La cajera
Espera con paciencia al último cliente, con él cerrará las operaciones en la caja registradora. Siente cansancio, pero intenta mostrarse lo más atenta posible y cuidar el registro correcto para evitar cualquier fallo que le pueda ser deducido de la paga.
El cliente está visiblemente ansioso, ella observa la cesta de las compras que él trae consigo, reconociendo los limones, hierbas verdes y frescas, así como también, un envase de una reconocida marca de refresco.
Pasa con lentitud los productos por la balanza electrónica, así como también con el lector del código de barra captura la información de la botella de cola. Ella lo mira y le dice el monto de la compra.
—Señorita, dispense, no traigo conmigo fondos en mis tarjetas, ni mucho menos efectivo, pero necesito llevarme estos productos.
—Señor, ¿qué dice? No le entiendo.
—Ayúdeme por favor, es un asunto de salud que no puedo dilatar.
—Señor, creo que no puedo ayudarlo. Si quiere, hable con mi jefe.
—¡No! Ellos están muy apegado a las normas. Por favor, páguelo usted y deme la dirección de su e-mail o su cuenta bancaria.
—¿Qué? ¡No le entiendo!
—¡Si no me ayuda, mi hijo podría morir esta noche! —, él exclama con una honda tristeza.
Ella lo mira a los ojos por un instante, saca de su cartera la tarjeta bancaria y paga la cuenta del desconocido. Es la primera vez que un cliente le pide tal cosa. Tal vez le mienta, pero solo el imaginar a un niño sufriendo la conmueve.
—¡Gracias, señorita! —, dejando escapar una honda respiración, agrega —, le estoy enormemente agradecido, por favor, anóteme aquí su e-mail.
Ella le dice que lo deje así, pero él insiste.
—Por favor, anótelo aquí.
Mira hacia la cabina en donde la observa su supervisor, toma el lapicero y escribe detrás de la factura, en letra de molde, la dirección de su email. El señor le hace una reverencia de agradecimiento, agarra la bolsa y la factura, saliendo casi corriendo del abasto.
El supervisor espera la salida del extraño cliente. En su tribulación, este le ha dado el motivo perfecto para amonestar de nuevo a la joven cajera, y así poder despedirla conforme a la legislación. Aunque en realidad, el trasfondo es una represalia por negarse al acoso sexual.
Acaba de perder el empleo, camina de regreso al departamento alquilado. Piensa en lo difícil de encontrar trabajo, la nueva normalidad causada por la pandemia, en la práctica, aniquiló casi a todas las industrias y comercios tradicionales.
Ya en el pequeño departamento, la joven inmigrante sintió quebrarse y empezó a llorar; tan lejos de su hogar, sin empleo, ni dinero suficiente. El tono alegre del celular interrumpió la amargura del momento. Secó las lágrimas y vio activo el icono de e-mail. En su mente vino la imagen del desconocido, de seguro era el reintegro de la factura por la cual fue despedida. Pensó, valió la pena ayudar a un niño enfermo.
Abrió el e-mail, sonrió al ver la fotografía reciente del niño riendo y leer la nota de agradecimiento, la pócima preparada con los ingredientes le salvó la vida. Al final de la nota vio un enlace, al pincharlo se descargó un archivo con unas llaves criptográficas, así como también otro archivo con instrucciones para su uso.
En la posdata, el agradecido desconocido indicó la cantidad de criptomoneda: un millón de hive. Así como también, extendió su disposición para asesorarla en cómo invertirlo.
Fin
Una micro ficción original de @janaveda
Foto de Andrea Piacquadio en Pexels
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¡Ey! ¡Alucinante final! Pensaba como todo lector expectativo que se trataba de simple dinero FIAT, pero resultó se algo mucho mejor.
Excelente creatividad amigo @janaveda gracias por compartirla en nuestra comunidad.
¡Saludos!
Hola @universoperdido,
Estoy muy contento y satisfecho por haber encontrado una comunidad que valore y promueva la literatura de habla española. Le agradezco su amable comentario, un estímulo necesario para continuar, leyendo y escribiendo entre personas maravillosas que llevan la esencia del alma humano por derroteros tecnológicos.
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