Cuenta un Chiste! Plop! | Tell a Joke (a 5-Minute Freewrite)

in Freewriters3 years ago

Cuenta un chiste

Este es mi ejercicio de escritura libre para la iniciativa de @latino.romano y @mariannewest. Details here.


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Con la sola excepción de ser obligado a bailar con la cumpleañera, pocas frases causaban más terror a un niño en una reunión social en los años 70-80 que, “cuenta un chiste”. “Echa un chiste”, decíamos en mi pueblo, como si el don de hacer reír viniera incluido con el simple manejo del lenguaje, como "echar una bendición".

Y es que en esa época, y por esos lares, libres de los vicios de los centros urbanos, la presión de grupo tenía otras manifestaciones, aunque someterte al escarnio público parecía ser el fin último. Si eras de personalidad extrovertida, obviamente el reto no generaba ningún temor. A los extrovertidos, nacidos en pueblos o ciudades, les da igual si bailan bien o mal, o si el chiste fue bueno o malo. Ellos se las arreglan para que todo gire a su favor. Si reírse de otros no funcionaba, entonces hacías que se rieran de ti mismo y lograbas el cometido. La cosa era no echarse para atrás y consolidad una reputación.

Sin embargo, si eras introvertido, la invitación a contar un chiste sonaba algo así como a “párate frente al pelotón de fusilamiento.” El silencio que seguía a un chiste malo o mal contado era tan ensordecedor como el ruido de fusiles dando fin a una existencia inmerecida. Al igual que con el reto del baile, si no se lograba hacer reír a la audiencia, cabía la posibilidad de que no te vieran en los próximos 5 o 6 cumpleaños, o velaciones (como le dicen a los velorios en mi pueblo; ocasiones predilecta para hacerse o deshacerse de una reputación).

Todo niño, consciente de esta trampa de socialización, sabía que debía aprender a temprana edad uno que otro chiste. Los había muy viejos y requetecontados, pero siempre buenos, como los que recordaba Miguel Ángel Landa en “Bienvenidos” y los había muy malos, pero que, si eran bien contados, con gracia, como decía la gente, podían hacer reír al más serio. En medio de los extremos existía toda una variedad de chistes largos y cortos, tiernos y muy groseros, simples y complicados. Los extrovertidos, que solían cultivar el arte de contar chistes como parte de sus herramientas para encantar al público, los tenían catalogados y podían echar un chiste de lo que el público pidiera (gochos, borrachos, locos, “locas”, animales, etc.). era como poder bailar cualquier música que pusieran.

¿Presión? Puede ser. Pero a temprana edad también aprendías que podías decir “paso”. Al reconocer que contar chiste o baila no era lo tuyo, te librabas de un gran peso. Nadie moría por negarse a aceptar el reto; eventualmente descubrías cual era tu fuerte y con un poco de suerte (o con la ayuda de Condorito) aprendías a “echar” uno que otro chiste.

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Tell a Joke

With the sole exception of being forced to dance with the birthday girl, few phrases caused more terror to a kid at a social gathering in the 70s-80s than, "tell a joke." "Give a joke", we used to say in my town, as if the gift of making people laugh came included with the simple use of language, such as "giving a blessing."

It so happened that at that time, and in those nacks of the woods, free from the vices of urban centers, peer pressure had other manifestations, although subjecting yourself to public ridicule seemed to be the ultimate goal. If you had an outgoing personality, obviously the challenge did not generate any fear. Extroverts, born in towns or cities, don't care if they dance well or badly, or if the joke was good or bad. They manage to turn everything in their favor. If laughing at others didn't work, then you made them laugh at yourself and you got the job done. The thing was not to back down and build a reputation.

Every boy (it was usually a male thing), aware of this socialization trap, knew that he had to learn one joke or two at an early age. There were very old and over-done ones, but always good, like the ones Miguel Ángel Landa revisited in his TV show, "Bienvenido" and there were very bad ones, but if they were well told, with grace, as people said, they could make the most serious ass laugh. In between the extremes there was a whole variety of jokes long and short, tender and dirty, simple and complicated. The extroverts, who used to cultivate the art of telling jokes as part of their tools to enchant the public, had them cataloged and could tell jokes at will about any subject the public asked for (gochos, drunks, nuts, gay, animals, etc.). it was like being able to dance whatever music they played.

Pressure? Maybe. But at an early age you also learned that you could say "pass." By recognizing that telling jokes or dancing was not your thing, you were relieving yourself of a great burden. No one died for refusing to accept the challenge; eventually you discovered what your strength was and with a little luck (or with the help of Condorito) you learned to "throw" one joke or two.

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Tienes toda la razón querido @hlezama.😊 Contar chistes puede desencadenar emociones distintas en cada persona. Lo que para algunos simboliza una gran oportunidad para pasarlo bien en compañia de amigos y seres queridos, para otros supone un gran reto. Excelente ejercicio amigo. Lo disfruté mucho. 😊
¡Un abrazote !🌹

Gracias.
Que bueno que lo disfrutaste.
Abrazos

Algunas personas tienen ese don de hacer reír, otras deben pasar para no sufrir, es así tal cual, yo soy mala en los chistes, pero los hago y es terrible.
Saludos amigo. Excelente ejercicio

Gracias. A mí se me dan mejor las anécdotas personales. La realidad a veces supera la ficción, hasta en lo gracioso y descabellado