La misteriosa carreta de la medianoche

in GEMS4 years ago

La misteriosa carreta de la medianoche

Un cuento original de @deyadena

Carmen, siendo muy niña, había escuchado las historias que sus padres le contaban sobre la cuaresma y la semana santa que la marcaron. Eran días religiosos, para visitar los templos en la ciudad y de mucho recogimiento familiar, se rezaba el rosario. Desde el interior, parientes venían a compartir con ellos, a pasar toda la semana mayor. Por tradición, durante esos días, no se permitía jugar, ni mucho menos gritar, era un pecado, y ofendía a Jesús.

Recordaba, que siendo niños, no hacían caso cuando les daban las pautas, las palabras entraban por un oído y salían por el otro. Así pasaban los días, corriendo y gritando hasta que llegaba la hora de retirarse a los cuartos para dormir. Carmen era muy vivaz y buscaba la forma de divertirse, estando en el cuarto con su hermana, ocupaba el nivel superior de la litera, desde allí, le hacía bromas para fastidiarla o entretenerla antes de dormirse. Disfrutaba inventar sus propios cuentos que a su hermanita le ponía los pelos de punta. Una noche le contó el relato de María dura, dura:

María dura, dura, dame mi asadura que estoy en los linderos de tu casa. María dura, dura, dame mi asadura que voy por los corredores de la casa. María dura, dura, dame mi asadura ya estoy en el patio de tu casa…

Aumentaba el tono de la voz para simular que alguien se acerca a la casa, y repetía: María dura, dura, dame mi asadura que estoy en la puerta de tu casa; luego Carmen hacia un breve silencio, y vocalizaba el toque de tres veces la puerta: toc, toc, toc.

Habiendo captado completamente la atención, brincaba desde lo alto de la cama y sorprendía a su hermanita, quien escuchaba temerosa el cuento de terror, al finalizar el relato, Carmen le grita: María dura, dura, dame mi asadura que vengo por ti, Patricia del susto dio gritos de terror.

Esa noche, la madre escuchó el escándalo, entró al cuarto y con autoridad les llamó la atención. Carmen no puedo contener la risa, por la broma que asustó a su hermana, la madre la regañó agriamente, y la mandó a pagar la luz, pero antes debían de hacer sus oraciones, ya que las ánimas les podía dar un susto como castigo.

Patricia le dijo a Carmen, no moleste y déjame dormir, no quiero que mami me regañe por tu culpa. En pocos minutos todo quedó en un profundo silencio. Carmen tenía la ventana, que daba la mirada a la calle, abierta. Solía dejarla así para mirar la luz de la Luna y reflejo de las estrellas.

Carmen no podía conciliar el sueño, pensando en lo dicho por su madre sobre las ánimas, el juego pesado la hizo candidata para el castigo. Al pasar las horas, recostada en la cama escucha los lamentos de una mujer a quien le caía un montón de madera encima. Algo nerviosa y sin moverse de la cama, sintió venir una carreta, el sonido de los cascos de unos caballos le indicaba que estaba justo a la altura de la ventana donde ella dormía, no entendía que hacia una carreta a las doce de la noche en la urbanización.

De repente, empezó a recorrerle un escalofrío por todo el cuerpo que le impedía moverse para cerrar la ventana. Tomó una respiración profundamente, llenándose de valor y trató de ver a través de la ventana, cuando una voz le gritó, nooooooo. Carmen quedó petrificada al escuchar la voz, obedeció quedándose en la cama hasta el amanecer.

Al levantarse todos en casa, ella aprovechó para salir del cuarto con la luz resplandeciente del sol y le da un fuerte abrazo a su madre pidiéndole la bendición y dice: ¡ay, mami! pasé la noche muy mal y le relató a su mamá lo acontecido, sus familiares todos atentos a su alrededor la escuchaban con asombro, al terminar de contar lo sucedido, su madre le responde, ya vistes hija, estos días no son de juegos. Espero que hayas aprendido la lección, los días santos son para guardar con mucho respeto. Asimismo le aclaró sobre la carreta diciéndole, es un misterio que otros han escuchado, no se atreven a verla, porque dicen que a esa hora, está pasando la muerte.

Carmen no volvió hacerle más bromas pesadas a Patricia en semana santa y todavía escucha en su memoria aquella voz que le impidió sucumbir ante la curiosidad.

El fin


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