Hola a todos, estoy contento de participar en el concurso de la comunidad #literatos, con el patrocinio de @theycallmedan. Aquí pueden leer las bases del concurso link
Las Hermanas Mirc y la Mariposa
Lucy, de siete años de edad, posee una piel blanca y muchas pecas en la cara, y un cabello cortado a nivel de sus mejillas. Al contrario de su hermana mayor Anastasia, de once, que dejo sus rizos largos y rebeldes, iguales a como es ella. Son las hermanas Mirc y hoy como todas las mañanas se abren paso en un bosque cercano a su casa.
Transitan por un camino de piedra escoltado por árboles medianos, bajo los cuales hacen vida: helechos, orquídeas y musgos. Tras haber recorrido unos trescientos metros perciben el olor de los pinos que emergen al pie de la Colina, ralentizan su paso por lo empinado que se vuelve ahora el trayecto, ascienden poco a poco disfrutando el croar de las ranas y el canto de los pájaros. Al arribar a la parte más alta de la montaña, se escuchó la voz alegre de Anastasia:
— por fin llegamos, esta vez fue una de las más rápidas, tardamos como cinco minutos menos.
— sí, pero creo que fueron como diez— replicó Lucy mientras abraza a su hermana.
— bueno, ahora es tiempo de jugar, no los merecemos— dijo Anastasia.
El lugar dónde se encontraban carecía de árboles, poseía algunas matas con flores amarillas y rosadas, y un césped verde y fresco. Se tumbaron sobre él boca arriba, sus miradas se llenaron de un cielo azul mientas buscaban darle formas a las nubes.
—Aquella parece un conejo— dijo Lucy mientras señalaba.
—No la veo- contestó Anastasia.
—Mira, hay una redonda mediana, es la cabeza y tiene dos orejas largas sobre ella, y debajo una nube más grande, es el cuerpo que termina en una pequeñita, la cola.
—No, nada. !Ah Ya! ahora si la veo.
Transitan por un camino de piedra escoltado por árboles medianos, bajo los cuales hacen vida: helechos, orquídeas y musgos. Tras haber recorrido unos trescientos metros perciben el olor de los pinos que emergen al pie de la Colina, ralentizan su paso por lo empinado que se vuelve ahora el trayecto, ascienden poco a poco disfrutando el croar de las ranas y el canto de los pájaros. Al arribar a la parte más alta de la montaña, se escuchó la voz alegre de Anastasia:
— por fin llegamos, esta vez fue una de las más rápidas, tardamos como cinco minutos menos.
— sí, pero creo que fueron como diez— replicó Lucy mientras abraza a su hermana.
— bueno, ahora es tiempo de jugar, no los merecemos— dijo Anastasia.
El lugar dónde se encontraban carecía de árboles, poseía algunas matas con flores amarillas y rosadas, y un césped verde y fresco. Se tumbaron sobre él boca arriba, sus miradas se llenaron de un cielo azul mientas buscaban darle formas a las nubes.
—Aquella parece un conejo— dijo Lucy mientras señalaba.
—No la veo- contestó Anastasia.
—Mira, hay una redonda mediana, es la cabeza y tiene dos orejas largas sobre ella, y debajo una nube más grande, es el cuerpo que termina en una pequeñita, la cola.
—No, nada. !Ah Ya! ahora si la veo.
Interrumpieron el juego para mirar el paisaje. Notaron una pareja de azulejos que mantenían sus alas cerradas y daban pequeños pasos. Fueron sorprendidos por el descenso de un enorme pájaro negro que los triplicaba en tamaño, sin embargo, pudieron escapar ilesos.
Ahora esta ave avanzaba con dirección a las hermanas, le gritaron, pero no retrocedía. Se incorporaron del suelo, y sentadas movían las manos para ahuyentarlo. No hubo manera, ya con pocos metros de distancia entre ambos, la cabeza del pájaro adquiría rasgos humanos. La respiración y los latidos del corazón de las niñas se aceleraban, asustadas retrocedían como podían. Lograron reconocer la nueva cara del pajarraco, era la de su madrasta Carly y vino acompañada con un chillido: ¡Vengan a comer!
Anastasia sujetó a su hermana del brazo, para levantarse y huir de aquella abominable criatura. Tras un regreso acelerado tomaron un descanso al sentirse a salvo. Lucy palidecía tanto que era difícil detallar sus pecas.
—Respira Lucy, respira. Tenemos que seguir, no podemos tardarnos más.— dijo Anastasia
—Está bien, vamos- respondió Lucy, después de indicarle con la mano que se esperara un momento.
No tuvieron tiempo de procesar lo vivido, al volver a casa la comida les esperaba servida.
—Hoy les toca volver a comer frío, pero sé que ahora no volverán a llegar tarde — dijo su madrasta Carly mientras sonreía.
Las hermanas solo se miraron y almorzaron en silencio.
Al día siguiente decidieron hacer las cosas bien y le pidieron permiso a Carly para ir al bosque, se los concedió con la condición de que siempre llegaran temprano a comer y usaran unos amuletos que les entregó.
Los paseos seguían siendo rutinarios. Al ir una mañana al bosque, Lucy encontró una mariposa que no volaba, aunque a Anastasia no parecía importarle el insecto, ella lo tomo en su mano para examinarlo.
—Anastasia, ven a ver, tiene un ala rota.
