Por @latino.romano
Con insistencia llamaba y silbaba por toda la casa. Revisaba cuidadosamente cada rincón buscando al escurridizo y evasivo Robin.
La hora de su baño había llegado, era algo que no podía posponer, para él la higiene era muy importante. Tenía lista la bañera, el agua tibia, el champú y el secador de cabello. También se armó con una buena cantidad de paciencia, pues sabía que Robin no estaría muy entusiasmado con la afanosa tarea.
No hubo canciones, ni juegos con pompas de jabón esa mañana. La cochera se convirtió en un campo de batalla. Gritos, mordiscos, ladridos, mucha agua desperdigada, media botella de champú perdida. Robin era en verdad una mascota muy tierna casi todo el tiempo, pero a la hora recibir su baño, se convertía en un tornado de terquedad, en una bestia salvaje.
Pero toda bestia es domada tarde o temprano. Los muchos intentos ya le habían dado la pericia necesaria para tratar este complicado asunto. Robin terminó cediendo ante la fuerza de voluntad de su dueño, manteniendo la calma después de la terrible tormenta. Con su pelaje mojado y siendo frotado con un cepillo lleno de jabón.
Cuidadosamente su dueño se aseguraba de no dejar un solo lugar sin frotar y lavar. Ya los gritos no eran necesarios. La pelea dio paso a las felicitaciones y los mimos. Una toalla especialmente hecha para Robin era el último paso en toda la operación, ese y el secador de cabello que su dueño había comprado solo para él.
Robin se veía hermoso, radiante y con olor a jazmín. Su dueño se sentía triunfador, el ganador en aquella batalla entre el hombre y la bestia.
Sacó una foto para el recuerdo, para mostrarla a sus amigos su linda mascota, para enseñar su logro y compartirlo con orgullo.
Sentó a Robin en el sofá, y rápidamente fue a su escritorio para conectarse a las redes sociales y subir las tomas que hizo.
Robin aprovechó el momento para escabullirse. Su dueño, embotado entre mensajes y emojis de corazones y aplausos, no se percató del escape de Robin.
Robin fue al jardín, a su lugar favorito, y decidió poner remedio al olor a jazmín que no le agradaba en lo absoluto. Se acercó a un charco dejado por la lluvia de la noche anterior, y se dio un buen baño de barro.
Se le veía feliz retozando en el lodo oscuro, cambiando el color de su pelaje, salpicando con sus patas y ladrando al aire. Su dueño seguía sentado en su escritorio, sonriendo mientras leía mensajes de texto y gifs animados, deseando tomar más fotos de su tierno y hermoso Robin.
Gheyzer J. Villegas (@latino.romano) es un escritor hispano de relatos y poemas, miembro del mundialmente reconocido grupo Freewrite House para quien escribe estos textos inéditos…
English version
He kept calling and whistling all over the house. He carefully checked every corner for the elusive Robin.
The time for his bath had arrived, it was something he could not postpone, for him hygiene was very important. He had the bathtub ready, the warm water, the shampoo and the hair dryer. He was also armed with a good deal of patience, for he knew that Robin would not be too enthusiastic about the laborious task.
There were no songs, no games with soap bubbles that morning. The garage became a battlefield. Screaming, biting, barking, lots of water scattered around, half a bottle of shampoo lost. Robin was indeed a very tender pet most of the time, but when it came time to take his bath, he turned into a tornado of stubbornness, a wild beast.
But every beast is tamed sooner or later. The many attempts had already given him the necessary expertise to deal with this complicated matter. Robin ended up yielding to the willpower of his master, keeping calm after the terrible storm. With his coat wet and being rubbed with a brush full of soap.
Carefully his owner made sure not to leave a single spot without rubbing and washing. Screaming was no longer necessary. The fight gave way to congratulations and pampering. A specially made towel for Robin was the last step in the whole operation, that and the hair dryer his owner had bought just for him.
Robin looked beautiful, radiant and smelled of jasmine. His owner felt like a winner in that battle between man and beast.
He took a picture for the memory, to show his friends his beautiful pet, to show his achievement and to share it with pride.
He sat Robin down on the couch, and quickly went to his desk to connect to social networks and upload the shots he took.
Robin took advantage of the moment to sneak out. Her owner, dull of messages and emojis of hearts and applause, did not notice Robin's escape.
Robin went to the garden, to her favorite place, and decided to remedy the smell of jasmine that did not please her at all. He went to a puddle left by the rain the night before, and took a good mud bath.
He was seen happily frolicking in the dark mud, changing the color of his coat, splashing his legs and barking in the air. His owner was still sitting at his desk, smiling as he read text messages and animated gifs, eager to take more pictures of his tender and beautiful Robin.
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Así pasa amigo @latino.romano, de cualquier manera ya me dieron ganas de bañar a mi perro. Y de parte de Luca dice que te manda una mordida por darme ideas. Saludos
Ja, ja, ja, dile a Luca que le mando saludos amigo @saulos
Hola, @latino.romano. Fluida y divertida narrativa. Tu relato me hizo recordar cuando más pequeño, yo bañaba a la perra de mi abuela entre risas y juegos. Pequeños grandes momentos.