Mi incursión en las artes culinarias

in GEMS3 years ago

¡Hola Hivers! Hoy les contaré mi historia detrás del delantal

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Foto tomada en el tiempo de descanso en los primeros días de estadía

Quienes me hicieron el honor de leer mi primer post de presentación en este interesante lugar pudieron enterarse que al llegar a Chile mi primer empleo -y único, hasta hace unos 2 meses- fue de cocinera en un restaurant, lo que no supieron fue lo reciente que son mis habilidades en la cocina.

Nunca fui buena en la cocina. Crecí en entre una lonchería y un restaurant propiedad de mis padres y siempre tenía quien me cocinara o siempre tenía a mi disposición comida preparada. Entonces, podría decir que aprendí a cocinar a los 31 años cuando mi hermana Mariella -con quien vivía- cansada de cocinar todos los días para su hijo Moisés y su hermana la inútil frente a una olla –yo- hizo de almuerzo una pasta con zanahoria y mortadela rayada –y, aunque soy de paladar humilde y con mi papá aprendí a comer lo que me pongan en el plato, me guste o no- ese día decidí aprender a cocinar porque no podría soportar otro menú como aquel. Gracias al Señor me fue bien.

Ya cocinaba lo básico: arepas, panquecas, pasta, huevos revueltos, sopa Maggi, bollitos, arroz a duras penas… Pero luego del fatídico día –la zanahoria y mortadela rayada- comencé a recordar lo que creí que jamás había logrado almacenar en mi memoria: las recetas de mi mami.

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Esta es mi mamá con mi sobrina Bárbara preparando hallacas, diciembre 2017

Preparé algunos platos –realmente no recuerdo qué a ciencia cierta- asumo que guisos, intentos de sopa, etc. Pero de mi mamá amo y amaré siempre el pasticho y la polenta. Mi primer pasticho lo hice tanteando ingredientes, pues no sabía que aliños y condimentos usaba mi mamá, ni mucho menos las cantidades. Mis primeros comensales fueron mis amigas Carolina y Fabiola, ambas con un buen poder de crítica, la segunda de ellas bastante fuerte, pero para mí tranquilidad y alegría pasé la prueba. Después de ese primer pasticho vinieron varios más: para mi casa, mis sobrinos, en mi trabajo. Todos encantados y yo con el ego y la moral por las nubes.

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Mi amiga Carolina en su cumpleaños. Por cuestiones de tiempo, ese día nos reunimos en un McDonalds para celebrar un rato. La foto la tomó nuestra amiga María quien se unió a la celebración ese día

Después vino la polenta, para quienes no la conocen, la polenta es un plato de origen italiano a base de harina de centeno o trigo –originalmente- luego se empleó el maíz en su elaboración. En la web se pueden visualizar muchas maneras diferentes de hacerla, sin embargo, la mejor es la de mi mamá –obvio-. La polenta de mi mamá consiste en una especie de pastel de harina de maíz aliñada y coloreada con onoto para darle un color amarillito, sobre esta se coloca una capa de salsa boloñesa y todo el queso parmesano que le quieras poner ¡para el parmesano no hay límites!

Si seguimos en la onda del queso parmesano, en YouTube aprendí a preparar pasta Alfredo: plumas acompañadas con una preparación de vegetales salteados con pollo, salsa Bechamel y todo el parmesano que puedas. Lamentablemente perdí muchas de estas fotos entre reparaciones de computadoras y pérdidas de teléfonos en manos del hampa, y sin respaldo en la nube por descuido… pero sin deprimirnos, sigamos con el cuento.

Junto con mi hermana Mariella tuve mis inicios en el sushi, nuestros primeros dos intentos fueron bastante aceptables. La primera vez compramos arroz para sushi, algo costoso, luego lo intentamos con arroz normal quedó muy bueno. Ahí dijimos adiós al arroz caro.

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Ya estando más diestra con platos salados, incursioné en la repostería con tortas de auyama (tipo budín), bastante aplaudidos también –disculpen mi poca humildad-. con el pasar de los meses mi bolsillo sufría cada vez más los embates de la situación económica del país y mi menú se redujo a ciertos alimentos específicos y más frecuentes. Pero de esos días no hablaré hoy.

Luego emigré a Chile, en octubre del 2018. Un largo viaje por tierra que duró 11 días, incluyendo los dos días de descanso que me tomé en Lima para ver a mi hermana Mariella y a mi sobrino Moisés.

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La noche de despedida, ese día continuaba mi camino

Un 27 de octubre, aproximadamente a las dos de la mañana, me encontraba en el puesto fronterizo de Chacalluta, en Arica. Entraba como turista, las expectativas eran muchas. Gracias a Dios todo fluyó sin problemas. De ahí seguí a Santiago y de Santiago a Quilpué, en Valparaíso, donde me recibiría un chileno, Cristian, el papá de mi sobrino Amaru.

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Entrada a la ciudad de Arica, pasando el puesto fronterizo

Llegué a Valparaíso donde estuve unos 10 días. Un lugar hermoso. Conocí poco de la ciudad, salí un par de veces en busca de información para iniciar tramites de regularización y todo aquello.

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Paseando por Viña del Mar

El 8 de noviembre de 2018 llegué a la Patagonia chilena, Aysén, con una oferta de trabajo legal y con ello, los requisitos necesarios para solicitar la visa temporaria. Necesitaban a alguien dispuesto a aprender a cocinar con la sazón de la dueña del restaurant, la Sra. María, abuela del administrador que me estaba contratando.

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Vista de la región de Aysén desde el avión

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Balmaceda, saliendo del aeropuerto de la región

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Ruta 7 Sur, camino a Villa Cerro Castillo, mi nuevo destino

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Vista del Cerro Castillo desde mi residencia actual

Los primeros días fueron de adaptación al frío, a los horarios de puesta del sol, a esta nueva realidad. Al tercer o cuarto día comenzó el entrenamiento para la temporada de verano, entre diciembre y marzo, cuando concurren la con mayor cantidad de temporadistas. Aprendí la preparación de sándwich, lomo a la plancha, salmón asado, chorrillana –¡muy buena! Prometo traerles la receta-.

Pasada la temporada comencé con los almuerzos, aprendí con la Sra. María a preparar: cazuela de ave, pollo arvejado, osobuco al jugo (lagarto con hueso guisado), carne al jugo, caldillo de mariscos, carbonada y ajiaco (sopas típicas), pastel de papá, pollo asado en horno… Todos estos platos hechos en estufa a leña, si, a leña, pero no como se lo imaginan en Venezuela.

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Estas estufas tienen varias funciones, sirven de calefacción, de hecho, la principal fuente de calefacción aquí es a leña, se usan para cocinar, hornear, y hasta para secar ropa. Por eso ven en la foto un "perro azul" o ganchito de ropa y un gancho para colgar ropa detrás de la tetera, usada para mantener todo el día agua caliente para el mate, del cual les hablaré pronto.

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Después de eso comencé a hacer preparaciones improvisadas: pechuga rellena de jamón y queso, pollo en salsa blanca, pescado relleno horneado, espinazo de cordero al jugo. En diciembre pasado me atreví a hacer por primera vez pan de jamón, además de hallacas y asado negro con la mejor receta ¡la de mi mamá!

No conservo ni una foto que pudiera compartir con ustedes de estas primeras preparaciones, ni de las de mi mamá, ni las del restaurant, pues mientras trabajo procuro no usar el teléfono, pero os prometo que las traeré pronto para ustedes.

Me despido esperando les sean entretenidas estas breves líneas y podamos seguir leyéndonos pronto.

¡Bendiciones en abundancia!