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Hace poco escribí un post titulado 'Tiempo de principios', debido a que estaba teniendo muchas ideas para escribir, pero no me daba tiempo de acabarlas, y se me estaban acumulando.
Comenté en el post que no lo decía con presunción, ya que son procesos que muchas veces, si no es que casi siempre, escapan a nuestra voluntad.
Bueno, pues después de ese tiempo de principios, ese tiempo de estar en subida, llevo una semana de bajada en la que no doy una, y no solo en la escritura, sino en lo anímico en general. Siendo la vida como es, una montaña rusa, y con este tiempo de pandemia, una de esas en que en vez de ir sentado vas prácticamente colgando, me ha tocado un tiempo de pausa forzada.
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He estado batallando por días con un desanimo provocado por el aislamiento, pero he sobrevivido, y creo que ya ha pasado lo peor; ya estoy un poco más animado, y la escritura de este post es parte y prueba de ello.
Y es que ideas he seguido teniendo, pero el ánimo a sido un lastre que no me ha permitirlo registrarlas, y más de una ha sido daño colateral. El solo pensar en sentarme a escribirlas me parecía como si fuera escribir El Quijote, y no siempre he logrado vencer a la pesa invisible de la desmotivación que llevé colgada del cuello los últimos días.
Parte de mi rehabilitación ha sido transplantar unas plantas enfermas y verlas como se recuperan. Oír música a alto volumen a altas horas de la noche (lo siento vecinos). Leer, llamar a viejos amigos para ver como están, llamar a la familia con el mismo objetivo, duchas cuando hiciera falta para espabilar la mente, y en menor medida darle gusto al cuerpo comiendo cosas que no debo, pero me suben la moral, junto con el colesterol, el azúcar y vaya Dios a saber cuantas cosas más.
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Los efectos no han sido impactantes pero si notorios, y aunque todavía no he recuperado mi humor negro y ácido, digamos ya tiene un tono grisáceo que me da esperanza. Poco a poco recupero mi estado de ánimo habitual, que tampoco es una cosa para presumir, sino no me gustaría tanto escribir, pero si es mucho mejor que el que anidó en mí la última semana.
Cuando pasan cosas como esta uno se da cuenta de que no es el mar, sino el barco. Y hay que ver la manera de sortear las tormentas, porque por terribles que sean nunca son eternas, y al fina siempre sale el sol y el mar se calma lo suficiente para permitirnos explorar nuevos horizontes menos propicios a las tempestades.
Digamos que todavía no llego a una playa paradisíaca en la cual poder anclar y darme la gran vida con mojitos y coctéles de mariscos, pero las olas ya son navegables, aunque todavía por momentos inclinan peligrosamente el navío, por lo que no hay que confiarse.
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Si mis pronósticos son acertados, en lo próximos días el mar se irá calmando poco a poco hasta dejar salir el sol, pero seguramente habrá chubascos y una que otra lluvia antes de llegar a aguas cristalinas. Sin embargo las cosas se han calmado lo suficiente para poder disfrutar de nuevo el viaje, con todo y sus altibajos.
A final de cuentas la vida es eso, un ir y venir, un subir y bajar, con la balanza ligeramente inclinada de nuestro lado. Y son estos momentos oscuros o de penumbra los que nos permitan valorar y disfrutar la luz, así que esta pausa, es solo eso, un alto momentáneo en el camino, pero no el camino, solo un obstáculo más a superar, como los ha habido tanto y los seguirá habiendo.
Espero poder publicar pronto al ritmo de antes, pero antes de correr, debo caminar, o en este caso, llegar a buen puerto. Hasta entonces.
©bonzopoe, 2020.
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