Huevo de dragón - Ejercicio narrativo

in Freewriters11 months ago

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Lucy, llevaba en su cochecito de juguete una piedra, la paseaba por la casa, la arropaba, le cantaba, le contaba cuentos... Su papá no entendía lo que estaba pasando; pues ella tenía gran cantidad de muñecas, pero estas yacían en el fondo de la cesta de los juguetes, olvidadas desde hacía varias semanas. Arturo llegaba del trabajo y veía a Lucy ensimismada, paseando la piedra que estaba envuelta con mimos en pañuelos y se preguntaba qué debería hacer. —Es solo un juego, ya se le pasará. Así son los niños, Arturo— eran las cosas que le decía su esposa para tranquilizarlo. Pero no parecían tener efecto.

Preocupado por la situación, que llevaba ya demasiado tiempo, aquel fin de semana se quedó en casa para jugar con su hija.
—¿Qué tienes ahí, princesa?— le preguntó haciéndose el desentendido.
—¡PAPI, PAPI! ¡Es un huevo de dragón!— respondió Lucy con excesivo entusiasmo, quizá demasiado.
Arturo entendió entonces el por qué de la fascinación de su hija y se dedicó a mirar con detenimiento la piedra, que era redondeada y lisa, grande como uno de sus puños, y pensó que probablemente era una piedra sacada de algún río.
—Increíble... — respondió al darse cuenta que su hija aún esperaba una respuesta —¿pero, dónde lo has encontrado?— añadió, mirándola.
—Fue un regalo — respondió Lucy como si fuera algo obvio y aquella fue la única respuesta que él no esperaba, porque ¿quién podría regalarle una piedra a su hija de 5 años?
—¿De quién?— quiso saber.
—Un amigo de la escuela

Por la mente de Arturo pasó una película en cámara rápida (tan solo en segundos), un pequeño niño de 5 años tomando una piedra (que se veía pesada para llevarla en su mochila) y llevándola a la escuela tan solo para impresionar a una linda niña. La risa que nació en su garganta, se atoró antes de salir y desapareció al ver una segunda película, de forma instantánea; una en la que su hija recibía otros regalos de otros niños. Su bebé estaba creciendo demasiado rápido.

—No debes aceptar regalos de extraños— dijo de forma azorada. Sabía que ella respondería que no era un extraño, que era su amigo, pero lo dijo sin pensar, así que añadió rápidamente: —ya sé, es tu amigo, pero no debes aceptar regalos si no es navidad o tu cumpleaños, debes pedir permiso a mí a o mamá para aceptarlos. — cada vez estaba enredando más aquello, no sabía como explicar a su hija la diferencia de los buenos y los malos regalos. Una piedra era algo inofensivo e inocente, pero sentaba un precedente. Se sintió como un mal padre, aquello lo estaba superando.

—Está bien papi, debí contarles antes. No te pedí permiso para tener un dragón.
Arturo, no se esperaba aquella respuesta. Abrazó a su pequeña y esta añadió: —Lo voy a regresar... pero papi... ¿me dejas tener un dragón cuando sea grande?

Había tanta inocencia y esperanza en aquella pregunta que su corazón se derritió por completo y simplemente la abrazó.

Aquella noche, vio una publicidad de juego de tronos en la tele y recordó como habían nacido los dragones de Daenerys Targaryen. Un escalofrío lo recorrió al pensar que su hija podría hacerse daño intentando imitar aquello, aunque sabía que ella no había visto esa serie porque no era apta para su edad, pero alguien podría decirselo. Así que se le ocurrió una idea, porque si su hija le daba el "huevo de dragón" a otro niño, el riesgo seguiría ahí.

Cuando amaneció invitó a su hija al parque y le pidió que trajera su huevo de dragón. Llevó con ellos para hacer un pícnic y una palita de jardinería.
—Lucy, decidí que te puedes quedar con el huevo del dragón, pero debemos incubarlo adecuadamente— se lo dijo muy serio mientras ella lo veía con curiosidad y continuó: —las mamás dragonas entierran sus huevos y estos pueden tardar años en nacer, así que enterraremos el huevo aquí y volveremos cada año a ver si ya nació.
Los ojos de Lucy mostraban su asombro y emoción, saltó a sus brazos y lo llenó de besos mientras le daba las gracias.

Unos minutos después estaban comiendo pan dulce, sentados en el suelo y discutiendo si aquel sería un dragón dorado o verde, si sabría volar, si lanzaría fuego o si su aliento sería helado. Arturo se vio atrapado en el juego de la imaginación de su hija y aquel fue el domingo más especial que había tenido en años.

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Imágenes de mi autoría, tomadas con teléfono Redmi 9a y editadas en Snapseed.

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Qué bonita historia... Pero mientras leía, me hizo pensar en algo... El personaje me remitió a los Caballeros de la mesa redonda, a esa época de fantasía y realidad. Y pensé, ¿ese no será más bien el rey Arturo, que ahora vive en otra época y quiere descansar de sus hazañas y ser feliz y cuidar a su hija de los dragones y hechizos y aventuras que él vivió y que dejó todo eso atrás porque ya se cansó de todo eso? La imaginación es algo poderosa que nos hace, como en mi caso, pensar en otras historias y darles un mayor significado a lo que leemos.

Maravillosa interpretación, ahora yo también veo este cuento con otros ojos. Habrá que esperar que @isauris nos diga que opina de esta nueva visión de su historia.

Por cierto que me gustó mucho, la encontré muy tierna!

Pues no lo hice pensando en eso, pero acabas de abrir un mundo de posibilidades. ¿Qué tal si escribes un cuento a partir de ahí y me etiquetas? Me encantaría ver que sale. Uno escribe, pero la mitad de la magia ocurre en los ojos del lector, gracias por regalarme con esa hermosa visión tuya. Un abrazote, @edujo

Hecho. Me impresionó mucho tu relato, y hasta me inspiró... Jajaja. Cuando la tenga lista, te etiqueto. Un abrazote de vuelta!

Estupendo! Estaré pendiente.

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