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Para quienes empiezan a leer, uno de los grandes dilemas es precisamente que leer. Y si nuestras referencias son los clásicos que nos obligan a leer, total o parcialmente, durante los primeros años de nuestra formación académica, como los textos de Sor Juana Inés de la Cruz, o El Quijote, o La Ilíada, por mencionar solo algunos ejemplos, no es un tema menor.
Superada la natural aversión a la lectura que a muchos nos genera la escuela en nuestros primeros años de vida, las recomendaciones, o nuevos clásicos, que todo mundo suele sugerir, no en pocas ocasiones son un segundo muro que salvar. García Márquez, Vargas Llosa, Octavio Paz, Borges, y muchos más, por mencionar solo a autores clásicos latinoamericanos, tampoco son precisamente lecturas fáciles en todos los casos.
Es de entender, y de agradecer entonces, el gran éxito en años recientes de la literatura juvenil que incluso ha dado el salto a la pantalla grande, siendo Harry Potter, el mejor ejemplo. Los primeros años de lectura, si uno logra salvar estos obstáculos que, irónicamene, pone en nuestro camino la propia escuela, suelen ser un poco tambaleantes, como el andar de un niño que apenas se pone en pie.
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Cuando tenemos la suerte de toparnos con un libro, o autor, que nos gusta, después de leerlo no sabemos con que seguir, y no es de extrañar que tengamos bloqueos lectores y perdamos el interés al no encontrar textos que nos agraden.
Si sobrevivimos esta etapa, empezamos poco a poco a definir nuestros gustos, y tener menos dificultades para encontrar lecturas que nos agraden; es en esta etapa que la lectura puede finalmente volverse parte de nuestro dia a día, y tener un impacto realmente sustantivo en nuestra vida.
Es en esta etapa en que pasamos de "no quiero que se acabe este libro", a "ya quiero terminar este libro", y no porque no nos guste, sino porque tenemos muchos otros que queremos leer. Yo me encuentro en esa etapa. Una en la que tus gustos se amplían cada vez más, y los libros que quieres leer aumentan día con día, y son cada vez más diversos. Se genera en nosotros un apetito y avidez por leer de todo, y conocer todos los sabores que la literatura tiene para ofrecer.
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Se genera en nosotros cierta promiscuidad lectora, porque nos animamos a leer casi cualquier cosa, siempre y cuando nos ofrezca algo nuevo y/o diferente. Y saltamos de autor en autor, de libro en libro, con extrema facilidad, lo que no necesariamente es malo, pero que desde afuera puede sorprender.
— ¿Cómo puedes estar leyendo a Platón y a Harry Potter a la vez?
— ¿En serio leíste el libro solo para venir a ver la película?
— ¡¿Qué tienes cuántos libros?!
Son algunas de las muchas preguntas que solemos escuchar los que estamos en esta etapa que me gusta llamar de lectura promiscua. Una etapa en la que siempre queremos más, y nos frustra no tener tiempo suficiente para leer todo lo quisiéramos. Hace unos días ví el video de una booktuber que leyó 20 libros en un mes, ¡por segundo mes consecutivo!, y no pude evitar preguntarme, ¿eso estará mal?
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Yo no sé si algún día llegue a leer 20 libros en un mes, ni sé si me interese hacerlo, pero confieso que continuamente pienso en que ojalá pudiera leer más de lo que leo.
Si esto es sano o no, lo ignoro, pero creo que el leer mucho, mientras no afecte tu vida cotidiana, mientras no se vuelva una adicción, no debería verse como algo negativo. Y si estás en paro, o de vacaciones, y sin darte cuenta leíste 20 libros en un mes, pues que bueno.
Yo me conformo con leer uno a la semana, siempre y cuando no sea un tabique de más de 1,000 páginas. Y a pesar de mi avidez, de mi promiscuidad lectora, trato de disfrutar al máximo cada libro que leo antes de pasar al siguiente, como debe de ser, ¿no cree usted?
©bonzopoe, 2021.
Nota: La imagen de portada fue creada a partir de la fuente indicada usando Microsoft Powerpoint.
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