está cubierto de una fina capa de polvo que parece harina, y pareciera el frente de una casa abandonada. Riego, limpio el auto, y dejo el barrido y lavado de los pisos para mañana, y al ir al baño a lavarme la cara y las manos, me llevo otra sorpresa.
No tengo la barba descuidada porque doy clases en línea y no puedo darme ese lujo, pero es notorio que necesito un corte de pelo, mis ojeras han intensificado su sombra oscura, y los dos kilos que bajé el mes pasado, al menos según lo que marca la báscula, han regresado como si me extrañaran y no pudieran vivir sin mí.
Reviso Notion, la aplicación de mi celular que uso para registrar mis actividades y mis rutinas, y la semana está prácticamente en blanco. Salvo el tomar mis medicamentos para la hipertensión, tomar mi café matutino (descafeinado), comer a mis horas y bañarme justo después de almorzar para no tener que prender el calentador de agua, otros hábitos que había empezado a lograr, se han cuasi desvanecido.
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Adiós a mis caminatas matutinas, dormir temprano, leer religiosamente, barrer todos los días sin falta, ir al mercado cada segundo día para comer siempre cosas frescas, escribir una hora al día, y una que otra cosa más que me estaba acostumbrando a hacer. El progreso de un par de meses, parcialmente esfumado.
Lo positivo es que hay hábitos importantes que sobrevivieron fácilmente, así que no todo está perdido. Aparte de los ya mencionados, mi ayuno intermitente, el no consumir bebidas embotelladas, azúcar, ni panes, apagar mi teléfono todas la noches, y buena parte de mi rutina matutina han sufrido mínimos o nulos daños, lo que debo reconocer que es muy reconfortante.
Ahora que, literalmente, vuelvo a la vida, no queda otra que empezar de nuevo, otra vez, y recuperar el avance perdido. A final de cuentas la vida es así, una línea llena de vueltas, recovecos y giros inesperados, que a pesar de todo apunta siempre hacia adelante, aunque a veces no parezca.
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Y como dice el refrán, "mañana será otro día", y como decía mi abuelita: "no hay refrán perdido". El perdido he sido yo, pero ya me he encontrado, y mañana volveremos a empezar... de nuevo, una vez más.
©bonzopoe, 2021.
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