✍️ "Acerca de Jonathan Swift"|Artículo Original de Marabuzal (ESP-ENG)

in Literatosyesterday


✳️ Saludos, amigos de Literatos!!!

Eligió la sátira, para combatir al mundo. La razón reinaba en su pluma y la Inglaterra georgiana se exhibía, grotesca y diminuta, bajo su lupa de escritor. Mientras Los Viajes de Gulliver se imprimía y se multiplicaba por los cafés de Londres, conquistando lectores entre risas y escalofríos, me cuesta creer hoy que la biografía pudiera urdir una paradoja tan físicamente cruel.

La sombra de Jonathan Swift tenía un nombre: el síndrome de Ménière. Su mente era muy lúcida , tanto, que era capaz de diseccionar los engranajes de la corrupción con una simple frase. Pero de pronto, el mundo exterior empezó a desdibujarse. Un rumor constante se instaló en sus oídos, una especie de mar embravecido dentro del cráneo que naufragaba en los oleajes de vértigo. El sonido de las polémicas que tan bien dominaba, las conversaciones que tanto le apasionaban, se fueron desvaneciendo.



Cuando leí por primera vez su obra nunca imaginé que el hombre que cartografió todos los absurdos de la época, lo hizo desde una isla creciente de silencio.

Hay una amargura ahí que ya no es solo intelectual; es visceral.

¿Cómo no volverse huraño?

¿Cómo no mirar con desconfianza, y con un dolor sordo, a esa humanidad que, literalmente, ya no se podía oír con claridad?

Un escritor es un ser con sus migrañas, sus malos días, sus miedos ocultos. Solo que Jonathan tuvo que forjar su genialidad entre el mareo y la lucidez despiadada.

Un golpe de la ironía trágica. Maestro de la palabra, arquero de frases que siempre daban en el blanco de la hipocresía, cayendo en un “silencio mayormente impenetrable”.

La demencia.

A veces pienso si, en sus últimos años, algún destello de lucidez le permitía recordar a su gigante Gulliver atado en la playa. Si, en un instante de horrible claridad, sentía la cruel perfección de la parábola: la mente que había medido y ridiculizado todas las locuras ajenas, perdida para siempre en un laberinto del que ya no volvería.

Es como si la vida, o el destino, o la simple y llana mala suerte biológica, le hubiera devuelto su propia medicina. Él, que se burló de la locura colectiva de su tiempo , fue consumido por una locura íntima, lenta e irremediable.

Creo que ahí reside el drama humano, el que nos toca la fibra más profunda: la contradicción desgarradora entre la obra inmortal y la persona frágil. Entre el monumento a la razón que construyó con palabras y el naufragio final de la propia conciencia.



Su legado, por supuesto, perdura. Leemos a Gulliver y vemos nuestro mundo reflejado, sus vanidades, sus guerras absurdas, su pedantería, una y otra vez, todo eso está y estará...

Pero ahora, cuando vuelvo a sus páginas, también escucho un eco, el del zumbido que él oía en la soledad, el silencio , definitivo, de su triste final. El genio no es un superpoder sobrenatural; a veces es solo la capacidad de crear orden, sentido y belleza desde el mismo caos personal que te está devorando.

Jonathan Swift , en su tragedia personal, era más grande que cualquier monumento literario, pero también más vulnerable que cualquier personaje que creara, más irónico que la sátira más feroz y más real que el zumbido fantasma que aún parece oirse entre sus líneas. Se convirtió, al fin, en la parábola más perfecta y desoladora de todas.

¿Y tú? ¿Conocías esto dek gran Jonathan Swift? ¿No crees que sensación de entender la fragilidad del hombre le da una profundidad aún más sobrecogedora a su obra?

CRÉDITOS

🌐 Artículo original escrito en español, mi lengua materna. La versión en inglés ha sido traducida mediante Google Translate.

🖼️ Fuentes de imágenes: 1, 2, 3

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✳️ Greetings, friends of Literatos!!!

He chose satire to combat the world. Reason reigned in his pen, and Georgian England was displayed, grotesque and diminutive, under his writer's magnifying glass. While Gulliver's Travels was being printed and multiplied in London's coffee houses, conquering readers with laughter and shivers, it's hard for me to believe today that his biography could weave such a physically cruel paradox.

Jonathan Swift's shadow had a name: Ménière's syndrome. His mind was so lucid that he was capable of dissecting the mechanisms of corruption with a single sentence. But suddenly, the outside world began to blur. A constant ringing settled in his ears, a kind of raging sea inside his skull that was shipwrecked on waves of vertigo. The sound of the controversies he mastered so well, the conversations that so captivated him, gradually faded away.



When I first read his work, I never imagined that the man who mapped all the absurdities of the era did so from a growing island of silence.

There is a bitterness there that is no longer merely intellectual; it is visceral.

How could he not become withdrawn?

How could he not look with distrust, and with a dull pain, at that humanity that he could literally no longer hear clearly?

A writer is a being with his migraines, his bad days, his hidden fears. Only Jonathan had to forge his genius between dizziness and ruthless lucidity.

A blow of tragic irony. Master of words, archer of sentences that always hit the target of hypocrisy, falling into a "mostly impenetrable silence." Dementia.

Sometimes I wonder if, in his final years, some flicker of lucidity allowed him to remember his giant Gulliver, bound on the beach. If, in an instant of horrible clarity, he felt the cruel perfection of the parable: the mind that had measured and ridiculed all the follies of others, lost forever in a labyrinth from which it would never return.

It's as if life, or fate, or simply plain bad biological luck, had given him a taste of his own medicine. He, who mocked the collective madness of his time, was consumed by an intimate, slow, and irremediable madness.

I believe that therein lies the human drama, the one that touches us most deeply: the heartbreaking contradiction between the immortal work and the fragile person. Between the monument to reason that he built with words and the final shipwreck of his own consciousness.



His legacy, of course, endures. We read Gulliver and see our world reflected in it—its vanities, its absurd wars, its pedantry—over and over again; all of that is and will always be there.

But now, when I return to his pages, I also hear an echo, the echo of the buzzing sound he heard in his solitude, the definitive silence of his sad end. Genius is not a supernatural superpower; sometimes it is simply the ability to create order, meaning, and beauty from the very personal chaos that is devouring you.

Jonathan Swift, in his personal tragedy, was greater than any literary monument, but also more vulnerable than any character he created, more ironic than the fiercest satire, and more real than the ghostly buzzing that still seems to resonate between his lines. He became, in the end, the most perfect and desolate parable of all.

And you? Did you know this about the great Jonathan Swift? Don't you think that this sense of understanding the fragility of humankind gives his work an even more overwhelming depth?

CREDITS

🌐 Original article written in Spanish, my native language. The English version has been translated using Google Translate.

🖼️ Source: 1, 2, 3

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