01100101 01110110 01100001/ Concurso de relatos de ciencia ficción "Fahrenheit 451" en honor a Ray Bradbury

in Literatos3 years ago (edited)

Saludos, amantes de la literatura.

Con esta publicación participo en el Concurso de relatos de ciencia ficción "Fahrenheit 451" en honor a Ray Bradbury. En el enlace anterior están las bases de esta iniciativa de la comunidad #literatos.

¿Qué mejor idea para rendir homenaje a Bradbury que incitar a que se escriban unas páginas que no puedan quemarse?

La invitación de @literatos para realizar un ejercicio de ficción distópica supone el enorme reto de evaluar la vida, de revisar lo que hay en ella de descompuesto y de imaginar, como en todas la utopías, la posibilidad de un mundo más humano.

Espero que puedan disfrutar de mi ejercicio.




Fuente


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-Su nombre es Dan. -Dijo Eva con una voz serenísima, que a la vez sugería una grata sorpresa.

Dan se fijó en su rostro. La chica mantenía la mirada sobre su brazo extendido bajo el delgado fulgor de luz, que bajaba al mostrador acerado, despejado y brillante como un espejo.

No había nada que notar en la cara de la joven, que ahora tomaba el turno de extender su brazo para que el lector de códigos emitiera la autorización de paso.

-Es que yo me llamo Eva. -Esta vez sus palabras, casi imperceptibles con un ritmo más monótono, sonaron a disculpa.

Dan pudo descifrar la primera parte de su código binario, impreso en la cara posterior de su muñeca: 01100101 01110110 01100001. Efectivamente se llamaba Eva.

Había visto su cara en muchos lugares de la ciudadela. Si quisiera, podría calcular la cantidad de personas que compartían esa fisonomía, pero nunca alguien con esa cara le dirigió la palabra. Era, además, la primera vez que alguien en su vida le decía que se llamaba Eva.

Entraron en silencio al pasillo. Una pantalla se iluminó con el código de Dan y él entró por la puerta que indicaba, ocurrió lo mismo para Eva. Cinco minutos después salieron en el mismo orden en el que entraron. Dan se detuvo en la puerta del edificio, un segundo después salía ella.

-Te envié mis datos a tu memoria del día. -Dijo Dan, mientras, sin esperar respuesta, se perdía en la masa de transeúntes.

Dan entró a un centro de distribución de bienes. Su organización electro-genética, debidamente codificada, concebida para las labores de inteligencia científica, le daba acceso privilegiado a ciertos materiales. Esta vez pidió objetos inocuos, poco solicitados: dispersores de tiempo, sintetizadores de gestos, información enciclopédica, lectores de pensamiento; materias primas anticuadas, si se quiere...

-¿Los lleva consigo o los envío a su portal? -Preguntó la mujer de igual fisonomía a la de Eva.

-Es adecuado enviarlos por el portal. ¿No le parece?

Dan se sorprendió a sí mismo sonriendo, la mujer no encontró motivos para conectarse con su críptico comentario y continúo su labor, eficiente y medida.

Tres días después, frente a su panel de analista en nanogenética transhumana, Eva advirtió un enlace inesperado. Una pequeña y palpitante forma esférica roja, coronada con dos mínimos óvalos verdes, la invitaba a pulsarla. Eva, que nunca deseo nada, sintió deseos de tocarla y lo hizo.

Se abrió un cuadro de diálogo: Dan le pedía copiar el programa “Portal de sueños” en su memoria del día. Él se encargaría de borrar el origen y el destino del mensaje y le pedía verse en “El portal” en seis horas.

La chica completó su labor de 2/3 de día. Pasó por el lector de códigos y salió puntualmente del trabajo.

La cúpula anti-aérea de Meerdok, el mayor centro económico y político del planeta Farout, le pareció asfixiante. Hoy no quería admirarla, aunque siempre lo hacía. A esa hora había gran cantidad de individuos en la calle. Como Eva, salían, o entraban, a sus trabajos. Un olor a trementina, a polímeros y el rumor de los pasos eran los pocos signos de la calle.

La vida en la ciudadela funcionaba, los seres se creaban, libres de enfermedades, a medida de las necesidades de trabajo, según un número limitado de formas corporales. La pertinaz investigación científica había dado con las dosis exactas, según el tipo de cuerpos, de los nutrientes necesarios. Estos se hacían llegar en cápsulas para ser consumidas una vez por semana.

Nada perturbaba el orden establecido, todo estaba resuelto, controlado. Una vez al año los jóvenes trabajadores se sometían a un sondeo electrónico y biológico para detectar incongruencias en el desempeño de cada particular organismo.

Dan era apreciado en las esferas cercanas al gobierno como un eficiente informático que llenaba con sus programaciones las horas de ocio de la población de Meerdok. Por su inteligencia sin par era monitoreado cada seis meses. Cuando se encontraron por vez primera Eva y él cumplían con esa obligación.

Era posible, siguiendo un protocolo, cambiar la estructura electrónica si alguna condición genética perturbara el orden social, o al individuo mismo; aunque, generalmente, una fórmula antigua y muy sencilla resolvía el problema enlenteciendo, a veces inhibiendo, el centro electrónico del habla. Meerdok era una ciudadela apacible por eso.

El silencio era el tesoro cultural, el orgullo de los gobernantes.
Tal vez por ello Eva captó la atención de Dan con su sencilla frase “Su nombre es Dan”, surgida sin necesidad aparente, a menos que fuera la de nombrar y de ser oída.

A la hora fijada se encontraron ambos en el Portal de sueños. Las entonaciones de la voz de Eva creaban las sinuosidades de un paisaje idílico con nubes blancas, la voz de Dan incorporó los mares, los ríos, las montañas. La parte electrónica de sus cerebros los unió en la misma ensoñación. Dan vio a Eva parir un hijo y abrazarlo. Dan, dormido, sintió en su garganta algo que nunca había sentido. Eva vio a Dan emocionado, como nunca había, ni siquiera soñado, ver a nadie.

Era un programa corto. Eva y Dan despertaron.

-¿Qué sueñas, Eva?
-Deseo ser diferente y usar mi voz. ¿Y tú, qué sueñas?
-Yo quiero ser un hombre.

Eva y Dan se siguieron encontrando en el Portal de sueños. Idearon una revolución mediática. Lograron una reacción masiva contra la inhibición del habla y poco a poco la ciudad se llenó de voces. Fue un proceso complejo que la gente bautizó como El Reinicio.

No pasó mucho tiempo para que la gente recordara lo que significaba ser hombre plenamente.

La historia que hoy narro ocurrió en Meerdok en un tiempo que, allá, está siendo ya olvidado, pero que en otros mundos no ha sucedido.

En la actualidad los Meerdokianos están concentrados en enviar viajeros al espacio remoto; quieren romper la brecha del tiempo, acercándose a culturas del pasado lejano. Una manzana muy estilizada distingue sus naves.


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@gracielaacevedo

La pequeña imagen de la manzana es propia.

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Excelente historia...

Muchas gracias por leerme y por tu comentario generoso @quijotesco.

Una buena metáfora que puede contrastarse con el deseo de los gobiernos antidemocráticos, que desearían poder convertir en mudos a todos los ciudadanos con tal de impedir que las personas puedan exponer sus pensamientos y críticas del sistema. Saludos amiga, nos estaremos leyendo.

Saludos @nestorgomez, creo que también intenta describir la voluntad individual que al convertirse en palabras obliga a las acciones y abre la esperanza.