Las marcas del blindaje
Se miraba en el espejo como cada mañana. Demasiado agrio su rostro, demasiado oscuro, demasiado tiempo desempeñando la soledad, la obscena nostalgia. Tenía el rostro inundado de muecas y arrugas. Se complacía de lo que veía, pero aun su corazón le aullaba a la luna cuando tenía que subir al techo de la casa para poder esquivar el trato con la gente, para poder olvidar el circo.
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En la cuenta regresiva de los días, el olor de una flor lo hacía temblar, también la risa sonora de un niño. A veces sus ojos dejaban la pesadez de las pestañas y las ojeras, y se iluminaban con amaneceres que sacaban de su rostro algo parecido a una sonrisa. Gruñía entonces al sentir que quedaban vestigios de humanidad, que no estaba blindado por completo.o<:0:>o
Era entonces que se ponía a recordar y veía cómo en sus ojos estaban escritos los nombres de aquellos que construyeron gélidas montañas en su cuerpo y que lo enseñaron a nombrar la tristeza. Recordarlos, creaba en él la sensación de pestilencia, de horror, un aire de violencia y estragos. Esas sensaciones lo hacían saborear el frío óxido de los condenados.o<:0:>o
Después de ejercitar la memoria, su cuerpo salía a la calle y se topaba con la gente. Preparado para el golpe, para el filo de los dientes, creaba artilugios, trampas: todo él era un anzuelo. Su cuerpo más que preparado, estaba blindado contra los sentimientos. Por eso dejaba su alma a un lado. Demasiada humana su alma, demasiado tatuada de nombres.
En la cuenta regresiva de los días, el olor de una flor lo hacía temblar, también la risa sonora de un niño. A veces sus ojos dejaban la pesadez de las pestañas y las ojeras, y se iluminaban con amaneceres que sacaban de su rostro algo parecido a una sonrisa. Gruñía entonces al sentir que quedaban vestigios de humanidad, que no estaba blindado por completo.
Era entonces que se ponía a recordar y veía cómo en sus ojos estaban escritos los nombres de aquellos que construyeron gélidas montañas en su cuerpo y que lo enseñaron a nombrar la tristeza. Recordarlos, creaba en él la sensación de pestilencia, de horror, un aire de violencia y estragos. Esas sensaciones lo hacían saborear el frío óxido de los condenados.
Después de ejercitar la memoria, su cuerpo salía a la calle y se topaba con la gente. Preparado para el golpe, para el filo de los dientes, creaba artilugios, trampas: todo él era un anzuelo. Su cuerpo más que preparado, estaba blindado contra los sentimientos. Por eso dejaba su alma a un lado. Demasiada humana su alma, demasiado tatuada de nombres.
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Saludos @nancybriti
Me resulta un texto de excelente factura, preciso uso del lenguaje que recrea la atmósfera interior del personaje. Me inclino a pensar que es más bien un texto poético escrito en prosa.
Ahora que lo releo, estoy de acuerdo contigo!! A veces se me hace imposible dejar de lado esa manera diferente, poética, de mirar las cosas. Gracias por vuestra lectura, comentario y apoyo!! Saludos
Saludos @nancybriti
Me resulta un texto de excelente factura, preciso uso del lenguaje que recrea la atmósfera interior del personaje. Me inclino a pensar que es más bien un texto poético escrito en prosa.