No hay silencio en la madrugada. Remembrazas de mi niñez.
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La madrugada, con el acostumbrado frío que prodiga en diciembre y enero, despierta los gallos que, en volumen que arropa la vecindad, lanzan quiquiriquíes continuos que se entrecuzan en distintas direcciones.
Debo aclarar que la cantidad de gallos ha disminuido notablemente en Venezuela durante las 2 últimas décadas, pero no deja de haber los que cantan a hora fija y, más que todo, en la madrugada.
A esta hora yo también despierto, y me pongo a recordar mis madrugadas en Las Mercedes del Llano, tierra natal, sin mucha diferencia pues era el mismo obsequio musical de esos emplumados animales.
¡El café! ¡El café mi tía Ana "Rafaila"! ha sido hasta la fecha el más delcioso que he probado en mi vida, sabor que da masaje a mis papilas nostálgicas.
No hay silencio en la madrugada. No cambian mucho los amaneceres en mi estado Guárico. Los ladridos de los perros comienzan a hacer competencia y, sin ladrarle a nadie, parece que son felices de no ladrarle a nadie, porque sería peligroso que fuera a alguien.
Lo que sí ha cambiado drásticamente, es que en mi infancia los trabajadores del campo se levantaban a eso de las 3 a 5 de la mañana a cumplir labores, ya fuera de ordeño, arreo y otras esencias llaneras.
Sí, no es igual porque no hay a qué levantarse. Las clases virtuales han hecho que los maestros descansen más, y que no se levanten a esas horas, sino después de las 8.
No hay silencio en la madrugada. De repente esucho la voz de la vecina Flor, que siempre vive viendo o sintendo ladrones que quieren meterse en su casa a talles horas. Pura imaginación.
Nada cambia. Así era doña Modesta Bandres quien pegaba unos estentóreos gritos allá en 1961, cuando al escuchar el ruido de los árboles por el impulso del viento, creía que alguien se quería meter en su casa.
Sigo recordando y comparando. En casa de mi prima Pura llegaba un hombre apodado "Broco" a las 5 de la madrugada con una bulla, y ella salía a correrlo porque no dejaba dormir a las visitas, y eso le daba pena. Pero en otras circunstancias se levantaba a conversar con él.
No hay silencio en la madrugada. Entonces decido escribir una publicación con este motivo, y contar a los usuarios la vivencia de lo que me llegó.
Me asomo por la ventanita con cortina azul mate, y me convenzo a mí mismo de que lo mejor que puedo hacer es acostarme de nuevo porque, a fin de cuentas, soy un viejo docente jubilado.
Nada cambia. Así eran los docentes antes.
Al final, reviso si hay café para cuando me levante a eso de las 8, y me vuelvo a embojotar con las gruesas sábanas que sí son diferentes de las que usé en mi pueblo.
Es entonces cuando decido irme a la cama de nuevo.
Que Dios nos siga bendiciendo cada día.
Hola @lecumberre… He elegido su post sobre “-No hay silencio en la madrugada. Remembrazas de mi niñez.-” para mi iniciativa diaria de reblogear - votar y comentar…
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Oh este es un verdadero privilegio al momento de despertar y entrar a revisar mi perfil de Hive. Muchas gracias, y que tengas éxito en la iniciativa. Bendiciones de mi Dios querido.
Amén…
Feliz Día…
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