Walt Pekins | Capítulo 8: La trampa del alcalde Romita

in GEMS4 years ago

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(Lucas, ilustración original)


Capítulo 8: La trampa del alcalde Romita

Los tres chicos estaban decididos. Las manos de Walt no paraban de sudar, el corazón de Penélope latía 5 veces por segundo y todo el cuerpo de Lucas estaba temblando. Todos estaban muy asustados por lo que se venía, pero no iban a permitir que unos nervios arruinaran tan ingenioso plan. Estaba todo listo, y lo único que faltaba era que Lucas abriera la puerta de la camioneta para salir corriendo, cuando Hughes tocó la ventana del piloto, llamando al joven Romita.

- ¡Lucas! – gritó Hughes desde afuera – ¿puedes abrir la puerta, por favor?

Lucas se paralizó. Los tres habían decidido cerrar las puertas de la camioneta con seguro para que, en caso de que los descubrieran, tardasen en abrirlas. El chico volteó entonces de inmediato a sus compañeros, pálido, buscando apoyo para aquella situación.

- ¡Lucas! ¿Me escuchas? ¡¡Abre la puerta, por favor!! – gritó Hughes con aún más fuerza.

Penélope se acercó rápidamente a Lucas al oído para susurrarle que abriera la puerta. Hughes estaba a punto de actuar y forzarla por el silencio de Lucas y los chicos en la camioneta, por lo que lo que debían hacer era abrirla lo más rápido posible para calmar el estrés de Hughes y que este no armara un espectáculo. Lucas tardó 2 segundos en reaccionar, pero logró abrir la puerta antes de que Hughes pudiera hacer algo. Y es que, aunque pareciera exagerado, era algo que John Hughes hubiese hecho sin dudar. Llevaba trabajando con la familia Romita desde hace más de 15 años, y se había encargado de proteger a Lucas desde que era un bebé, viéndolo crecer, por lo que estaba dispuesto a hacer lo que fuera.

Tras abrir la puerta los chicos saludaron a Hughes, pálidos. Los tres estaban tan nerviosos que no podían parar de sonreír, mientras saludaban con la mano acelerada al hombre fuera de la camioneta. Sus corazones estaban muy acelerados y se encontraban sudorosos, por lo que tenían miedo de que Hughes se diera cuenta de lo que sucedía allí adentro. Lucas intentó responder lo más normal que pudo, pero era inevitable que su voz saliera temblorosa. Era la primera vez que hacía algo así a escondidas y estaba muy nervioso.

- ¡H-hola Hughes! ¿Qué pasa? ¿¡S-se te ofrece algo!? – preguntó Lucas, tartamudeando.

Hughes se lo quedó mirando. Conocía muy bien a Lucas, por lo que sabía que algo sucedía.

- ¿Por qué no abrías la puerta? – preguntó Hughes, serio.

- ¿¿Qué?? ¿C-cómo que no abrí la puerta? ¡S-si a-acabo de abrirla! ¿Verdad chicos? – gritó Lucas nervioso, mientras volteó a ver a sus amigos.

El chico se mostraba más que desesperado en esta situación, pero Walt y Penélope no debían hablar. Lucas debía explicar lo que pasaba solo, y no podía dudar en lo que decía. Tenía que decirlo con naturalidad sin recibir ayuda de los chicos, o toda esta situación se vería aún más extraña.

- ¡¡Qué cosas locas dices!! – agregó girando la cabeza de regreso a él.

- ¿Por qué no abriste la puerta? – repitió Hughes, serio.

Lucas vio en Hughes una actitud mucho más seria de lo normal, por lo que tenía miedo de que empezara a preguntar demasiado y terminara averiguandolo todo. Así que, ignorando lo horriblemente difícil que fue para él todo eso, decidió tragarse sus nervios y afrontar la situación de la mejor manera que se le ocurrió. Mintiendo.

- Okey, lo siento. Era un chiste – explicó Lucas, serio – lo que pasa es que los chicos no querían creer en lo nervioso que te ponías cuando no respondía rápidamente, por lo que les pedí que se quedaran callados para que vieran tu reacción – mintió Lucas, con seguridad – lo siento.

- Eres mi responsabilidad Lucas, claro que reaccionare preocupado si no respondes – comentó Hughes, fulminando a Lucas con la mirada.

Aunque era una completa mentira, Lucas lo había explicado muy serio, por lo que Hughes le creyó. Todo esto ocasionó que Lucas se sintiera horrible, ya que sabía qué su amigo pensaría que estaban intentando burlarse de él.

- Quería decirte que tu padre quiere hablar contigo – agregó Hughes, secamente.

- ¿En serio? – preguntó Lucas perdido.

