Detrás del Telón (Una absurda cita)

in Literatos3 years ago (edited)

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(Portada diseñada por mí con el editor de Canva)

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En La Fantaisie, nadie podía concebir que la inmutable joven hubiese cedido ante el asedio del petulante entrenador de animales.

Cuando ambos llegaron a la entrada del circo, un coche los estaba esperando, de modo que se fueron sin pronunciar palabra hasta que pasaron frente a la fachada del Moulin Rouge donde Jack, suspirando, hizo un comentario que sacó de quicio a la muchacha.

—Aquí presentan unos espectáculos maravilloso, admiro la habilidad de las bailarinas. Cuando quieras voy a traerte para que los aprecies también —dijo mientras esbozaba una sonrisa.

—¿Te das cuenta de lo que has dicho? —preguntó Bernardette, mirándolo con expresión inquisidora—. ¿Cómo puedes pensar que yo quiero venir a un lugar como éste?

—Perdón, franceci...

—¡No me llames así! —lo interrumpió furiosa—, ya te he dicho que no me gusta.

—Como quieras, Berni, pero tampoco es para tanto.

—¿No es para tanto, dices? —dijo ella señalando el lugar cuya fachada simulaba un gran molino rojo con las aspas iluminadas por centenares de focos pequeños. Del recinto salía una música escandalosa y una mujer ataviada con un vestido rojo sin mangas, en ese momento charlaba con un caballero.

El coche se detuvo finalmente frente al restaurante al que se dirigían. La alfombra roja que estaba en la entrada, le daba distinción y porte. Había también un cartel elegante sobre la puerta donde se leía en letras azules:

«Bienvenue a La Petite Prairie»

En el umbral los recibió un hombre que sostenía una libreta mientras les pedía sus nombres, posteriormente les indicó, con amabilidad, el número de la mesa que debían ocupar.

—Mesa número diez, Monsieur, cerca de los músicos para que tengan la velada romántica que se merecen. ¡Disfrútenla!

—Así que ya tenías reservada una mesa. Estabas seguro que vendría aquí esta noche.

—¿Qué te puedo decir? —respondió Jack encogiéndose de hombros.

—Eres despreciable.

Al cabo de un rato, la pareja disfrutaba de un delicioso faisán asado y de la pieza «La muerte del cisne» que ejecutaban los músicos, pero ninguno de los dos estaba disfrutando la compañía del otro, pues en tanto Jack pasó toda la velada hablando de los buenos tiempos jugando polo y críquet en Londres, la pobre Bernardette no hizo más que bostezar.

—¿Por qué has estado tan callada, Berni?

Ella esbozó una expresión de fastidio y cuando estuvo a punto de hablar, él la interrumpió:

—Sí, sé que no quieres que te llame así, pero ya me cansé de ser amable contigo, así que voy a llamarte como quiera.

La muchacha abrió los ojos en señal de sorpresa, pensando que era la oportunidad perfecta para reclamarle por la sucia trampa de la cual había sido víctima.

—Dices que has sido amable conmigo y casi haces que me mate un elefante solo por complacerte el capricho de venir a cenar —reprochó enfadada.

—Yo nunca hubiese permitido que te hiciera daño, tenía todo bajo control, únicamente quería asustarte un poco para que no pudieras negarte.

—¡Por Dios, Jack! ¿Cómo podías estar tan seguro de la reacción de un animal? Todos los animales son impredecibles ¿no aprendiste eso con lo que pasó con Maximus? —volvió a increpar.

—Sí, aprendí y me volví más fuerte, ahora soy el mejor entrenador que hay sobre la faz de la tierra. Vamos, Berni ¿me dirás que realmente no querías venir conmigo?

—Te crees el centro del universo, Jack, pero si tanto me moría por salir contigo, entonces ¿por qué tuviste que recurrir a una trampa para lograrlo? —dijo con rabia.

—Sabía que no te animarías tú sola, así que tuve que darte una excusa.

Bernardette sintió que había llegado al límite, de modo que se levantó dispuesta a abandonar el lugar sin escuchar a Jack que le exigía regresar. Al ver que ella no le prestaba atención, llamó al mesero que acudió raudo.

—¿Cuánto le debo, garçon? —preguntó hurgando dentro del bolsillo interno de la chaqueta.

