De todos los trabajos que tienen las personas, unos dan frutos pero muchos otros fracasan y esta no es la excepción. Y así mismo le pasó a Cheito después de sus muchos trabajos en los que el dinero terminó despilfarrado. La cosa es que sus hijos viendo que ya estaba anciano y no podía estar en las mismas andanzas que antes, le montaron un puestito de verduras en el mercado.
Pero la cosa no cambió mucho porque las mujeres a las que el pretendía antes, ahora llegaban como abejitas a la flor. Esto no era porque el viejo Cheito era todo un galán sino porque enamoradizo como era, terminaba regalando las verduras a las mujeres que iban a pelarle el diente.
Nunca falta una aprovechada pero tampoco falta un picaflor. Y es que no todo era culpa de las mujeres sino también de que Cheito tenía la mala costumbre de dejar el puestito solo y como no, así cualquiera llegaba, compraba, se pagaba a sí mismo y aprovechaba para darse el vuelto, satisfecho de haber hecho una compra tan barata.
Así quebraron dos puesticos de verduras en el mercado hasta que Cheito terminó por decidirse a vender periódicos. Y como por supuesto eso de sentarse a leer periódico era cosa de señores, ya no se acercaban tanto las doñas a pedir fiaditos que terminaban pagando con sonrisas
Cheito empezó a ganarse su plática tranquilamente pero ahora que estaba haciendo las cosas bien y llegaba a casa a guardar el dinero, cuando se daba cuenta ya le habían robado dos de sus nietos que eran por cierto mala conducta.
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Pobre Cheíto, que bueno que aprendió, excelente y entretenido cuento