El último noviembre de nuestras vidas
Como a las 10 me dijo para poner música y ya a esa hora la primera botella de ron se terminaba. Mientras escuchábamos a Franco de Vita, nos besamos, luego tuvimos sexo. Un sexo reposado, sin furia, lento. Al final, no pude contenerme y se me salieron algunas lágrimas. El se puso el pantalón y comenzó a echarme un chiste malísimo sobre un hombre disfrazado de tigre en un circo. Las lágrimas dieron paso a una carcajada sonora que inundó todo el cuarto.
Cuando la segunda botella iba por la mitad, Orlando volteó la cara y me miró de frente. Una soga le apretaba el cuello cuando dijo: el cáncer hizo metástasis. Yo solo alcancé a asentir y se hizo de nuevo el silencio. Luego de eso, yo me recosté en su hombro, cerré los ojos y dejé que la música hablara por nosotros.
Cuando vaciamos la última botella, ya eran pasadas las 12 de la noche. Orlando tomó las llaves del auto y se dirigió a la puerta. Los dos sabíamos que era la última vez que nos veríamos, así que empezamos a caminar lento, posponiendo la despedida. Allí, en el umbral de la casa, a punto del llanto, el volteó y me dijo: seguro que no entendiste el chiste del tigre disfrazado. No pude hacer otra cosa que largar la risa. Nos abrazamos y él se fue. Ese fue el último noviembre que vi a Orlando, el último noviembre de nuestras vidas.
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Relato que nos estremece, si bien narrado con sobriedad y casi impasibilidad. La amenaza de la muerte se va acomodando en nosotros, aun riente. Saludos, @nancybriti.
Algunas etapas, sobre todo las finales, requieren algo de humanidad, de risas, para suavizarlas, para hacerlas menos dolorosas. Abrazos, @josemalavem
Me gustan los relatos así cortos pero sustanciosos, como un traguito de ese ron con coco que Orlando y la protagonista bebieron esa noche de noviembre. Bravo.
Jajajaja. Sí, hay algunos tragos amargos o fuertes que son mejores si le echamos un poquito de agua de coco. Gracias por comentar, @waraira777