Después de saldar la deuda, Jack se fue hacía la salida dando grandes zancadas para ver si lograba alcanzar a Bernardette. Otro mesero le devolvió los abrigos y Jack encontró a la muchacha discutiendo con el chófer del coche que se rehusaba a llevarla de vuelta sin su acompañante.

—Disculpe, señorita, pero debo esperar al señor, fue él quien me contrató —explicó el cochero.

Jack se sintió aliviado de encontrarla todavía allí, de modo que la tomó del brazo para invitarla a subir, ella se rehusó a regresar con él, pero Jack insistió tanto que Bernardette terminó accediendo.

En el camino, nuevamente se quedaron callados, lo que le permitió al entrenador sumergirse en los pensamientos que lo asediaban. Constantemente se exprimía los sesos buscando una razón que justificara el rechazo de Bernardette, pero era su propia egolatría la que le impedía entender la razón. Ella parecía ignorar el rostro seráfico y el cuerpo musculoso que él poseía, la alcurnia de los apellidos que ostentaba y además, la habilidad para domar animales.

Tampoco comprendía porqué, pese al rechazo de la chica, ella le obsesionaba tanto. No dejaba de pensarla, soñaba con verla y hasta en algunas ocasiones, había llorado en secreto por su desprecio. A veces sentía que la odiaba por ser la única mujer capaz de despertar esos sentimientos en él, precisamente en él que no le importaban las emociones de las mujeres, que nada más pensaba en sí mismo y en como ganar poder siempre, ignorando por completo que la única razón del desprecio de Bernardette, se debía exclusivamente a la petulancia que lo caracterizaba. Estaba acostumbrado a las atenciones de todas las mujeres y por eso no comprendía la fría actitud de la joven.

Al llegar al circo, ella se bajó del carruaje mientras Jack pagaba los servicios al cochero. El lugar estaba sereno, apenas se escuchaba de vez en cuando el rugir de algún león a lo lejos. Ella caminó con rapidez hacia su carpa, pero se detuvo al sentir que Jack la tomaba del brazo para detener el avance.

—Quizás no debí exponerte, pero de verdad estaba seguro de lo que hacía, no iba a dejar que Espanto te lastimará, él no iba a hacerlo —dije el joven con un tono de voz suave.

—Eres un inconsciente... ni siquiera vale la pena seguir hablando contigo, Jack.

—¿Por qué? —preguntó Jack sin poder comprender—. ¿Por qué eres así?

—Yo me hago la misma pregunta con respecto a ti, créeme —respondió ella antes de adentrarse a su carpa, dejándolo allí afuera, desconcertado.

Dos horas más tarde, afuera hacía frío, pero eso no le impidió a Renzo salir a tocar la armónica frente a su carpa, era lo que hacía cuando no tenía sueño, aunque a veces se dedicaba simplemente a contemplar o reconocer las constelaciones según lo había aprendido de Branco.

El joven tocaba una hermosa canción que también había aprendido de su padre, una de letras melancólicas que evocaban a Sara Kalí, aquella heroica mujer que los gitanos veneraban. Al terminar la canción, Renzo percibió ruido y al volverse, observó una silueta que caminaba con lentitud.

Desde donde se encontraba no podía ver bien y se alarmó pensando en la posibilidad de que aquella persona fuese un ladrón, de modo que tomó el farol que tenía al lado y se acercó con sigilo hacía aquel extraño personaje, mas al acercarse lo suficiente, pudo apreciar que en realidad se trataba del dueño del circo. Renzo advirtió que estaba algo perturbado, así que lo alumbró con su farol para interrogarlo.

—¿Le ocurre algo, señor?

—No, no me pasa nada, gitano —respondió Fabrizzio entrecerrando los ojos instintivamente como respuesta al estímulo de la luz repentina.

—Pero veo que se lastimó, pues tiene un poco de sangre en el labio —objetó el insistente joven.

—Ya te dije que no me pasa nada... me tropecé y me golpeé, eso es todo —trató de explicar el hombre mientras se limpiaba la gota de sangre—. Ya me voy a dormir y creo que tú deberías hacer lo mismo.

Renzo le dio las buenas noches sin obtener respuesta y se retiró a la carpa para dormir, por su parte Fabrizzio al llegar a la habitación, después de despojarse de las ropas y colocarse el pijama, se dejó caer en la cama, sonrió y casi en un susurro exclamó:

—puedo sentir la energía... Ya falta poco...

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Hola, amigos, muchas gracias por toda su atención, espero que la historia les esté gustando. Nos vemos en una próxima oportunidad.

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