Mi señora bonita
para vestirte y caminar,
te gustaban los elogios
de quienes de cerca
te podían mirar.
Tus trajes eran de hermosas
formas y los colores
llegaban a predominar,
había de todo un poco
y resultaba fascinante
para quienes
lo podían detallar.
Tu cabellera era larga
y abundante
como la arena del mar,
jugaba con la brisa atrevida
que la movía
de aquí y para allá.
Tus caderas eran anchas
y tu cuerpo se veía
como un reloj de arena,
tu elegancia era única
como la primavera.
Tu aroma se imponía
y todos sabían
que ahí estaba ella,
con su cara sonriente
destilando olor
como una lluvia fresca.
Eras complicada
y llena de sorpresas,
pero era difícil de ocultar
tu apariencia
de mujer regia.
A ti mi señora bonita
siempre voy a recordar,
como la luz
que alumbra mi día
y la noche
que me hace soñar.