— ¿Qué cosa?
—la mariposa tiene un ala rota.
—bueno, ya le saldrá otra.
—No, no podemos dejarla así, se va a morir.
— ¿Qué quieres hacer?
—llevémosla a la casa, a lo mejor Carly puede hacerle algo, acuérdate lo del pájaro negro.
Anastasia asintió y al llevarle la mariposa a Carly, les dijo que ella no tenía ningún poder y no sabía nada de ese pájaro negro que les había aparecido, pero si conocía una forma de ayudarlas.
Colocó agua con azúcar para que la mariposa comiera y recupera fuerzas, luego buscó en su escritorio un papel muy liviano, sobre el que trazó la forma del ala buena, la recortó y puso a las niñas a coloréala intentando mantener el mismo patrón. Después la pego con precisión de cirujano. El insecto tardo unos segundo en acostumbrarse a ella, pudo moverla un poco pero no lo suficiente para levantar vuelo.
—Vamos a darle más tiempo para que se recupere, esta tarde la llevamos al sitio donde la encontraron. Yo las acompaño- dijo Carly.
—Pero no podemos dejarla allá sino vuela, otros animales la atacaran—dijo Lucy
—Ella es del bosque, allá debe estar. Es su naturaleza — dijo Carly mientras Lucy un poco triste asentía con la cabeza.
En la tarde no hubo progreso, la mariposa se subió al hombro de Lucy y emprendieron el viaje. Al alcanzar el sitio de donde la recogieron por primera vez, Carly logró que se posara sobre el dorsal de su mano, cerró los ojos para conectarse con los animales y espíritus del bosque. Aquel papel de remplazo se fue convirtiendo en membranas y venas; en un ala natural. Al volver su mirada sobre ella, la soplo y salió volando.
Las hermanas Mirc sonreían mientras abrazaban a Carly, que les retribuía y guiñaba el ojo.
Ahora esta ave avanzaba con dirección a las hermanas, le gritaron, pero no retrocedía. Se incorporaron del suelo, y sentadas movían las manos para ahuyentarlo. No hubo manera, ya con pocos metros de distancia entre ambos, la cabeza del pájaro adquiría rasgos humanos. La respiración y los latidos del corazón de las niñas se aceleraban, asustadas retrocedían como podían. Lograron reconocer la nueva cara del pajarraco, era la de su madrasta Carly y vino acompañada con un chillido: ¡Vengan a comer!
Anastasia sujetó a su hermana del brazo, para levantarse y huir de aquella abominable criatura. Tras un regreso acelerado tomaron un descanso al sentirse a salvo. Lucy palidecía tanto que era difícil detallar sus pecas.
—Respira Lucy, respira. Tenemos que seguir, no podemos tardarnos más.— dijo Anastasia
—Está bien, vamos- respondió Lucy, después de indicarle con la mano que se esperara un momento.
No tuvieron tiempo de procesar lo vivido, al volver a casa la comida les esperaba servida.
—Hoy les toca volver a comer frío, pero sé que ahora no volverán a llegar tarde — dijo su madrasta Carly mientras sonreía.
Las hermanas solo se miraron y almorzaron en silencio.
Al día siguiente decidieron hacer las cosas bien y le pidieron permiso a Carly para ir al bosque, se los concedió con la condición de que siempre llegaran temprano a comer y usaran unos amuletos que les entregó.
Los paseos seguían siendo rutinarios. Al ir una mañana al bosque, Lucy encontró una mariposa que no volaba, aunque a Anastasia no parecía importarle el insecto, ella lo tomo en su mano para examinarlo.
—Anastasia, ven a ver, tiene un ala rota.
— ¿Qué cosa?
—la mariposa tiene un ala rota.
—bueno, ya le saldrá otra.
—No, no podemos dejarla así, se va a morir.
— ¿Qué quieres hacer?
—llevémosla a la casa, a lo mejor Carly puede hacerle algo, acuérdate lo del pájaro negro.
Anastasia asintió y al llevarle la mariposa a Carly, les dijo que ella no tenía ningún poder y no sabía nada de ese pájaro negro que les había aparecido, pero si conocía una forma de ayudarlas.
Colocó agua con azúcar para que la mariposa comiera y recupera fuerzas, luego buscó en su escritorio un papel muy liviano, sobre el que trazó la forma del ala buena, la recortó y puso a las niñas a coloréala intentando mantener el mismo patrón. Después la pego con precisión de cirujano. El insecto tardo unos segundo en acostumbrarse a ella, pudo moverla un poco pero no lo suficiente para levantar vuelo.
—Vamos a darle más tiempo para que se recupere, esta tarde la llevamos al sitio donde la encontraron. Yo las acompaño- dijo Carly.
—Pero no podemos dejarla allá sino vuela, otros animales la atacaran—dijo Lucy
—Ella es del bosque, allá debe estar. Es su naturaleza — dijo Carly mientras Lucy un poco triste asentía con la cabeza.
En la tarde no hubo progreso, la mariposa se subió al hombro de Lucy y emprendieron el viaje. Al alcanzar el sitio de donde la recogieron por primera vez, Carly logró que se posara sobre el dorsal de su mano, cerró los ojos para conectarse con los animales y espíritus del bosque. Aquel papel de remplazo se fue convirtiendo en membranas y venas; en un ala natural. Al volver su mirada sobre ella, la soplo y salió volando.
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