A Lucas le sorprendió que su padre quisiera hablar nuevamente con él tras la pelea que habían tenido ambos hacía un momento atrás, por lo que no sabía que esperar acerca de su llamado. Hughes le pidió que se bajase de la camioneta y que fuera con su padre quien lo esperaba, mientras sus amigos se quedaban en él auto. Penélope y Walt no sabían que pensar, por lo que solo se dispusieron a esperar.

Lucas se acercó entonces a su padre, quien lo esperaba cerca de las patrullas.

- ¿Si papá? – preguntó Lucas, confundido.

- ¡Lucas! Hijo, ven acá por favor. Necesitamos hablar – dijo el señor Romita sonriendo acercándose a su hijo mientras se alejaba de los oficiales y patrullas – ¿Me podrías explicar que es lo que pretendes? – susurro apartándose junto a él de todos, jalando fuertemente su brazo.

El alcalde Romita no solía infringir fuerza contra Lucas, por lo que el chico no comprendía a que se debía ese fuerte apretón. Todo esto, con un disimulo y cautela impecable por parte del señor Romita, para que sus compañeros oficiales no se percataran.

- ¿¿Me podrías explicar que es lo que pretenden hacer tus idiotas amigos y tú?? – gritó en silencio el alcalde Romita ya alejados de todos - ¿¡Entrar a la Planta Nuclear!? ¡¡Están dementes!!

Un viento helado recorrió la espalda del chico.

- ¿¿Q-qué?? ¿Cómo que entrar a la planta nuclear? ¿De qué estás hablando? – preguntó Lucas mientras intentaba actuar con sorpresa.

Lucas no comprendía como diablos su papá se había enterado del plan e intentaba descubrir cómo fue que pasó, mientras mantenía su actuación. Estaba temblando y su voz sonaba extraña pero no podía aceptar aquella acusación.

- ¿¿Sabes lo peligroso que sería?? – siguió preguntando furioso el señor Romita – ¿¿Sabes lo mucho que hablarían?? ¿¡Lo MAL que hablarían!? ¡¡Es que ya puedo leer los titulares, Lucas!! – siguió gritando el alcalde – "Lucas Romita, hijo del alcalde de Nova Villa, pierde la vida junto a dos chicos al entrar a escondidas en la planta nuclear abandonada" – comentó – ¡¡Ustedes no conocen nada de la planta, no todo está en buen estado!! ¡¡Hay hoyos enormes entre ciertos pisos, Lucas, algunos edificios están completamente agrietados, hay unos al que ni siquiera se le permite el acceso al personal autorizado!! ¿¡Sabes lo peligroso que sería que tres chicos como ustedes entrasen en un lugar así!? – terminó diciendo el alcalde.

- ¿¡Pero es que de que estás hablando!? ¿¿Por qué crees que queremos entrar allí?? ¿De dónde sacaste esa idea? – susurró enojado Lucas.

El chico mantenía fuertemente su papel. El mismo se había sorprendido por el gran actor que estaba demostrando ser, hasta se hubiese otorgado un Oscar.

- ¡Ay, por favor! – se quejó, aun en silencio, el señor Romita - ¡No te hagas el idiota conmigo, Lucas! ¡Los escuché perfectamente en la camioneta! ¡Como hablaban de entrar a escondidas en la planta sin que nadie se diera cuenta! ¡Querían burlarse de mí desobedeciendo mis órdenes, colándose dentro de una estúpida planta a unos estúpidos edificios abandonados que podrían caerseles encima! – explicó enojado el alcalde – ¡Creyéndose muy listos y astutos pero no resultaron ser más que unos completos idiotas!

- ¡¡Es que no es así!! ¿¿De qué estás hablando?? – insistió Lucas con impotencia.

- ¡¡E insistes en mentirme!! – explotó eufórico el alcalde – ¡¡Por Dios Lucas!! ¡¡Lo escuché todo a través de los micrófonos de la camioneta!! ¿¿Crees que soy estúpido??

Lucas quedó paralizado. Su padre siempre había demostrado ser un hombre preocupado por su seguridad y la de su familia debido a los posibles ataques que podían traer consigo su puesto gubernamental, contratando a Hughes y otro par de guardas personales para su hijo, esposa y él, junto a diferentes sistemas de seguridad instalados en su Mansión en “Los Acres”, urbanización lujosa de Nova Villa. Pero a pesar de todo aquello, Lucas nunca había imaginado a su padre llegar tan lejos como para instalar micrófonos dentro de su propia camioneta.

- ¿Qué? – preguntó Lucas, pálido, a los segundos.

- Allí está – dijo el alcalde con soberbia – ahora tenemos otra actitud.

- ¿Cómo que micrófonos en la camioneta? – preguntó Lucas, insistente.

