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La cuestión del otro, eso que ha sido llamado la otredad, es un asunto de gran amplitud y complejidad que se hizo muy presente en la filosofía y creación literaria durante el siglo XX, pero atraviesa el pensamiento y la literatura desde la antigüedad hasta la contemporaneidad, pasando por autores como Kant, Hegel, Husserl, Unamuno, Heidegger, Sartre, hasta, más recientemente, Foucault y Lévinas. Haré dos entregas sobre el tema. En esta primera traigo algo de un psiquiatra-filósofo y de un novelista, ambos del siglo XX.
El primero es el alemán Karl Jaspers, cuya profesión fue la psiquiatría, campo en el que hizo interesantes aportes, pero dedicó su mayor tiempo de trabajo y reflexión posterior a la filosofía. Fue autor de una larga lista de libros. En lo personal me detuve hace años en su Filosofía de la existencia y recomendaría su Introducción a la filosofía, a alguien que se quisiera iniciar en el conocimiento básico de esta.
El hombre sólo llega a su propio ser por conducto del otro. Llegamos a ser nosotros mismos sólo en la medida en que el otro llega a ser él mismo, a ser libres sólo en la medida en que el otro llega a serlo.
El otro autor es Amos Oz, novelista y ensayista israelí, que abogó por la búsqueda de la paz entre su pueblo y el palestino, siendo muy crítico de ciertas actuaciones gubernamentales. Entre otros reconocimientos, le fue otorgado el Premio Príncipe Asturias de las Letras en 2007. Tengo en mis afectos dos hermosos libros de Oz: No digas noche (1994) y El mismo mar (1998).
Intento hacer hincapié en la necesidad de imaginarnos unos a otros. Hagámoslo en todos los niveles, empezando por el más cotidiano. Cuando luchamos, cuando nos quejamos. Imaginémonos precisamente cuando sentimos que tenemos un ciento por ciento de razón y el otro está totalmente equivocado, sigue siendo útil imaginar al otro”.
Ambos autores formulan reflexiones, sean directas o indirectas, acerca de un modo de entender la relación con el otro, que se extiende a un plural (los otros), a partir de un sentido de consideración, de atención hacia o del que no soy yo, pero del cual puede haber mucho en mí (ese es un filón que me gustaría tocar en la próxima entrega).
Esa atención se debería expresar como respeto, cuidado, miramiento, solidaridad, pero, sobre todo, en la comprensión y el asentimiento de que solo por el otro yo existo como uno (como yo), pues la vida es relacional. No hay yo sin otro. Así no esté a mi lado o en mi entorno inmediato y físico, como diría Lévinas, es una "exterioridad" que me condiciona e interpela permanentemente, y por la que existo en el mundo que está hecho del quehacer de los otros.
Seguiremos reflexionando sobre este arduo asunto. Saludos.
Agradecido por su lectura.
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