El Decadentismo en la estética moderna (Parte I)

in GEMS4 years ago

" Judith y la cabeza de Holofernes" (1901), de Gustav Klimt Fuente

Amigos lectores, en la línea que he venido desarrollando acerca de la modernidad literaria, les hablaré de otro importante momento en su desarrollo. Me refiero al Decadentismo. Quizás no deba considerarse como un movimiento, sino más bien una corriente o atmósfera en el pensamiento, el arte y, particularmente, la literatura, que se desplegó por casi toda Europa en la segunda mitad del siglo XIX, con especial énfasis en las dos últimas décadas; de allí que se le consideré una manifestación del espíritu de "fin-de-siglo" (o finisecular). En el ámbito pictórico, tendremos a relevantes artistas (Rossetti, Doré, Beardsley, Klimt, etc.), algunas de sus obras usadas para ilustrar este post.

Los orígenes del Decadentismo (y a partir de allí lo caracterizaremos) los podemos hallar en Inglaterra, primero, y luego en Francia. Veamos sucintamente el contexto histórico. Se ha producido en Europa, con epicentro en Gran Bretaña, la Revolución Industrial desde la segunda mitad del siglo XVIII, extendiéndose por todo el XIX. Ocurre el cambio de una economía agrícola, rural y artesanal a una de tipo industrial, urbana y mecanizada, que afecta la vida cotidiana de los habitantes en diferentes formas. Por supuesto, sus principales manifestaciones pueden hallarse en la nueva ciudad, la ciudad industrial moderna. El escritor inglés Charles Dickens tiene pasajes muy ilustrativos en su novela Tiempos difíciles (1845):

Era una ciudad con maquinaria y chimeneas altas, de las que salían ininterrumpidamente espirales de humo que jamás terminaban de deshacerse del todo (…) Había en la ciudad varias calles anchas, que se parecían mucho entre sí, y muchísimas calles estrechas que se parecían más, habitadas por personas también muy iguales unas a otras, que entraban y salían todas a las mismas horas, hacían resonar el empedrado de la misma forma y realizaban el mismo trabajo, y para quienes todos los días eran iguales que ayer y que mañana (…).

Imagen de Londres (1873), de Gustave Doré Fuente

Ante el aplanamiento del mundo industrial, la vida enajenada y anónima en las metrópolis, la emergencia de sectores sociales que no muestran ningún interés en la dimensión estética y se caracterizan por la trivialidad y el mal gusto, el artista se siente amenazado y decide afirmar su "diferencia". Comienza así lo que algunos estudiosos denominaron "la religión de la belleza". Como expresa Umberto Eco, "se impone la idea de que la belleza es un valor superior que hay que materializar a toda costa hasta tal punto que para muchos la propia vida debe ser vivida como una obra de arte".

En Inglaterra, hacia la 1850, John Ruskin promueve sus ideas de cierto misticismo estético, en las que rechaza la pobreza de la vida industrial en desarrollo y reivindica el talante sensible y espiritual del arte de la Edad Media y del Renacimiento. Estas ideas prenden en pintores y poetas ingleses del momento que, en la búsqueda de esa belleza trascendente, le otorgan un valor primero al arte anterior a Rafael Sanzio (representante cimero del arte renacentista italiano); de allí el nombre de "Hermandad Prerrafaelista" que recibirá el grupo de pintores encabezados por Dante Gabriel Rossetti.

Tenemos así en el Prerrafaelismo un antecedente en Inglaterra. Se llega al punto en el que los artistas buscan redimir con la belleza los aspectos más turbadores de la vida (la enfermedad, la muerte, lo lúgubre…), hasta hacerlos fascinantes como forma de vida. Y establecen un paralelismo entre su destino y el de las antiguas civilizaciones antiguas (romana, bizantina) por su decadencia. Esta nostalgia por esos periodos de decadencia dará la denominación de decadentismo a esta corriente o atmósfera cultural que caracteriza la segunda mitad del XIX hasta inicios del XX.

Beata Beatrix (1864-1870), de Dante Gabriel Rossetti Fuente

A la par, en Francia, también en los años 50 del s. XIX, el poeta Baudelaire (a quien dedicaremos un post prontamente), iniciador del Simbolismo (ver mi post anterior), quizás el movimiento literario más significativo del decadentismo, ejerció su influencia en la formación del "arquetipo del decadente". En esta influencia resalta el valor dado por Baudelaire a lo extraño. Dirá:

Lo bello siempre es extraño. No quiero decir que sea voluntariamente, fríamente extraño, pues en tal caso sería un monstruo que se sale de los rieles de la vida. Digo que contiene siempre un poco de rareza (…), y que es esa rareza lo que lo convierte particularmente en lo Bello.

Con lo expresado, Baudelaire manifiesta su afinidad con Poe (la primera frase está tomada de su cuento "Ligeia"). Lo extraño será convertido en extravagante por los decadentistas, en ciertos casos, buscado de modo voluntario y frío.

Otro aspecto de la influencia de Baudelaire en el decadentismo es su atracción por el abismo ("le gouffre"). Como reconoce Balakian, el abismo se convierte en la última frontera de novedad que los "decadentes" quieren atravesar, cansados de todas las demás experiencias. Por ello la búsqueda en los “paraísos artificiales” y su inclinación a una naciente Estética del Mal.

Charles Baudelaire y Paul Verlaine (composición propia hecha con fotos de www.wikipedia.org)

Pero es Verlaine quien aparece como representando la consagración de esta complacencia en la decadencia con su poema "Languidez" ("Langueur"), de 1883, considerado casi un manifiesto del espíritu decadente. Lo citamos completo:

Soy el Imperio en el fin de la decadencia,
que ve pasar los bárbaros rubios y corpulentos
compaginando acrósticos y vagos pensamientos
en un estilo de oro, con lánguida indolencia.

El alma siente náuseas de tedio y somnolencia.
Allá lejos, se dice, hay combates sangrientos.
¡Y no poder, tan débil, con deseos tan lentos,
ni querer adornar un poco esta existencia!

No querer, ni siquiera poder morir un poco.
¡Ah, todo se ha bebido! ¿Cesó ya el reír loco?
¡Ah, todo se ha bebido, y comido! ¿Algo queda?

Sólo un poema insulso que tiramos al fuego,
sólo un fingido esclavo que os abandona luego,
sólo un andar cansado por no sé qué vereda.

La imagen de la languidez es muy significativa de ese sentimiento de desmoronamiento, de la conciencia de agotamiento, y a la vez de sobrexcitación sensible que parece llevar solo a la impasibilidad o el sinsentido.

Al parecer cinco años más tarde escribió: "Me gusta la palabra «decadencia» con sus reflejos de púrpura y oro", destacando así que esta palabra sugeriría los pensamientos refinados y voluptuosos del hombre civilizado, y no la caducidad. Sentido semejante se encuentra en el escritor inglés, Walter Pater…

(Continúa en próximo post)

Referencias bibliográficas

Balakian, Anna (1969). El movimiento simbolista. España: Edit. Guadarrama.
Baudelaire, Charles (1999). Salones y otros escritos sobre arte. España: Visor.
Eco, Umberto (2005). Historia de la belleza. España: Edit. Lumen.
https://losversosdedavid.wordpress.com/2013/08/07/languidez/

Gracias por su lectura.