- Siempre hay que cuidarse las espaldas Lucas, y nunca se sabe verdaderamente quienes son los que te rodean – comentó Romita – yo confío en Hughes y los demás, ya que son mis hombres, aquellos que me protegen y a mi familia, pero no dejo de necesitar saber que hablan a mis espaldas – fulminó Romita.

- ¿Por eso les pides que hagan tantos trabajos con tu camioneta? ¿Lo haces apropósito para escuchar que hablan? – preguntó Lucas, indignado.

- Es necesario Lucas – afirmó su padre, serio – son esos los únicos momentos en el día en que pueden contarse cosas de sus vidas y trabajo – agregó enojado tras notar la expresión de indignación de Lucas – pero la utilidad de los micrófonos en mi camioneta no es de tu incumbencia, y no es para nada el tema de esta conversación.

- ¡Pero es que…! – intentó explicar Lucas, antes de ser interrumpido por Romita.

- El tema aquí es que tus amigos y tú se alejarán ahora mismo de este lugar y no serán bienvenidos ni a esta planta ni a zonas cercanas, – insistió enojado Romita – todo el estúpido plan que tenían será notificado a sus padres y espero que, al igual que tú a partir de estos momentos, sean castigados severamente – explicó Romita enojado, tomándose una pausa para tragar saliva – No evitaré que los tres sean amigos, pero solo por el gran cariño que empecé a tenerle a Penélope y por lo mucho que quiero a Walt y a su familia – fulminó Romita eso quiero que lo tengas muy claro.

- Yy-o… - intentó defenderse el chico, antes de ser interrumpido nuevamente por Romita

- Regresa a la camioneta que Hughes los llevará a todos, y notificale que venga a hablar conmigo, por favor. Hay cosas importantes que quiero hablar con él **– agregó finalmente Romita – ** estoy muy decepcionado de ti Lucas, en verdad. Nunca pensé que te valiera tan poco una orden directa de tu padre.

Romita vio a su hijo a los ojos y se alejó. Lucas regresó a la camioneta, con un sinfín de emociones, mientras que su padre se marchaba dentro de las instalaciones con los oficiales para hacer su último chequeo de zona.

El chico estaba confundido por la revelación de los micrófonos y enojado porque su padre lo había mandado a casa, preocupado por saber cómo reaccionarían sus amigos tras explicarles y asustado por la futura reacción de su madre. Estaba demasiado alterado por todo y su cabeza estaba a punto de explotar. Llegó a la camioneta encontrandose con Hughes, quien esperaba afuera.

- ¿Ya hablaste con tu padre? – preguntó, serio.

Hughes no tenía ni idea de los micrófonos, y Lucas tampoco podía decírselo. Quería gritarle a su amigo que su padre lo espiaba en secreto por miedo a un golpe de estado, o algo así, pero sabía que arruinaría demasiado las cosas si lo hacía por lo que decidió mejor quedarse callado.

- Sí, todo bien – mintió Lucas mientras se montaba en la camioneta – Papá quiere hablar contigo, dijo que es importante.

El chico se sentó en silencio en el asiento del co piloto, dejando a sus amigos perdidos, mientras Hughes acataba el llamado del señor Romita. La camioneta se quedó en silencio durante varios segundos, generando una tensión brutal.

- ¿¡Qué pasó!? – preguntaron Walt y Penélope al unísono.

Lucas no dijo nada.

- ¡¡Lucas!! – gritó Walt, preocupado – ¡No hagas como si no nos escucharas, no estás sordo!

- ¡Sí, ¿qué te dijo?! – preguntó Penélope, apoyando a Walt.

Lucas se quedó pensando un momento. Se acercó a la guantera de la camioneta y empezó a buscar unas cosas, aún sin decir nada.

- ¿Estás de broma o qué? – preguntó insistente Walt.

- ¿¡En serio no nos dirás nada!? – preguntó fulminante Penélope, acercándose al asiento de Lucas.

Tras varios segundos de búsqueda, el joven Romita se recostó nuevamente en su asiento con los objetos que había tardado en encontrar de dentro de la guantera en sus manos. Se trataba de una hoja de papel y un lapicero de color rojo, con el que empezaría luego a escribir algo. Walt y Penélope no entendían su silencio pero se habían cansado de gritar e insistir, por lo que decidieron solo esperar. Tras varios segundos escribiendo, el joven Romita se volteó hacia sus amigos y los miró fijamente a los ojos, luego estiró su mano y les entregó la hoja de papel con el escrito. Al leerlo, Walt Y Penélope entendieron finalmente lo que Lucas había hecho.

Se trataba de un mensaje. Lucas había escrito los detalles más importantes de la conversación con su padre para que sus amigos entendieran por qué se había quedado callado. No quería que su padre tuviera la oportunidad de escucharlos hablar acerca de otra cosa por lo que les pidió que guardaran silencio. Ambos no se lo podían creer, y empezaron a buscar por todas partes con la mirada en donde podían encontrarse escondidos aquellos micrófonos.

Los tres chicos vieron a lo lejos a Hughes y decidieron cortar su búsqueda, acomodándose en sus asientos mientras se preparaban para actuar “normal”. Hughes entró entonces a la camioneta y se sentó en el asiento del piloto para llevarlos a todos a casa.

- ¿Todo bien? – preguntó Lucas tras varios segundos, intentando cortar la tensión del lugar.

- Sí, todo bien – respondió Hughes secamente.

El viaje de regreso a sus casas fue incómodo, y los chicos no paraban de pensar en lo que había pasado. Se sentían ansiosos cada que recordaban el tema, e intentaban distraerse viendo el cielo y nubes pasar por la ventana.

El tiempo pasó y retomaron el camino de regreso a la ciudad, por lo que Hughes empezó a preguntar las direcciones de las casas de los chicos para decidir quién llevarí primero. Las explicaciones de los chicos le dieron una idea general a Hughes acerca de que ruta tomar primero, decidiéndose al final por llevar a Walt manteniendose en la ruta actual, luego llevar a Penélope desviandose hacia el centro de la ciudad, y posteriormente regresarse a "Los Acres" cercana a las afueras para llevar a Lucas. Los tres vivían bastante alejados pero no era nada del otro mundo.

Al llegar a la residencia de los Pekins, los padres de Walt se encontraban esperándolos afuera, lo que no auguraba nada bueno. Hughes se bajó tras estacionar y fue directo a abrir la puerta a Walt, quién decidió salir despacio. Tomás y Blanca estaban muy serios y no era para menos, habían colgado recientemente una llamado con el alcalde Romita, por lo que se habían enterado de todo lo sucedido. Ya caminando hacia sus padres, el joven Pekins volteó hacia la camioneta y se despidió de sus dos amigos, quienes le regresaron la despedida. Lucas y Penélope habían notado la actitud de Tomás y Blanca, por lo que sabían el tipo de conversación que tendrían con Walt.

Hughes se subió nuevamente a la camioneta y fue detenido tan solo segundos después por un fuerte grito de Walt, quien se acercaba corriendo hasta ellos.

- ¡No me diste tu numero! – explicó Walt, jadeando.

- ¡¡Walt!! – llamaron a lo lejos Tomás y Blanca a su hijo, molestos.

- ¡Solo un minuto! – respondió girando su cabeza hacia sus padres - ¿puedes apresurarte? – agregó Walt, ansioso, hacia Lucas.

- Si, un momento – respondió rápidamente Lucas, mientras escribía su número en otra hoja de papel de la guantera.

Tras terminar de escribir le lanzó la hoja a Walt en forma de bola para que este pudiera agarrarla más rápido. Walt la detuvo entonces y salió corriendo hasta sus padres mientras les gritaba a sus amigos.

- ¡Les escribo más tarde! ¡Necesitamos hablar sobre el proyecto!

Lucas y Penélope, tras esto, se vieron entre ellos sonriendo, al entender acerca de qué proyecto era al que Walt se refería. Hughes arrancó finalmente la camioneta, marchándose de la casa de los Pekins, mientras Walt y sus padres entraban a la casa. Walt sabía el regaño y sermón que vendría por parte de sus padres, y más tras haber tenido la conversación que habían tenido temprano en la tarde. Esto hizo que Walt entrara a su casa con un fuerte dolor de estómago.

Penélope, desde la camioneta de Lucas, sentía un dolor muy parecido al del joven Pekins tras pensar en todo lo que hablaria con sus padres con respecto a lo sucedido.

Mientras tanto, en la tienda de “Curiosidades y Secretos: Watanabe”, el alcalde Romita se encontraba llegando para atender una importante reunión con el señor Watanabe. Romita venía con Rufus, su guardaespalda personal, en una camioneta Tundra de Toyota, color negro. El señor Watanabe se encontraba esperándolo en la entrada de la tienda, con una taza de café negro en su mano izquierda, vestido con un conjunto amarillo deportivo.

Rufus se estacionó enfrente de la tienda y bajó rápidamente a abrir la puerta de su jefe, para acompañarlo a dentro de la tienda.

- Llegas tarde – comentó Watanabe, con burlas.

- Tenía asuntos importantes que atender, Makoto – respondió secamente el señor Romita.

- Si, si – agregó el señor Watanabe quitándole importante – siempre los tienes Harold.

- ¿Vamos a hablar adentro o en la esquina de tu tienda? – agregó sarcásticamente el señor Romita.

- No, lo haremos adentro – respondió secamente el señor Watanabe – Tenemos mucho de que hablar.


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Historia original @christopherb.

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